Solas o en grupo, cada vez más mujeres quieren viajar sin hombres: “Una vez lo pruebas, repites”
“Ir dispuesta a todo, con la mente muy abierta y sin juzgar al resto”. Este es el consejo que comparte Montserrat Bolaño con aquellas mujeres que estén considerando aventurarse por primera vez en un viaje en solitario, ya sea completamente solas o bien sumándose a un grupo de desconocidas. Con una multitud de periplos a sus espaldas, con y sin compañía, estos últimos veranos, Montserrat se ha apuntado a escapadas grupales organizadas por agencias femeninas para visitar destinos como Cuba, Turquía o la Provenza francesa.
“Las mujeres se han lanzado a descubrir el mundo”, cuenta Carolina Estellé, directora de la agencia Mujer y Viajera, subrayando cómo el segmento turístico enfocado a mujeres ha crecido exponencialmente desde la fundación de su agencia en 2009, una de las pioneras en España. Según el último informe de la Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV), en 2019 un 65% de mujeres había viajado sola en los últimos años, lo que refleja una clara tendencia hacia la independencia femenina en los viajes.
Para muchas viajeras como Montserrat, estas agencias otorgan a sus clientas una tranquilidad al no tener que lidiar con la logística del viaje. “Este es un factor importantísimo para desconectar y no preocuparse tanto por circunstancias externas, porque sabes que estás en manos de gente experta y también te sientes más segura”, declara.
A sus 43 años, Montserrat, que ejerce como médica en un pueblo de la provincia de Barcelona, asegura que “una vez pruebas este tipo de escapadas, es difícil no repetir”. “En los grupos, casi siempre existe un consenso unánime y predomina una energía muy positiva”, menciona, aludiendo a las dudas que acostumbran a surgir ante la idea de unirse a un grupo de desconocidas.
“He tenido la oportunidad de conocer a mujeres increíblemente potentes e interesantes con las que he podido abordar nuevos temas”, reconoce Montserrat, resaltando así “la magia que se crea con la apertura del primer contacto, algo que en ocasiones resulta complicado de encontrar en amistades de más tiempo”. Lo que facilita la conexión entre las viajeras es que estas agencias suelen organizar escapadas para grupos reducidos.
Montserrat forjó amistad con Lourdes Luque, una mujer de 51 años, profesional de recursos humanos y residente en Barcelona, cuando ambas coincidieron el verano pasado en un viaje grupal de mujeres a Turquía. Hoy en día, siguen viéndose ocasionalmente e intentan reunirse con el resto de las integrantes que hicieron el mismo periplo.
“Aunque la edad del grupo abarca de 40 a 63 años, todas compartimos un espíritu joven y el deseo de intercambiar experiencias”, detalla Lourdes, quien ha viajado con mujeres más jóvenes, apreciando cómo el contraste generacional enriquece la dinámica. “Lo que también tenemos en común es que somos mujeres que queremos cambios en nuestras vidas y un viaje así se nos presenta como un nuevo renacer”, complementa Montserrat.
Los motivos para viajar solas
La directora de la agencia Mujer y Viajera apunta que existen varias razones por las que las mujeres prefieren no unirse a grupos mixtos con hombres. “Algunas no quieren que un hombre les diga qué hacer o las observe, mientras que otras buscan compañeras que compartan sus experiencias y les brinden apoyo”. Además, Carolina, que ha participado en múltiples expediciones organizadas por su propia empresa, constata que el valor añadido de los grupos exclusivos para mujeres radica en la charla, empatía y receptividad que surge entre ellas.
Tanto Montserrat como Lourdes coinciden en el hecho de que durante los viajes han conocido a mujeres con personalidades muy dispares entre sí y con diferentes estatus socioeconómicos. “El punto de unión es que todas hemos atravesado situaciones vitales muy concretas que nos empujan a realizar un viaje a solas o integrarnos en un grupo, para iniciar así un proceso de crecimiento personal”, señala Montserrat.
Este también es el caso de María José, una administrativa de 61 años que vive en Tarragona. Hace cuatro años se quedó viuda y hace dos se animó a viajar sola por primera vez. Escogió Maldivas. “Nunca había viajado sola porque me daba miedo; tuve una gran lucha interior, porque me iba a ir a la otra punta del mundo, a un destino al que siempre quise ir con mi marido”, cuenta María José, quien quiso que una agencia le planificase la estancia al completo para sentirse más segura.
Después de un par de viajes en solitario, María José dice haber ganado en autoestima y haberse quitado miedos, hasta el punto de conseguir hacer esnórquel en alta mar: “Lo más placentero es viajar y encontrarte a ti misma. Yo, por desgracia, he tenido que esperar a esta experiencia para sentirme así”. Ahora quiere dar un paso más allá y sumarse a un grupo de mujeres para ir a Uganda. Argumenta que según el lugar es mejor viajar acompañada “para superar las barreras del idioma, culturales y de género”.
Virginia Granero, una abogada madrileña de 50 años, ha viajado en solitario y ha participado en varios viajes grupales organizados por agencias. El último la llevó hasta Uzbekistán en febrero de 2023, en compañía de otras siete mujeres, incluida Carolina, la directora de Mujer y Viajera. “La presencia de Carolina contribuyó a que el grupo realizase una inmersión cultural que sería casi imposible de hacer si vas sola y sin gente especializada”, comenta Virginia, refiriéndose a las guías turísticas y contactos locales que la agencia despliega sobre el terreno para ofrecer una experiencia más profunda e integradora.
Empoderar a la comunidad local de mujeres
“Los viajes son diseñados por mujeres y están pensados para mujeres”. Esta es la filosofía de las agencias que buscan que las viajeras experimenten el mundo a través de una lente femenina y sostenible, empoderando a su vez a aquellas que se encuentran en los destinos que visitan.
En Uzbekistán, por ejemplo, Virginia recuerda que visitaron diferentes proyectos liderados por mujeres uzbekas en el ámbito laboral. “Fuimos a un taller donde confeccionaban alfombras, después acudimos a un restaurante en el que las cocineras nos enseñaron a hacer el plov -un plato típico de allí- y también asistimos al atelier de una diseñadora de moda”, relata.
Lourdes remarca el valor añadido de lectura de género con el que cuentan estos viajes, ya que las incursiones turísticas que realizan ayudan a dar visibilidad a las mujeres autóctonas. “En Armenia, un país con unos valores patriarcales muy arraigados, hicimos un montón de actividades de este tipo, sin tener ninguna de ellas una visión rosa o edulcorada de la lucha feminista”, concluye.
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