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Tras los atentados del 17 de agosto de 2017 de La Rambla de Barcelona y Cambrils, nadie en Ripoll se podía explicar cómo nueve jóvenes de la localidad habían pasado de jugar en el equipo de futbol del pueblo a segar vidas. Pero debajo de esa incredulidad en la superficie, sí había sospechas: varios amigos de los jóvenes estuvieron a punto de ir a denunciar a la Policía sus comportamientos “extraños”. Pero no lo hicieron.
Lo ha descubierto la periodista de TV3 Anna Teixidor tras más de dos años de investigación plasmados en 'Los silencios del 17-A' (Editorial Diéresis) y en catalán 'Sense por a morir. Els silencis del 17-A' (Editorial Pòrtic), un nuevo libro que se publica cuando están a punto de cumplirse tres años de los atentados y tres miembros de la célula están pendientes de juicio en la Audiencia Nacional.
¿Cómo pasan unos jóvenes de Ripoll de salir por la noche, beber alcohol y ligar con chicas a abrazar un rigorismo religioso extremo y obsesionarse con volar la Sagrada Familia? ¿Su entorno vio señales de radicalización? ¿Cuántas caras distintas tenía el imán Abdelbaki Es Satty? Más de 100 entrevistas y un análisis detallado del sumario permiten a Teixidor dar algunas respuestas.
La autora ha acudido semanalmente a Ripoll para contactar y hablar con el entorno de los terroristas y ha viajado a Marruecos para conocer a la familia del imán Es Satty –“un auténtico impostor”– en palabras de Teixidor. La figura de Es Satty, junto al proceso de radicalización de los jóvenes que formaron la célula terrorista, es la columna vertebral del libro.
Algo sospechaban sus amigos –no así sus familias, que de hecho valoraban positivamente que algunos de los jóvenes dejaran de ser 'ovejas descarriadas' para centrarse en la religión–, pero no lo llegaron a denunciar. ¿Por qué? “Entre la sospecha y la denuncia hay un largo camino, sobre todo si es para denunciar a un amigo y que consideras 'de los tuyos'. Uno de sus amigos optó por marcharse a Francia días antes de los atentados para que no se le relacionara con los ataques y al volver le dijo a su familia '¿veis por qué he desaparecido unos días?”, relata Teixidor.
El proceso de radicalización de los jóvenes pilotado por Es Satty empezó antes de la llegada del imán a Ripoll en 2015. “Primero fue el interés por la violencia, luego vino la religión”, expone Teixidor. Los mayores de la célula –Younes Abouyaaqoub, Mohamed Hichamy y Youssef Aalla– empezaron a sentirse atraídos por los vídeos de propaganda de ISIS. Mientras visionaban sin parar imágenes violentas del califato en sus dispositivos móviles, vivían un conflicto en su identidad al sentirse marginados, pese a llevar en Ripoll casi toda la vida. Un cóctel peligroso, descrito a la perfección por Teixidor, que la influencia de Es Satty terminó convirtiendo en mortal. “Es Satty fue el catalizador”, afirma la periodista.
El tiempo y la minuciosidad de la investigación han permitido a Teixidor no solo trazar una cronología de la preparación de los atentados y del camino personal de conversión de los jóvenes en terroristas, sino también observar las carencias que, casi tres años después de los atentados, persisten a la hora de detectar los procesos de radicalización.
En este sentido, Teixidor echa en falta un esfuerzo de la Generalitat y del resto de administraciones. “Se ha hecho poco o nada en el ámbito preventivo, no se han dedicado recursos para que los entornos de potenciales radicalizados reciban el asesoramiento necesario para poder explicar o denunciar los hechos tanto dentro, como fuera de la comunidad. Es duro decirlo, pero estamos prácticamente igual”, lamenta.
La obra de Teixidor no da pábulo a las teorías de la conspiración que han surgido alrededor de los atentados y que la periodista ve influenciadas por la “polarización política” derivada del procés. Tal y como ha reconocido el propio CNI, los servicios de inteligencia estuvieron en contacto con Es Satty en 2014 mientras cumplía condena en la prisión de Castellón, pero Teixidor rechaza que los contactos se prologaran hasta justo antes del atentado. “Es Satty era un impostor y mantuvo un doble juego tanto en sus relaciones sociales, como con el CNI y los cuerpos policiales”, afirma.
“También salieron teorías de la conspiración tras los atentados del 11-S y el 11-M. No hay ningún indicio que permita afirmar que Es Satty siga vivo”, abunda Teixidor la semana en que el diputado de JxCat y abogado de una de las víctimas, Jaume Alonso-Cuevillas, ha sembrado dudas sin pruebas sobre si el imán está muerto. El letrado ya ha sido desmentido por los Mossos.
Descartadas las teorías de la conspiración, Teixidor sí recuerda que todavía existen cabos sueltos sobre los atentados. “En muchos atentados se descubren hechos relevantes sobre su preparación varios años después”, asevera. El más importante en el 17-A son las conexiones internacionales de Es Satty, cuyos frecuentes viajes a Bélgica antes de los atentados pusieron en alerta a los cuerpos policiales y han formado parte de la instrucción judicial sin resultados concluyentes.
“Mossos, Policía y Guardia Civil enviaron muchas comisiones rogatorias al extranjero y peticiones de información, pero con poco éxito”, explica Teixidor, que sí cree posible que Es Satty no fuera en realidad el único cerebro de los atentados, sino que recibiera las órdenes desde Bélgica o incluso Siria, donde el ISIS tenía hace tres años mucho poder. Por desgracia, muchas de las respuestas a las preguntas pendientes quedaron reducidas a escombros en la explosión del chalé de Alcanar.
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