- Esta es una entrevista publicada en El Diari de la Sanitat
Israel Molinero es biólogo y trabaja en una empresa de educación ambiental en el Montseny. Aunque no tiene un vínculo profesional en el campo de la salud mental ha presidido durante cerca de diez años la Asociación para la rehabilitación de las personas con enfermedad mental (AREP), lugar que ha dejado para pasar a presidir, desde el pasado 30 de enero, la Federació Salut Mental Catalunya, donde llegó como hermano de una persona que ha vivido la enfermedad mental en primera persona. La federación, que agrupa entidades de todo el territorio, trabaja por la mejora de la calidad de vida, la no discriminación y la igualdad de oportunidades de las personas con problemas de salud mental y de sus familias.
El pasado mes de abril se cumplieron treinta años de la Ley General de Sanidad, que entre las diferentes reformas que incorporaba suponía el cierre de los llamados 'manicomios'. ¿Cómo ha evolucionado el abordaje de la salud mental desde entonces?
Aquello fue la gran revolución en la salud mental. Desgraciadamente todos los servicios necesarios para hacer un tratamiento comunitario, es decir, tratamiento que se hace sin que la persona tenga que salir de su entorno social, todavía hay muchos centros de larga estancia. A pesar de que han pasado 30 años, eran necesarios muchos recursos para perfeccionar un tratamiento comunitario y no siempre los hemos tenido. Nuestra iniciativa más importante de los últimos años, el proyecto Obertament, está todavía en plena efervescencia. Es una iniciativa en la que nos hemos unido todo el sector y hemos hecho esta alianza para hacer toda una serie de actividades para luchar contra el estigma.
Sí, precisamente una de las luchas de la federación ha sido contra el estigma en torno a los trastornos mentales. ¿Cómo valora los resultados de esta lucha? ¿Aún está presente el estigma?
Empezamos a ver un poco los resultados pero aún es muy temprano. Acabar con el estigma es un trabajo que necesita tiempo. Hemos hecho algunas encuestas para ver cuál es la percepción de la sociedad, la idea es que a la larga la gente cambie esta percepción y no tenga un comportamiento estigmatizante, que puedan tener una conversación fluida y normal. Que crean plenamente que una persona con un trastorno mental puede vivir plenamente en sociedad y trabajar en una empresa normalizada. No es que la gente envíe mensajes conscientemente estigmatizantes, al contrario, lo más grave es que a veces comentarios o actuaciones estigmatizantes se hacen porque precisamente está muy interiorizado en el subconsciente. Otras veces es que no se sabe cómo afrontar cuando tenemos alguien cercano en esta situación porque tenemos prejuicios o pensamos que le pasan muchas más cosas que lo que realmente le pasa.
¿Cómo afectan los prejuicios y las percepciones en el acceso al tratamiento? ¿Hay problemas, por ejemplo, a la hora de pedir ayuda?
Sí, claro. De hecho, una de las cosas que nos cuesta es que se visualice la cantidad de gente afectada, porque más allá de las personas que acuden a los centros de salud o a un psicólogo para pedir ayuda, hay mucha gente que no hace este paso. Por otra parte, también hay familias que lo niegan, lo ocultan o no quieren que las personas afectadas hagan este paso. Paralelamente sí estamos consiguiendo que haya más gente que dé la cara, una parte de la gente que está viviendo una problemática de salud mental en primera persona está autocapacitándose para poder hablar y hacerlo también en nombre de la comunidad.
¿Qué papel juega en todo esto la atención primaria? ¿Hay formación y herramientas suficientes?
Hay profesionales y profesionales, los hay que sí tienen capacidad de hacerlo y derivar a los especialistas, sea por conocimiento o por experiencia. Hay otros que no tanto. Nos lo encontramos mucho por ejemplo en el mundo infanto juvenil. Muchas veces no son capaces de derivarlos o tratar correctamente. Hay formación entre los médicos de cabecera para que sean capaces por ejemplo de detectar una depresión. Si no se detecta bien un trastorno a tiempo o se atribuye a otra causa esto provoca que no se pueda tratar correctamente.
En una entrevista, el anterior presidente de la Federació, Xavier Trabado, hablaba hace cerca de un año y medio de la necesidad de desplegar en Catalunya la totalidad de los servicios públicos de atención a la salud mental en el territorio. ¿En qué punto estamos?
Estamos un poco decepcionados con esto. Es evidente que hemos vivido un periodo de crisis y que la administración tiene una falta de recursos que todo el mundo sabe, y por tanto el despliegue de servicios se está haciendo con cuentagotas y en algunos ámbitos no se está haciendo. Pero es que además, últimamente, en el despliegue de recursos de servicios sociales que se ha definido, el aumento económico previsto para implementar estos nuevos servicios es insuficiente claramente y nos deja peor de la situación que teníamos. En el caso de la salud mental hay un agravio comparativo histórico con otros ámbitos. La salud mental va en aumento, cada vez tenemos más problemáticas y menos capacidad de dar salida porque los recursos son los mismos.
Los últimos datos de la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB) indican que la población adulta de Barcelona atendida en los centros de salud mental se ha doblado desde el año 2001. ¿A qué podemos atribuirlo?
Es una multiplicidad de factores pero uno de ellos es que la gente ha vencido el miedo a pedir ayuda y hay que sumar los efectos clarísimos de la crisis económica. Las enfermedades mentales, al final, necesitan un desencadenante y los desencadenantes son situaciones traumáticas, complicadas, difíciles, y por tanto una de ellas son los efectos de la crisis. En líneas generales sabemos que hay un aumento claro de la prevalencia de las enfermedades mentales, hay un porcentaje muy alto de la sociedad que puede acabar teniendo una enfermedad mental.
Sí, es conocido que la situación de crisis económica conlleva unos niveles de malestar psíquico muy elevado, por ejemplo, en parados de larga duración o con situaciones tan duras como puede ser un desahucio. ¿Se están cambiando en consecuencia los tipos de servicios que se ofrecen en función de realidades como estas?
Sí, evidentemente la administración debería estar teniendo presente que las necesidades son diferentes. Desde el Plan Integral de Salud Mental que se está desarrollando, algunos de estos aspectos están siendo abordados precisamente en este sentido. En algunos ámbitos se ha avanzado y se están haciendo cosas interesantes pero se ha avanzado hasta donde se ha podido porque el plan no tiene un presupuesto asociado. Ahora, parece que con el nuevo gobierno en Catalunya se vuelven a reactivar algunas líneas pero estamos reclamando insistentemente que se asocie un presupuesto. Un ejemplo de iniciativa que se está haciendo es el proyecto 'Activa't per la salut mental', que pretendemos que a la larga lo asuma la administración. Este proyecto hace hincapié en capacitar tanto a familiares como personas que viven problemáticas de salud mental y darles herramientas para que puedan ser protagonistas de su lucha y sus necesidades. La idea es que este proyecto, que está en fase piloto en 12 territorios, esté a la larga en funcionamiento en todo el territorio.
¿El factor desigualdad sigue incidiendo mucho en la salud mental?
Sí. El aumento espectacular de casos tratados en los centros de salud en los últimos años lo indica. Estamos en una coyuntura en la que la situación social de mucha gente ha cambiado y eso es un desencadenante importante. Alguien que padece tiene muchas más probabilidades de sufrir un trastorno mental, esto no quiere decir que alguien con una situación acomodada no pueda sufrir, claro.
¿Cuáles son los trastornos que tienen más prevalencia entre la población catalana?
La depresión. La depresión afecta a muchísima gente. Los problemas más graves, como la esquizofrenia o la bipolaridad, normalmente empiezan en etapas diferentes de la vida, la depresión afecta muchas etapas. Si hablamos del mundo infanto juvenil tenemos muchos casos de TDAH y de autismo.
¿Cuál es la coordinación entre los centros de salud, la familia y la escuela en los casos de trastornos en los niños y los adolescentes?
Como federación hasta ahora, no es un tema en el que hemos actuado de manera plena pero en los últimos años nos hemos marcado meternos de lleno y hemos empezado haciendo una alianza con la Fundació Pere Tarrés, que trabaja en este campo y lleva muchos centros abiertos y muchos centros recreativos. Hemos trabajado en un informe que recoge cuál es la situación de los servicios que se ofrecen, las carencias que detectamos en los profesionales que actúan con jóvenes, la formación que tienen y la coordinación que pueda haber. El informe lo presentaremos en junio y tenemos claro que esto era muy necesario porque es un punto de partida importante para tener un diagnóstico mínimo y afrontar esta realidad. Es verdad que la relación que puede haber entre centros y escuelas no siempre es la que debería ser y en este sentido sí puedo adelantar que hay mucho trabajo por hacer.
También en relación con la crisis, ¿cómo afecta a los niños y adolescentes los problemas socioeconómicos que se viven en casa?
A los jóvenes y los niños una situación difícil en casa es a quien más afecta. Las familias que han sufrido un cambio brusco a raíz de la crisis es muy desequilibrante y los niños y los jóvenes son los primeros que lo sufren.
¿Es cierto que una parte importante del gasto farmacéutico es por problemas de salud mental? ¿Se está tendiendo a la sobremedicación también en salud mental?
Claro que hay sobremedicación pero también hay gente que no quiere tomar la medicación y quizás lo necesitaría. Se ha tendido mucho a poner por delante como terapia una terapia basada en los medicamentos sólo, cuando la terapia pasa por una medicación justa si es necesaria y también por hacer otro tipo de terapia psicológica. Es un debate que tiene un fundamento. A veces se sobrediagnostica, por ejemplo en el mundo infanto-juvenil, pero también hay toda una polémica de veces que no toca, no todos los medicamentos son perversos. Las decisiones las deben tomar los médicos y no las farmacéuticas. Está claro que los problemas de salud mental no los resolveremos sólo con medicación. Sólo lo haremos garantizando que la gente tiene trabajo digno, que tiene acceso a la vivienda y que se le garantizan sus derechos.
Ya en una panorámica general, ¿dónde nos situamos respecto a otros países europeos en cuanto a modelos de atención en salud mental?
Bueno, el tema es que en Catalunya mismo tenemos diversidad. El modelo aplicado en las comarcas gerundenses, por ejemplo, han conseguido un modelo más exportable, más comunitario, que lo que se ha hecho en otros territorios catalanes. Esto ha pasado por varias razones, por ejemplo, porque no hay una multiplicidad de actores y es más fácil que haya buen entendimiento y coordinación entre las entidades sociales y la administración. En Girona hay una sola entidad, en cambio en las comarcas barcelonesas hay una cuarentena. Evaluar si la salud mental funciona bien en un país o no es complicado, no es tan fácil como hacer unas pruebas, como ocurre en educación por ejemplo. La salud mental es una problemática muy transversal, con la que hay que trabajar en diferentes áreas. Es importante que acabe calando en la sociedad que para hacer un buen abordaje de la salud mental hay que trabajar muchos aspectos. No tendremos salud mental si la gente sigue sin tener resuelto el tema de la vivienda o el trabajo.