No demasiada gente pensaría que con 50 años se puede hacer pole dance, un deporte artístico originado en los clubs de striptease que se basa en hacer acrobacias y bailes alrededor de una barra vertical de metal. Pero la realidad desmiente el prejuicio. “Es un deporte apto para cualquier persona, condición física, metabólica, de edad, género y sexo”, explica Patricia Roqueta, gerente de la escuela Feeling Woman, que enseña esta práctica en Barcelona.
“Me hace desconectar de la rutina y físicamente me siento mejor”, explica Lola Santos, 51 años, pole dancer desde hace dos. “Me siento orgullosa de poder hacer una actividad de esta índole a mi edad”.
Nacido a mitades del siglo XX y vinculado inicialmente a los strip clubs, en los años 90 se abrió en Las Vegas la primera escuela que enseñaba esta práctica como deporte. A día de hoy, hay cientos de academias repartidas por todo el mundo —solo en Catalunya hay una treintena— que divulgan una actividad que para algunas de sus practicantes se ha convertido en algo que va mucho más allá de un simple baile.
Como Lola Santos, cada vez hay más mujeres que superan la cincuentena y se han visto atraídas por este deporte. “Es un momento en que ya no se es joven pero tampoco mayor”, expone Roqueta, que celebra que las aficionadas empiecen a perder el miedo: “Hasta hace poco era una actividad muy tabú: muchas mujeres querían, practicarlo pero no lo hacían por los prejuicios sociales”.
La gerente de esta escuela de pole dance explica que, cuando quiso importar esta práctica de EEUU al gimnasio en el que trabajaba, tuvo que enfrentarse a los estereotipos que pesan sobre este deporte. “Se pensaban que todas éramos strippers o prostitutas”, rememora. “En ese momento en España solo estaba la escuela de la bailarina Chiqui Martí, que enseñaba pole dance para strippers. Era una práctica empoderada, pero con el foco más en lo sensual que en lo deportivo”, explica.
La escuela de Roqueta fue pionera a nivel deportivo porque, a pesar de enseñar con tacones, sus clases se centraron en mezclar trucos acrobáticos y acondicionamiento físico con el baile. “Después de unos años se empezó a ver que era un deporte y que era más acrobático que sexual y sensual”, remacha.
La gerente empezó con seis barras hechas por un herrero porque las especializadas de pole dance aún no se podían adquirir en España. Con el paso del tiempo y el auge de esta práctica, la escuela Feeling Woman es referencia no solo en España, sino también a nivel mundial gracias a sus instalaciones compuestas de cinco pisos y más de 2.400 metros cuadrados, lo que ellos llaman “la mansión del pole”.
Tener 50 años no es un impedimento, es una razón
La propietaria y entrenadora destaca que esta práctica es positiva especialmente para personas de 50 años y que ahora ha notado un aumento en las alumnas de estas edades. “Se suele evitar el ejercicio físico extremo porque se asocia a deportes que necesitan un entreno previo”, señala Roqueta, que también está en la cincuentena. “Pero es un trabajo físico de alto rendimiento que se puede adaptar a la persona”.
Las practicantes de este deporte destacan beneficios tanto físicos como psicológicos. Encarna Dorado, asesora jurídica de 55 años, cuenta que muchas veces su trabajo le llena la mente y el estudio de pole dance es el único sitio donde no piensa. “Las personas de mi edad, si no tienen un problema tienen otro, y todo lo que nos haga dejar de pensar nos vuelve más optimistas”.
Santos explica que le gusta la disciplina, pero que, a diferencia de las alumnas más jóvenes, no se quiere arriesgar tanto y va con cuidado de no lesionarse. Afirma que no tiene ese empeño de superación de sus compañeras veinteañeras, sino que simplemente busca mejorar día a día. “La edad no es un límite”, opina Dorado. Ella es otra de las mujeres que ha empezado pole dance pasada la barrera de la cincuentena.
Su caso es excepcional, aunque siempre ha estado muy activa, explica que en este deporte encontró algo diferente: el compañerismo. Relata que no ha visto ese grado de camaradería en ningún otro lugar y le parece fascinante como las pole dancers se alegran de la evolución de sus compañeras.
Incentivar el amor propio y reafirmarse son dos de los grandes rasgos de esta disciplina. Roqueta relata que en su escuela nadie se fija en los atributos físicos de nadie. “El pole dance es otro mundo, las envidias y los malos rollos desaparecen, no hay prejuicios. Estás en tu segunda casa”, asegura. “Las alumnas vienen buscando siempre la experiencia de diversión, de pasarlo bien, de tener su momento y su espacio para conocer gente nueva”.
El pole dance es otro mundo, las envidias y los malos rollos desaparecen, no hay prejuicios
“A partir de los 50 años ya tenemos los hijos grandes y necesitamos tener nuestro espacio”, coincide Johana Avila, de 53 años. Ella practicaba bailes latinos y cuando tenía 28 años vio un espectáculo de Chiqui Martí. Se prometió probar el pole dance algún día. No fue hasta después de cumplir los 50 cuando encontró el tiempo libre para cumplir su objetivo.
Más que un entrenamiento
Avila no se ha limitado solo a entrenar en esta disciplina, sino que ha participado activamente en competiciones como amateur desde que tuvo la posibilidad. Ha pasado por escenarios internacionales como el del certamen Pole Art Italy en 2022, pero también nacionales como el campeonato Pole Spain tanto en su edición de 2023 como en 2024.
Su primera entrada a esta competición nacional fue particularmente especial porque representó con su coreografía una realidad personal: la violencia de género. Asegura que fue un reto muy grande porque fruto de la agresión perdió su amor por el baile y desarrolló miedo escénico. “Normalmente los acosadores te hacen no hablar, perder tus amistades, perder la confianza en ti misma”, declara. “Representar la violencia de género fue un reto, pero puede ayudar a alguna mujer a darse cuenta de que sí que se puede superar”.
Alrededor de una barra de cromo conquistó sus miedos y quedó galardonada con una tercera posición en la categoría máster +40, a pesar de ser la única competidora que alcanzaba la edad de 50 años.
Ella, cuando recomienda a las personas de su generación intentar esta disciplina, asegura que recibe respuestas sorprendidas que afirman ser demasiado mayores. Johana les recuerda que la palabra “mayor” hay que quitarla. “Nunca es tarde para empezar”, concluye.