Y por fin, 39 días después, abrieron los bares en Catalunya. La restauración ha reanudado su actividad este lunes tras más de cinco semanas sin facturar y con la incertidumbre de si será de manera definitiva o habrá que recular de nuevo. Algunos restauradores desconfían de lo que pueda pasar, otros explican que las restricciones de horarios les dejan poco margen y todos coinciden en una cosa: estas semanas se han hecho eternas.
“Abrimos a ver qué tal funciona, no las tenemos todas”, señalaba esta mañana Miquel Perserises, propietario del bar Canigó situado en la plaza Revolució del barrio de Gràcia. Perserises explicaba que tiene el 50% menos de personal y que, durante estas semanas, renunció a abrir porque no le salía a cuenta subir la persiana solo para hacer productos para llevar. En su local se servían desayunos por la mañana, pero sobre todo copas, cervezas y tapas por la tarde y por la noche. “Gràcia es un barrio que durante las mañanas está muerto”, añadía. “La noche, que es cuando nosotros facturamos, seguirá en blanco”.
El plan de desescalada del Govern, iniciado este lunes, contempla una reapertura con importantes restricciones y sin levantar un toque de queda que sigue vigente en toda la comunidad a partir de las 22h. Los locales pueden abrir a partir de hoy, pero con el 30% de aforo en su interior y solo hasta las 21:30. Para muchos restauradores esta limitación sigue cortándoles unas alas que ya venían tocadas después de un 2020 desastroso. “Yo soy un privilegiado porque tengo terraza”, concluía Perserises. “Si no, supongo que ni siquiera hubiese abierto hoy”.
Según el gremio de restauradores de Barcelona, a lo largo de este lunes reabrirán el 70% de bares, restaurantes y cafeterías de la ciudad. Esta patronal indica que, sin embargo, la proporción de locales que han reprendido su actividad es menor en los restaurantes, donde la cena tiene un peso determinante, así como en los establecimientos pequeños que no disponen de terrazas. “No podemos obviar que hay muchos negocios que no ven viable la reapertura con las condiciones de este primer tramo de desescalada”, ha señalado su director, Roger Pallarols.
Las terrazas del barrio de Gràcia estaban medio llenas esta mañana a pesar del frío. Los interiores de los locales, menos concurridos, también contaban con algunos clientes en las mesas. La mayoría, jubilados y estudiantes, explicaban que ya desde el viernes tenían previsto desayunar hoy en el bar para celebrar el fin de las restricciones. Los motivos iban desde apoyar a sus locales habituales hasta el simple placer de tomarse un café con leche preparado detrás de la barra.
“Es un capricho que me doy hoy, no te creas que me lo puedo permitir cada día”, explicaba sonriente Lautaro García, un pensionista de 78 años, frente a su zumo de naranja, bocadillo y café con leche en el Bar Costa Rica, situado en Travessera de Gràcia. En su interior, Wang Liangfeng preparaba cafés y secaba vasos. “Sinceramente, no aguantábamos ni un día más”, explicaba este restaurador, que celebraba la reapertura pero era comedido en su optimismo. “Por cuatro desayunos no te creas que esto es tanto”, añadía señalando muchas de las mesas de la terraza sin ocupar.
Cuando a mediados de octubre el Govern decidió cerrar toda la restauración, pocos creyeron que iba a ser solo para dos semanas. Ya entonces asumieron que las restricciones se alargarían durante al menos un mes y se prepararon para lo peor. Dentro de los bares consultados esta mañana había muchos que consideraron que era necesario cerrar, pero se quejaban de que una medida tan dura no había ido acompañada de las ayudas necesarias. “Si hay que cerrar se cierra, pero tienen que acompañarlo con ayudas más efectivas”, apuntaba Perserises, del bar Canigó.
Liangfeng explicaba que si el cierre hubiese durado unas semanas más, se hubiese planteado traspasar su pequeño local. “¿Como puede ser que yo tenga que seguir pagándolo todo si no me dejan ingresar nada?”, se preguntaba en un parco español. “Tengo la sensación de que nos han dejado un poco tirados”.
¿Y Madrid? Entre los clientes que han querido volver al bar esta mañana reconocían que les sorprendía que en la capital hayan logrado rebajar la presión hospitalaria sin haber tenido que cerrar la restauración. “Yo ni me acordaba hasta que llamé a una amiga y escuché el bar de fondo”, señalaba Júlia Ferrando, 25 años, sentada en una terraza de la plaza del Diamant. “No te voy a engañar: me morí de envidia”.
“Las decisiones se toman por motivos sanitarios pero al final ya ves que cada político toma caminos distintos”, reflexionaba Perserises dentro de un bar con solo una mesa ocupada en el interior. “Esto ha sido lo que nos ha mareado y cabreado”.