Unas manos tersas y jóvenes sostienen sobre su palma los dedos arrugados de una anciana. Están en una casa, quizás cerca de un lecho. Esta es una de las imágenes favoritas de Meritxell Navarro, una joven de 23 años que enseña, orgullosa, su primera exposición como fotógrafa. “Somos mi abuela y yo”, reconoce. “Me hace pensar en la intergeneracionalidad de las heridas de las mujeres a lo largo de la historia”.
Pensativa, Meritxell sigue mirando su obra, compuesta por 15 instantáneas, y se detiene en una que también muestra unas manos. Adultas, pero no de anciana. Sujetan una foto de carnet desgastada de una niña de unos ocho años. “Es mi madre con un retrato mío. Me gusta porque, aunque le conté que soy superviviente de abusos 15 años más tarde, siento que todavía es capaz de sostener y cuidar de su niña”.
Hoy, como mujer adulta, tras años de terapia y silencio, ha dado un paso al frente y ha decidido contar su historia con la fotografía como canal. Y no lo ha hecho sola: su obra está acompañada de la de otras cinco mujeres que también son supervivientes de abusos.
Todas ellas conforman la exposición 'Material Sensible', que se puede ver hasta el 18 de mayo en la Casa Elizalde de Barcelona. No se trata de una simple muestra fotográfica, sino que además es el resultado de un largo proceso terapéutico que todas las autoras han seguido de manera individual y colectiva. De hecho, otra cosa que tienen todas en común es que están acompañadas por la Fundació Vicki Bernadet, que se encarga de concienciar sobre la lacra del abuso sexual infantil.
'Material Sensible' es un proyecto que llega a su séptima edición, impulsado por la Fundació Vicki Bernadet en colaboración con la Fundación Photographic Social Vision. Desde hace años y durante seis meses realizan talleres semanales con supervivientes de abusos sexuales infantiles. En ellos, mujeres como Meritxell se forman en teoría de la fotografía y aprenden a construir una historia con imágenes.
Pero estos talleres no son sólo técnicos, sino que también forman parte de su terapia. “Los hechos traumáticos nos afectan durante toda la vida. La fotografía ayuda a explicar la atemporalidad del daño”, asegura Meritxell. Ella ha ubicado gran parte de su obra en el bosque y la naturaleza, espacios serenos en los que, de repente, emergen figuras u objetos perturbadores que remiten a una infancia rota. “Me encanta que sean imágenes que cada quien pueda interpretar desde su posición, encontrarse en ellas desde su propia historia vital”, añade la joven.
Exponer es exponerse
Según datos de la Fundació Vicki Bernadet, uno de cada cinco niños o niñas es víctima de abuso sexual infantil. Más de la mitad de ellos no recibirá ayuda y el 90% no dirá nada hasta la edad adulta. Este es el caso de Carme Mercadó, que guardó silencio durante 50 años. No fue hasta que le propusieron participar de 'Material Sensible' que decidió que tenía que contarlo. “Expliqué que estaba haciendo un taller de fotografía pero pensé que, si venían a la inauguración, tenían que saber de qué iba”, apunta Carme.
Un día se armó de valor y se lo contó a sus hijas. “Fue muy duro, mucho. Son las personas que más me importan y no quería que sufrieran, pero tenía que contárselo”, asegura. Ahora, Carme se siente mucho más liberada, con un peso menos. “Ha sido un regalo. Una manera de expresar lo que llevamos años trabajando en terapia”.
Las fotografías no son una muestra gráfica de los abusos o de lo que ha supuesto para estas mujeres haberlos sufrido. Son un retrato de la recuperación de la confianza, de la superación y de la valentía. Cada una de ellas con su estilo personal, ya sea desde el caos, dese la elegancia, la metáfora o los colores, cuenta no qué les pasó, sino quiénes son hoy.
“A través de la imagen nos damos cuenta de cosas que no hemos cerrado, que no hemos contado. Y, de repente, se las ofreces a un espectador. Eso tiene un impacto fortísimo, porque no sólo es trabajar en la propia historia, sino ver cómo se la cuentas a otro”, asegura Mireia Plans, responsable del área de educación de la Fundación Photographic Social Vision.
“Exponer significa exponerse”, resume Meritxell, que reconoce que le impresiona saber que, si pone su nombre en Google, cualquiera puede saber que sufrió abusos en la infancia. Para Carme también es una certeza que da vértigo, pero ambas aseguran que haber llevado a cabo un proceso colectivo les ha ayudado a afrontarlo. “Cosas que dan terror, juntas dan sólo un poco de miedo”, matiza Carme.
La voz de la supervivencia
El grupo que ha trabajado durante seis meses para crear la exposición está formado por mujeres de diversas edades y procedencias. Un conjunto heterogéneo que, a pesar de sus diferencias, ha sido capaz de generar un espacio “seguro y de confianza”, tal como lo relata Meritxell. Desde la organización han cuidado todos los detalles para que las participantes se sintieran cómodas, asegurando equipos no mixtos y dejando claro que pueden decidir descolgar sus fotografías en cualquier momento.
Para todas las participantes ha sido “esencial” crear un ambiente feminista. “Hay que dejar claro que vamos contra el sistema heteropatriarcal que permite que todo esto suceda”, asevera Meritxell. Por su parte, Carmen ha visto su participación como una “militancia” y recuerda que es necesario que casos como los suyos se conozcan, para sensibilizar a la población.
De hecho, es por eso que 'Material Sensible' se puede visitar en compañía de sus autoras, una experiencia que permite ir más allá de admirar la estética de las fotografías. Los relatos de Meritxell y Carme, así como los de Olga, Kemazudea, Cora y Manuela cuentan las vidas de unas niñas que vieron unas infancias interrumpidas, que se enfrentaron a la oscuridad pero resurgieron. Algunas de manera catártica, otras más lentamente y algunas pasando por el caos. Pero todas resurgieron.
Y ahora les une el querer compartirlo. Explicar que uno de cada cinco niños es como ellas. Que, por mucho que se crea, no hay un perfil claro de abusador y que son “personas normales”. Que hay que escuchar a los más pequeños y, sobre todo, creerles cuando expliquen que algo no va bien. Y también hay que escuchar a las mujeres que sobrevivieron.
Ellas cuentan, con sus fotografías, cómo ha sido superar la culpa y el miedo, reconciliarse con su cuerpo y su deseo, volver a confiar o atreverse a ser madres. En algunas imágenes hay rabia, en otras visos de dolor. Pero, al final, siempre destaca la esperanza.
Eso es lo que explica Carmen ante un grupo de veinte personas que asiste a una visita guiada. Se la nota nerviosa. Está compartiendo una experiencia que, hasta hace poco, era un secreto. Pero sus años de maestra de secundaria se imponen al temblor y proyecta la voz.
Explica que una de sus fotografías favoritas es una que muestra a una chica joven en una playa de arena compacta. No se le ve la cara, pero se intuye que mira al frente, decidida. “Es la proyección de la vida. Todo lo que hemos hecho es para ella. Para que no pase lo que hemos sufrido nosotras”, relata Carmen. Su obra es la esperanza por un mundo más justo.