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Jorge Herralde: “Mis pulsiones patrióticas son aproximadamente cero”

El editor Jorge Herralde, en su despacho de la editorial Anagrama.

Neus Tomàs

Jorge Herralde (Barcelona, 1936) lleva más de media vida trabajando y viviendo entre libros. Es el decano de los editores españoles y habla de sus autores y obras con una pasión envidiable. Martín Gaite, Roberto Bolaño, Kapuscinski o Chirbes son solo algunos de ellos. Ese entusiasmo queda reflejado en Un día en la vida de un editor, el libro en el que Herralde repasa a través de entrevistas, cartas y artículos, los 50 años de Anagrama, una editorial que tras la venta a la italiana Feltrinelli sigue siendo una pequeña gran familia.

Hace 10 años en una entrevista decía que estaba aburrido de hablar de Anagrama y de sí mismo. Pero acaba de publicar un libro que tiene mucho de retrato personal y de historia de la editorial.

Es una especie de viaje por la historia de Anagrama, por la edición en España, en América Latina y en Europa. Son textos, entrevistas y cartas con la pretensión de hacer un retrato informal pero a la vez muy informativo.

¿Sigue pensando que no hubiese sabido hacer otro oficio que el de editor?

Sí, lo pienso firmemente porque además diría que antes de serlo, en mis probaturas antes de montar la editorial, me sentía desdichado, aunque lo atenuaba tomando muchas copas y con muchas lecturas. Cuando en octubre del 67 hice el primer viaje a París para hablar con varios editores y librerías fue un cambio total.

Al citar las copas es imposible no acordarse de Bocaccio. ¿Cómo explicaría a las nuevas generaciones qué significó ese local para Barcelona?

En los años 60, con un Franco que parecía agonizante pero que estuvo agonizando 10 años más, coexistía una pulsión antinfranquista con una pulsión creadora. Los jóvenes y semijóvenes inquietos de Barcelona nos íbamos encontrando en diversos bares y restaurantes hasta que cuando se inaugura Bocaccio toda esta tribu de gente diversa nos reunimos ahí. Gente interesada por la política y la cultura. Era un momento en que estaba todo un poco por hacer. Ahí, en una conversación con Román Gubern y otro amigo salió La Caza de brujas en Hollywood, que fue un cuaderno de Anagrama y ya ampliado sigue en nuestra colección Crónicas. Y como ese, otros.

Dice que se quedó en la era del bolígrafo. Pero en cambio sabe de la importancia de las redes para su negocio. ¿Cómo combina su fidelidad al papel con su interés empresarial por el mundo digital?

No tengo ordenador pero la editorial está llena de ordenadores y de gente que lo controla muy bien y me informa de ello. Yo tengo una tableta en la que chismeo sin parar y me resulta muy útil.

En el libro hace suya una reflexión de Carlo Feltrinelli cuando defiende que en un momento en que todo el mundo está enganchado durante horas a una pantalla, leer es revolucionario.

Leer es un acto intenso, de amor a la literatura, y no es esa cosa veloz y fragmentada de los tuits.

Cuando hace un par de años le preguntaron dónde le gustaría vivir contestó que le gustaría seguir en Barcelona. ¿Qué tiene esta ciudad?

Es mi ciudad y he estado a gusto en ella. Otras editoriales anunciaron, aunque no lo hicieron, que se iban a Madrid. Aquí está mi grupo de amigos y amigas y casi todos los colaboradores de la editorial están aquí. Me gusta Barcelona pese a que no soy un fanático de la ciudad y porque donde me gustaría vivir es en el barrio Latino de París.

¿En ese otoño del 2017, tan convulso políticamente, alguien le pidió que trasladase la editorial a Madrid?

Algún amigo. Yo aquí estoy muy bien. Mis pulsiones patrióticas son aproximadamente cero. Las catalanas y ya no digo las españolas. La mayoría de mis amigos están exentos de virus.

En marzo del 2000 apoyó un manifiesto en el que se afirmaba que la convivencia plural entre los pueblos nunca ha sido asumida por la derecha española. ¿Casi dos décadas después y con todo lo que ha llovido sigue pensando que la derecha no asume esa convivencia?

Naturalmente.

Tiene muchos amigos en México. ¿Si tuviese que explicarle a uno de ellos qué está pasando políticamente en España qué les diría?

Le diría: mira, es una lata, pero te lo voy a explicar en media horita.

Le hubiese gustado escribir la frase de Albert Camus ‘Soy de izquierdas, a pesar de la izquierdas y a pesar de mí mismo’. ¿Qué es hoy en día ser de izquierdas?

Es estar contra la injusticia. Yo siempre he votado a partidos de izquierda. A veces con entusiasmo, como ahora, y otras como mal menor. Digo como ahora porque estamos en un momento de peligro, no solo por las tres derechas que rivalizan por ser más desaforadas, también por el independentismo catalán.

Usted conoce a algunos de los impulsores de Ciudadanos. Es un partido que nació en Catalunya y se presentó como un partido que no era ni de izquierdas ni de derechas. Veo que lo sitúa en la derecha.

Era un grupo, bastantes de ellos amigos míos, muchos del PSC, que estaban razonablemente hartos de Jordi Pujol y Convergència. Tomaron esta vía pero luego el partido en sí es de una ideología extremadamente volátil.

En 2017 se definió como anti-Rajoy y anti-Puigdemont. ¿Políticamente se define a favor de alguno de los actuales dirigentes o ha aumentado el catálogo de antis?

Ha aumentado notoriamente el catálogo de antis. Si tuviera de definirme a favor de uno elegiría a Miquel Iceta.

Le voy a citar tres nombres, tres escritores, para que explique qué representan para usted. El primero es Luis Goytisolo.

Luis Goytisolo es amigo mío del colegio. En algunas épocas hemos estado más distanciados por razones de trabajo y viajes, pero siempre hemos mantenido una muy buena amistad. A finales de los 60 publiqué un libro suyo sobre fábulas, Ojos, círculos, búhos, con dibujos de Joan Ponç. Un libro que, como tantos libros excelentes, tuvo un eco mitigado. Así como su hermano Juan estaba omnipresente, amigo de todos los escritores importantes y con diarios y revistas que le rendían pleitesía, Luis siempre ha sido mucho más secreto. Cuando tenía 23 años ganó el premio Biblioteca Breve con Las Afueras. Me pareció una novela deslumbrante pero el propio Luis es tan antimarketing que cuando años después la rescatamos hablaba de ella en tono un tanto desdeñoso. Yo le reñía. Él hablaba de Antagonía como su ópera magna. Pero no son comparables. Estuvo 18 años escribiendo las cuatro novelas que acabaron siendo Antagonía, Es una obra que fue considerada a la altura de Proust, Joyce y las más altas cimas de la literatura contemporánea.

Otro nombre muy ligado a Anagrama: Roberto Bolaño.

Es otro escritor excepcional. Empezó cuando era un poeta casi desconocido. Se presentaba a concursos que le daban dinero para comer. Él les llamaba premios búfalo porque era como un pielroja que salía a cazar búfalos para dar de comer la carne a la familia. Después empezó con nosotros con Estrella distante, una novela breve pero una obra maestra. Luego, un libro de cuentos y después ya Los detectives salvajes, que lo catapultó a uno de los grandes.

Como agentes literarios suyos conseguimos que se publicase en Estados Unidos, donde una exquisitísima editorial, New Directions, publicó sus obras breves. En Estados Unidos tuvo un éxito descomunal, como no se recordaba desde las épocas de las obras del boom, de García Márquez o Vargas Llosa. La primera abanderada de Bolaño fue Susan Sontag. Entre esto y el valor de sus libros consiguió ser referente para muchos jóvenes escritores.

Un tercer nombre que no sé si le gustará tanto: Javier Marías.

Te contestaré con una frase del director francés François Truffaut: “Hablemos solamente de las cosas que nos gustan”.

En una carta que escribió a Carmen Martín Gaite le decía que ojalá siguiesen sin fallarse nunca el uno al otro. ¿Tiene la sensación de que le ha fallado a muchos escritores o que muchos escritores le han fallado?

Tengo la sensación de que por regla general no les he fallado. Sabían de mi entusiasmo por sus libros. En general, el primer comentario era mío. Yo tomaba notas, en los manuscritos ponía post-it, que es otro de los grandes inventos de la humanidad, y quería que mi entusiasmo fuera lo más compartido posible. Además, en Anagrama quizás somos los pioneros de la promoción non stop con innumerables ruedas de prensa. En el hotel Condes de Barcelona nos tendrían que erigir una estatua.

Dicen que usted es tan meticuloso que controlaba desde el contenido de las contraportadas a las fajas de los libros.

Yo habré escrito más de mil fajas y varios centenares de contraportadas.

¿Es cierto que para desconectar un poco recurre a los libros de ensayo?

Más que leer ensayo, porque también publicamos mucho ensayo, no diré que para desintoxicarme pero como en pequeñas vacaciones leo crónicas, también muy presente en la editorial, y reportajes.

Ha leído y lee mucho por trabajo pero los fines de semana se reserva para las lecturas por placer.

Por placer y por deber. Porque muchas veces han sido manuscritos de libros que previsiblemente publicaremos. O muchas veces, una segunda o tercera obra de autores como Chirbes o Pombo que sabes seguro que publicaremos. Lo que me gusta mucho leer los fines de semana son diarios, memorias y autobiografías de escritores y editores.

¿Qué está leyendo ahora?

La biografía de Josep Lluís Sert, quizás uno de los arquitectos más importantes del siglo XX. Es de la colección Biblioteca de la memoria. Era de familia aristocrática, tuvo que exiliarse y estuvo en varios países. Fue quien trajo aquí la Fundación Miró, construyó en Ibiza y fue un arquitecto relacionado con los mejores artistas. Además, como la autora es familia suya, hay también una parte de historia familiar. Fue una oveja negra que después resultó ser el más brillante de todos.

Usted es muy futbolero. Desde fuera a veces parece que en los fichajes de escritores pasa un poco como en el fútbol, que se los van quitando de unos a otros. Siguiendo con el símil, ¿tiene la sensación de que Anagrama ha sido la mejor cantera de España?

Para poner símiles, quizás un poco pretenciosos, Anagrama podría ser como el Ajax, que es el equipo que juega al mejor fútbol del mundo. Nosotros tenemos la ventaja de que estamos codiciados por todos los grupos españoles y en cambio el Ajax lo está por muchos grupos, algunos de los cuales están en manos de magnates árabes o chinos. Es decir, muy expuestos a la voracidad.

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