Entre los dos coches suman más de 600 caballos. Un BMW M3 y un Volkswagen Golf R se sitúan uno al lado del otro, con el motor encendido, en una calle de un polígono industrial a las afueras de Barcelona. Un joven frente a ellos sujeta un semáforo, todavía en rojo. A cada lado de la calzada, centenares de chavales gritan y jalean a los conductores esperando a que empiece la carrera.
El termómetro, en esta madrugada de sábado, apenas marca tres grados. Algunos han acudido con sillas de picnic y mantas para protegerse del frío. Otros se resguardan dentro de sus coches o se “calientan” haciendo botellón. Han sido citados a través de un canal privado de Telegram que les ha revelado el punto de encuentro apenas una hora y media antes de la cita.
A medida que avance la noche, irán cambiando de polígono industrial cada pocas horas para esquivar a la policía, que hace acto de presencia en los aledaños de las carreras pero sin intervenir ni desalojar.
Ellos lo llaman “quedadas” (lo escriben “kdds”) y se han convertido en una vía de escape para centenares de jóvenes que reniegan del ocio nocturno tradicional, no pueden entrar en discotecas porque no están vacunados o simplemente quieren pasar una noche cargada de humo, goma quemada y adrenalina. Se reúnen, sin fallo, en distintos puntos de Catalunya cada viernes y sábado desde hace meses y los encuentros son cada vez más numerosos.
No solo hay carreras en estas reuniones. También hay derrapes, coches que queman rueda o hacen un ruido ensordecedor con el escape libre de su vehículo. Todo esto ocurre con la gente agolpada en plena calzada y los vehículos pasan a pocos centímetros de ellos a alta velocidad. Ya ha habido varios sustos, coches que han acabado volcados o estampados por no lograr frenar a tiempo tras una de estas carreras.
“Algún día habrá una desgracia”, admitía un joven después de que le pasara un Seat Ibiza Cupra rozando su cara en una de estas carreras, que en su argot se llaman “lanzadas”. Se realizan en línea recta y consisten en ver qué vehículo acelera más rápido y llega antes a la meta.
Empezaron siendo unos pocos y ahora ya son cientos de personas, apuntan tanto los asistentes habituales como los Mossos d’Esquadra. “Han proliferado muchísimo desde la pandemia”, confirma Rafael Aguilar, jefe del área central de investigación de accidentes de tráfico de la policía catalana.
Cuando elDiario.es inició este reportaje, hace un mes, había unos 3.000 suscritos al canal privado de Telegram desde donde se dan las indicaciones para acudir a estas carreras. Este jueves eran ya casi 4.600.
Una noche en las carreras implica no saber donde se celebrarán hasta las 10 de la noche. También supone ir cambiando de lugar durante toda la madrugada en un juego del gato y el ratón con la policía.
Los puntos de encuentro van desde lugares cerca de Manresa y Girona hasta el área metropolitana de Barcelona. Una vez se revela el sitio exacto, varios convoyes de coches salen desde distintas ciudades catalanas hacia el lugar convenido.
Puntual, como cada viernes y sábado, el canal de Telegram indica a las 22h en punto el primer lugar de encuentro. “Plan A”, señala el mensaje, que lleva adjunto una ubicación de Google Maps.
La primera ubicación lleva a un polígono del área metropolitana de Barcelona. Al llegar, las luces azules de tres vehículos policiales indican que ahí no habrá ninguna carrera. Los agentes se han adelantado. Una consulta al canal de Telegram bastará para ver que los organizadores ya tienen preparado otro lugar para encontrarse, a apenas 15 kilómetros. “Plan B”, precisa el segundo mensaje, también acompañado de la ubicación.
El administrador de este canal –que no ha respondido a las preguntas de elDiario.es– dirigirá a cientos de jóvenes que seguirán sus indicaciones durante toda la noche. “No déis el cante por la urbanización”, indica a los que están de camino. “La gente detrás de la línea blanca por favor”, señala para organizar el punto de salida de las carreras.
De camino al sitio convenido, varios coches de gran cilindrada adelantan por derecha e izquierda a toda velocidad. Son las 0 h y el segundo punto de encuentro está ya copado de vehículos. Hay más de un centenar: desde coches de alta gama valorados en más de 100.000 euros, como un Ford Mustang GT 500, hasta utilitarios más humildes como un Renault Clio.
“Aquí vienen pijos, canis… de todo”, explica uno de los asistentes mientras se prepara una copa en el maletero de su coche. Hay buen rollo entre los congregados y cierto júbilo por participar en algo secreto que consideran especial. La mayoría está en la veintena pero también hay treintañeros. Algunos incluso han llevado a sus hijos a pesar del frío y las horas.
“La mitad de los que estamos aquí no estamos vacunados”, explica otro joven, que señala que estos encuentros se han convertido en la mejor alternativa para hacer algo los fines de semana. “¿Para qué me voy a gastar 15 euros para entrar a un garito, si no hay ningún espectáculo mejor que este?”, añade un amigo mientras un Audi A3 quema rueda frente a él.
Empiezan a verse los primeros derrapes en una rotonda. También vehículos sacando llamaradas por el tubo de escape. Los asistentes, poco a poco, se preparan para que empiecen las carreras. “Hacemos la calle de sentido único para evitar accidentes”, indica el canal de Telegram, una voz anónima y omnipresente durante toda la velada.
El semáforo se pone en verde y el BMW y el Volkswagen aceleran a toda velocidad. “¡Písale!”, gritan los jóvenes agolpados en la calzada, sin ningún tipo de medida de seguridad. Los dos coches se ponen uno al lado del otro, separados por unos centímetros, probablemente a más de 200 kilómetros por hora. Pasan muy cerca del público y en el otro extremo no hay nadie para frenar a cualquier vehículo que venga en dirección contraria. El riesgo es evidente.
La escena se repite continuamente. Los coches se van poniendo uno al lado del otro y esperan la señal para arrancar. Las ruedas chirrían. Los tubos de escape resuenan en el polígono, cuyo asfalto está lleno de marcas de neumáticos. La mayoría graba la competición con sus móviles. La gente está cada vez más animada y los coches van cada vez más rápido. Han venido tantos vehículos que algunos ni siquiera pueden acceder al evento.
Cuando el encuentro ya lleva poco más de una hora, varias luces de los Mossos se ven a lo lejos. Los agentes se han situado en los puntos de acceso al polígono, pero en ningún momento entran para disolver el encuentro.
De repente un nuevo mensaje aparece en el móvil. “Plan C”. Son casi la 1:30 h de la madrugada y los jóvenes, obedientes, empiezan a subirse a sus coches. Pasan frente a los Mossos y agentes de la Policía Local que custodian la entrada al polígono sin que se dé el alto a ningún vehículo.
Hay tantos coches que se dirigen hacia el siguiente punto, que se forma una caravana de vehículos tuneados y de alta gama por la carretera comarcal. Da igual que sea plena madrugada, Google Maps indica en rojo que hay un gran atasco en la carretera como si fuese un lunes por la mañana.
Aguilar, el jefe de investigación de los Mossos, explica que desde el cuerpo hace tiempo que siguen de cerca estos eventos. No le consta, sin embargo, que en estas reuniones se hagan carreras como las descritas en este reportaje.
También comenta que no es sencillo luchar contra estas reuniones. “Se citan con muy poco tiempo de antelación”, añade el agente. “Es totalmente imprevisible”. En varias ocasiones se han personado en el lugar, pero al llegar no se encuentran nada más que gente congregada con sus coches. “Si llegamos y no están haciendo ninguna acción ilegal, no hay actuación policial posible”, prosigue Aguilar.
Asegura que las únicas actuaciones se han hecho a posteriori gracias a los vídeos publicados en redes sociales. Recientemente identificaron y denunciaron a tres conductores que hacían derrapes en uno de estos encuentros, que reunió también a un millar de personas cerca de Castellbisbal y cuyas imágenes circularon por internet.
“Da miedo ver esos vídeos”, señala. “El coche puede perder el control y llevarse por delante a 30 personas de golpe”. Los delitos que les imputan a estos conductores identificados podrían sumar hasta cinco años de cárcel, asegura este mosso d'esquadra.
El llamado “Plan C” del sábado está situado en un apartado polígono en el Vallès Oriental. Casi todos los que estaban en el anterior punto se han desplazado hasta aquí. Son las dos y media de la madrugada y el ambiente está cada vez más animado: siguen las carreras, el ruido con los tubos de escape, los derrapes y las ruedas quemadas.
Un último mensaje aparecerá en Telegram pasadas las tres de la madrugada. Ilustra a la perfección la dificultad que tienen los agentes para actuar contra este tipo de eventos. “Familia vienen muchas patrullas hacia aquí”, se lee en la pantalla. La reunión se disolverá y los jóvenes descansaran hasta el próximo fin de semana.
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