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Fisioterapia para personas que viven en la calle: una ayuda más para lograr la reinserción

“La idea surgió cuando vi a un hombre que tenía la clavícula rota desde hacía tres años. Debido a su traumatismo no podía trabajar. Él me explicó que estaba en un ciclo muy malo del que no podía salir, nadie le trataba, no tenía una fuente de ingresos y vivía en la calle”. Quien lo cuenta es Òscar Ristol, un joven de 22 años estudiante de Fisioterapia y Psicología. Junto a su compañero, Marc Alati, de 23 años y alumno también de Fisioterapia en Blanquerna (Universitat Ramon Llull), decidieron apostar por esta disciplina como herramienta para ayudar a que las personas sin hogar de Barcelona tengan más oportunidades de reinsertarse.

A través de la asociación Mans Terapèutiques per Barcelona, nacida en enero de 2019, estos dos jóvenes se propusieron contribuir a mejorar la calidad de vida de ciudadanos que a menudo no acceden a los servicios de sanidad. El primero de sus proyectos de voluntariado, que ha finalizado hace escasas semanas, ha consistido en un programa en el que ocho personas sin hogar han realizado ejercicios terapéuticos en grupo y han recibido sesiones individualizadas de fisioterapia dos veces por semana durante un mes.

El escenario que ha albergado la prueba piloto de este programa ha sido la Casa de Cádiz, situada a escasos metros de la Sagrada Familia. Este espacio, del que es copropietario el Ayuntamiento de Cádiz, es una casa ocupada que acoge desde finales de 2018 a personas sin hogar y refugiadas.

En este centro viven 26 personas que antes estaban en la calle y ahora tienen un techo y comida. Desde que se instalaron en la Casa de Cádiz, más de 70 personas han pasado por allí, otras 180 están en lista de espera y 11 de ellas la han abandonado porque han encontrado trabajo y se han podido pagar un piso de alquiler, señalan desde este espacio. 

“Así como la gente tiene conciencia de ir al médico, no tiene tanta de ir al fisioterapeuta”, considera Ristol, uno de los jóvenes fisioterapeutas, que apuesta por llevar esta disciplina de la salud a todas las personas independientemente de su situación socioeconómica. “Todo el mundo debería tener acceso a la fisioterapia, porque realmente puede mejorar mucho la calidad de vida”, sentencia.

La idea inicial era desarrollar este proyecto en parroquias o en la misma calle, recuerdan estos dos jóvenes. En la Casa de Cádiz, sin embargo, han podido realizar sesiones individuales y grupales con un número fijo de personas de forma continuada. “Les ha gustado muchísimo, hemos visto la evolución de la primera semana a la última y hemos podido ver cambios positivos en tan solo cuatro semanas”, asegura Alati, que junto a Ristol está analizando los resultados obtenidos tras un mes realizando la terapia.

Los martes se realizaban las sesiones grupales, con ejercicios de movilización y estiramiento; los jueves se hacían los tratamientos individualizados, donde las ocho personas que han participado en el programa trataban sus dolencias. “Hemos incidido mucho en el autocuidado en casa, con ejercicios de mantenimiento”, indican estos jóvenes fisioterapeutas.

La experiencia de Chantal y Mariano

Chantal es una mujer de 48 años que fue desahuciada del piso en el que vivía con sus hijos. De repente, se vio en la calle con lo puesto. Después de tres meses durmiendo al raso, conoció la Casa de Cádiz gracias a una entidad de ayuda a drogodependientes. Ella es una de las ocho personas que ha realizado el programa Mans Terapèutiques per Barcelona y tan solo en un mes ha notado que su dolor tanto en las lumbares como en las rodillas ha disminuido. “Me hace daño aún, porque fue una lesión muy grave la que tuve”, señala, “pero haciendo cada día los ejercicios sí que he notado mejoría”.

Otra de las personas que ha participado en este proyecto ha sido Mariano, un argentino de 50 años que llegó a Barcelona en diciembre y que ahora vive con Chantal en la Casa de Cádiz. Pide hacer la entrevista en catalán, ya que está recibiendo clases y quiere mejorar su nivel en este idioma. “Así practico”, afirma. 

“Yo los ayudé un poco en la organización [a Ristol y a Alati] y en evaluar a todas las personas que estaban interesadas en la fisioterapia. Preparé una lista de las personas interesadas, la patología que tenían, la edad y se lo mandé”, recuerda Mariano, que tras un mes tratando su dolor en la parte derecha de su cadera ha visto como se ha reducido su molestia en esa zona, después de tres años con esa dolencia. “A mi me dolía la cadera y se me extendía hasta la cintura y con la intervención de los chicos me quitaron el dolor de la parte de la cintura”, asegura.

Aún no está claro si este programa de Mans Terapèutiques per Barcelona continuará en un futuro, pero la intención de sus creadores es mantener este proyecto, eso sí, incluyendo a más voluntarios para que la asociación pueda crecer y trabajar en otras acciones. “Desde el amor a la fisioterapia y desde el amor a la salud”, remachan Ristol y Alati.