Sant Jordi vuelve a brillar tras años de restricciones y lluvia: “Ya era hora de una 'diada' normal”

Sandra Vicente

23 de abril de 2023 13:49 h

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Los catalanes se han pasado la semana mirando al cielo. Las predicciones daban lluvia para este domingo, el día de Sant Jordi, el día del libro y la rosa que, desde 2019 no se puede celebrar con normalidad. Catalunya lleva tres años viviendo con la bandera a media asta esta jornada, una de las más importantes del calendario. La pandemia hizo que el 2020 la 'diada' se celebrara en confinamiento. Luego, vinieron dos años de restricciones. Y, además, el pasado 2022, el primero que recuperaba cierta normalidad, fue pasado por agua, con lluvias que destrozaron más de una parada de libros.

Pero este domingo ha salido el sol y el virus parece tan lejano como si nunca hubiera existido. Las calles de Barcelona hierven de gente desde primera hora de la mañana, creando aglomeraciones que muchos habían olvidado. Montse es una de ellas. “No recordaba cómo se ponía esto”, reconoce, apoyada en la silla de ruedas de su hermana. Han madrugado para estar en las calles desde poco antes de las 10 de la mañana, pero su paseo ha durado menos de media hora. “Ya es imposible pasear por aquí”, lamentan.

Claudia también mira a la marea de gente, pero con más ilusión que frustración. Trabaja en una librería y se ha apartado 10 minutos de su puesto para fumarse un cigarrillo y descansar un rato. “Va a ser una jornada muy intensa”, dice, con unas marcadas ojeras. “Pero ya era hora de una 'diada' normal, sin lluvias ni virus”, cuenta. Muchas librerías hacen buena parte del grueso de su facturación durante esta jornada y después de tantos años de restricciones y complicaciones, algunos, como Claudia, no quieren ni pensar qué habría pasado si este año no hubiera sido plácido.

El Gremio de Libreros tenían esperanzas puestas en este año, que ha acabado siendo de récord, registrando un 5% más de ventas. No sólo por la climatología y las ganas de los catalanes de volver a celebrar Sant Jordi como siempre, sino porque, además, cae en fin de semana. Esto ha permitido a las librerías alargar la 'diada', que ya empezó la tarde del sábado. Las paradas ya estaban operativas y muchos aprovecharon para hacer las compras con antelación. “El día de Sant Jordi es imposible mirar libros”, dice Javier, quien se hizo con sus adquisiciones el día antes y hoy simplemente ha salido a pasear con su pareja.

Y es que, además del día del libro, también es el día de los enamorados para los catalanes, que cuentan con un San Valentín propio y de kilómetro cero. “La rosa, el paseíto...Es uno de los días más románticos del año ¿no?”, se pregunta, todavía algo indeciso, Xavi. Tiene 17 años y es su primer Sant Jordi. Reconoce que jamás había salido a pasear por Barcelona, no al menos desde que tiene memoria. Pero este año es diferente. Este año tiene su primera novia “seria”.

Ha quedado con ella en unos diez minutos, cuenta, inquieto, mientras sostiene una rosa. Viene con él Diego, su mejor amigo, quien tiene esperanzas de una cita doble. “Se la voy a dar a la amiga de su novia, a ver qué pasa”, dice, entre risitas nerviosas, señalando la rosa que él también ha comprado.

La Supermanzana Literaria se consolida

Passeig de Gràcia es una de las calles más concurridas para los paseantes y curiosos de Sant Jordi. Las aglomeraciones se alargan durante todo el día. Por eso, el año pasado, el Ayuntamiento estrenó la Supermanzana Literaria, que convertía 25 manzanas en espacios dedicados al las paradas de libros y rosas y entre las que se cierra el paso a los coches. Con esto, se pretendía esponjar el grueso de asistentes y hacerlo más compatible con las restricciones que todavía quedaban de la pandemia. La idea este año se ha mantenido, para el agrado de muchos viandantes, que agradecen tener la ciudad para ellos.

La novedad de este año es la recuperación de Les Rambles, lo que supone que Sant Jordi crece un 10% más este año. La mítica calle barcelonesa es uno de los iconos de la 'diada' desde hace un siglo, pero ha sido la último en recuperarse en la vida post-pandémica. Este domingo, de nuevo, las paraditas de gofres, souvenirs y 'stands' del Barça que a diario colonizan Les Rambles han dado un paso al lado a favor de librerías y entidades sociales del tercer sector, que han retomado las calles.

“Es un gusto ver esta calle así, con gente que la vive de verdad y sin tanta mierda para guiris”, espeta Joan. De hecho, esta rambla es la espina dorsal del turismo en la ciudad, uno de los lugares en que más lenguas distintas se pueden escuchar -y, a la vez, una calle que los locales tienden a evitar. Pero hoy, el turista brilla por su ausencia. La mayoría de ellos han ido a la Supermanzana, atraídos por las recomendaciones de diversos 'influencers'.

“Vimos en TikTok que había que venir a la Casa Batlló”, dice Sophie, una turista francesa que se ha encontrado con Sant Jordi “de casualidad” mientras visitaba la ciudad. Muchos han hecho como ella y se concentran frente al edificio de Gaudí que, aunque la mayoría no lo sepa, está inspirado en la leyenda de Sant Jordi. Los balcones que hoy están repletos de rosas, tienen forma de calaveras y huesos que recuerdan a las víctimas sacrificadas para aplacar la ira del dragón, representado en el tejado del edificio, decorado con tejas que simulan escamas.

Decenas de cámaras de móviles apuntan hacia la fachada del edificio -o hacia las caras de sus dueños, mientras se toman un 'selfie'. Pero la obra de Gaudí tiene firmes competidores en lo que a congregación de fans se refiere. El flujo de gente, que avanza regular a paso de procesión, de vez en cuando encuentra algún obstáculo. Son colas de personas que forman, pacientes, a la espera de poder ver a alguno de sus autores favoritos y llevarse un autógrafo a casa.

Una de las filas más extensas es la que lleva a Carles Porta, el periodista responsable del programa 'Crims'. Los fans del 'true crime' aguardan en una cola serpenteante, todos con el libro ya listo para ser firmado. Elena viene con una amiga suya; tienen 20 años y, además del libro, tienen también preparado el móvil para sacar la foto de rigor. “No es que yo lea mucho, pero ya que está el Porta aquí, pues qué menos, ¿no?”, dice la joven, que se confiesa fan del programa. “Me encanta que dé tanto 'yuyu'. Aunque el libro seguro que no da tanto miedo. De hecho, no sé ni si me lo leeré”, dice, despertando las carcajadas de su amiga, que le recrimina que ya quiere ir a tomar el vermú.

A medida que el sol se va acercando al cénit, cada vez más gente se echa a las calles. Miles de personas recuperan esta jornada que durante años ha estado a la sombra; pero hoy el cielo está despejado y las salpicaduras carmesíes de las rosas vuelven a brillar en este día cumbre de la cultura catalana.  

Xavier Bosch y el libro de La Sotana, entre los más vendidos

El Gremio de Libreros ha hecho pública a última hora de la tarde la lista de los libros más vendidos de una jornada que ha calificado de “récord”. En la categoría de ficción en catalán el pódium es para 'Les nostres mares', de Gemma Ruiz Palà; '32 de març', de Xavier Bosch; 'El retrat de matrimoni', de Maggie O'Farrell; 'Les calces al sol', de Regina Rodríguez Sirvent; y 'Demà, demà i demà' de Gabrielle Zevin.

En ficción en castellano los más venidos han sido para 'El ángel de la ciudad', de Eva García Saenz d'Urturi; 'Cómo (no) escribí nuestra historia', de Elisabet Benavent; 'El retrato de casada', de Maggie O'Farrell; 'El cuco de cristal', de Javier Castillo; y 'Hijos de la fábula', de Fernando Aramburu.

En la categoría de no ficción en catalán el premio es para 'Gran enciclopèdia del Barça', de La Sotana; 'Crims: Pecats Capitals', de Carles Porta; 'De la sabana a Mart', de Xavier Sala i Martín; 'Mitologia dels països catalans', de Daniel Rangil; y 'Si la memòria no ens falla', de Quim Monzó i Sergi Pàmies.

Y en no ficción en castellano los más vendidos han sido 'Cómo hacer que te pasen cosas buenas', de Marian Rojas Estapé; 'Hábitos atómicos', de James Clear; 'Encuentra tu persona vitamina', también de Marian Rojas Estapé; 'El amor comienza por ti', de Curro Cañete; y 'Una historia compartida', de Júlia Navarro.