Nosheen, Akisha y Eloi son tres adolescentes de Barcelona. Han quedado al acabar las clases en la librería La Central y, sin haberlo pactado antes, se encuentran en el espacio en el que se exhiben las novedades. Ahí, entre libros de autores de renombre, multipremiados y bien pagados, se encuentran ellos. Nosheen, Akisha y Eloi comparten estantería con Paul Auster, Elisenda Roca o Santiago Lorenzo.
Ellos son tres de los autores de 'Historias del Raval' (Blackie Books, 2022), bajo cuya portada se encuentran 21 cuentos de distintos adolescentes de este barrio de Barcelona, que han usado la escritura para explicar sus vidas, miedos y deseos. Escritos indistintamente en castellano y en catalán son relatos que, en definitiva, hablan a un mundo que sienten que no les escucha. “Si te fijas, hay muchas series y películas sobre adolescentes, pero no son reales. Hacemos ganar mucho dinero a la industria, pero nadie cuenta realmente qué nos pasa”, se lamenta Eloi.
Él tiene 17 años y fue el participante más joven del concurso literario que organizaron la librería La Central y la editorial Blackie Books. Buscaban jóvenes de entre 15 y 18 años con talento para la escritura, que se formarían en talleres de la mano de los escritores Miqui Otero y Juan Pablo Villalobos para pulir unos relatos que acabarían convirtiéndose en un libro. Eloi tenía entonces solo 14 años, pero su relato gustó tanto que hicieron una excepción.
El cuento que firma en el libro, 'La sociedad en la muerte', es “una historia sin más”, según dice él. Cuenta que escribe sobre lo que está de moda, pero aportando su punto de vista. En su relato se nota la fiebre creciente por la ciencia ficción de misterio de la mano de series -protagonizadas, de hecho, por adolescentes- como 'Dark' o 'Stranger Things'. Pero la diferencia es que, en este caso, el joven no es solo el actor principal, sino también el guionista.
Y eso, según el escritor Miqui Otero, se nota. “Los adolescentes hablan su idioma, uno que los adultos vamos olvidando, pero nos empeñamos en reproducir. Ellos explican las cosas sin prejuicios, con una escritura muy pura y visceral”, expone. Otero, junto a Juan Pablo Villalobos, fue el maestro de estos adolescentes durante las dos ediciones de los talleres, de los cuales se han celebrado dos ediciones, en 2019 y en 2021.
Pero las clases no buscaban solo que aprendieran a describir un personaje o a elaborar un diálogo creíble. El taller y el libro que se publicó con los relatos que de él salieron quiere explicar un barrio de la ciudad que ha sido criminalizado “porque lo ha explicado gente de fuera. Hay partes de una ciudad que solo las puede contar esa gente a la que no se escucha”, dice Otero. “Los bancos, bares y calles son los mismos que puedes ver tú, pero tu relato no será completo”, añade el escritor.
Por eso, en los cuentos de estos adolescentes el barrio es un personaje más y un ejemplo de eso es 'Chit Chat', el relato de Akisha, una joven filipina de 17 años. Una cafetería del Raval se convierte en el punto de encuentro de dos adolescentes que un día entrecruzan miradas en la calle y que acaban entablando una relación de amor plagada de infortunios que no se pueden entender sin tratar cuestiones de clase o diferencias socioculturales entre las jóvenes.
Akisha cuenta el Raval con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero desde el amor hacia un barrio que para ella es un hogar. “Hay mucha gente que dice que es una zona peligrosa y es cierto que a mí algunas veces me da miedo, pero no porque sea el Raval, sino porque creo que cualquier gran ciudad da miedo”, explica. El Raval que describe Akisha es esperanza y oportunidades, pero también es angustia. Por el abandono y la soledad en medio de un espacio lleno de gente. Angustia, además, por el cambio. “El barrio a estas edades es tu ciudad, es lo que conoces. Un escenario de peleas, de felicidad que se tiene que vivir para entenderlo. Y el problema es que los barrios, al igual que las vidas de los adolescentes, los explican adultos que no los han pisado nunca”, asegura Otero.
“El libro es una llamada de atención a los adultos”
Estos jóvenes escriben de lo que conocen. Akisha narra una historia de amor, pero muy alejada de la que se puede encontrar en las novelas adolescentes o las series de Netflix. La industria cultural ofrece una mirada “morbosa” de la adolescencia que les incomoda y les indigna. “Todo lo que encuentras son historias de sexo, drogas y alcohol, cuando esa no es para nada nuestra realidad”, relata Nosheen, joven paquistaní de 19 años. “Es cierto que hay series que tratan temas que de verdad nos afectan, como la salud mental, pero cuando ves una serie sobre el suicidio, trata lo que pasa después de que el personaje muera, no las causas que lo han llevado a hacerlo. Como mucho te explican que estaba triste porque le hacían bullying y ya”, se lamenta Nosheen.
El relato de Nosheen, '11 suïcidis', llega precisamente para llenar ese vacío sobre la salud mental. El título de su cuento deja poco a la imaginación y da lo que promete, pero no desde lo morboso, sino desde la introspección más dolorosa. “El cuento va de la amistad. Los 11 suicidios son 10 amistades que yo he perdido. Y la undécima es la mía propia, porque he dejado de ser mi amiga y, por eso, decido suicidarme”, explica Nosheen. Su relato es “una llamada de atención a los adultos, para que no se olviden de lo que cuesta avanzar sintiendo ansiedad y depresión. Que no se olviden de lo duro que es ser pequeños e incomprendidos”, añade.
Los relatos de estos 21 adolescentes, independientemente de la temática que traten, ya sean tristes, irónicos o alegres, son todos cuentos orgullosos. Todos destilan la emoción de quien abre las puertas de su casa y, por primera vez, lleva las riendas del relato y no se tiene que conformar con que sus vidas las cuenten otros. El libro es, tal como reiteran, una llamada de atención a los adultos, pero no una “crítica feroz contra ellos”.
Estos tres adolescentes piden comprensión y acompañamiento a los adultos que les rodean. Un trato que, según aseguran, han encontrado en Miqui Otero y Juan Pablo Villalobos. “Más que publicar el libro, lo que me llevo de esta experiencia son los talleres con ellos”, reconoce Eloi. Estos jóvenes reconocen que ninguno sabía que tenían delante a dos conocidos escritores y, ni mucho menos, les habían leído antes. Pero ya son maestros. “Se notaba que querían acompañarnos y que escribiéramos bien, pero querían que lo hiciéramos porque nos gusta, no porque tuviéramos que hacerlo”, apunta Akisha.
Para Otero y Villalobos, padres e impulsores de proyecto, también ha sido una experiencia enriquecedora. Tanto, que la intención es mantenerla en el Raval y ampliarla a otros barrios. “Hay personas maravillosas con historias maravillosas que tienen que ser leídas y escuchadas, pero que, sin ayuda, nunca lo serán. Y aquí hay un componente de clase que no podemos olvidar”, recuerda Otero. “Si constantemente te están diciendo que no vales, que tu barrio no es un buen lugar y que tu edad es un impedimento, ¿cómo vas a pensar que tus ideas pueden ser de interés para nadie?”, se pregunta el escritor.
Ese es, pues, uno de los objetivos del proyecto: empoderar a los jóvenes y demostrarles que sus vidas son tan válidas como la del pequeño Simón, a quien Miqui Otero dio vida en la novela homónima que vendió más de 20.000 ejemplares y que tendrá su propia serie. “Hay mucha gente que no se cree merecedora de ser escritora”, asegura el novelista. Cuenta que, en una de las sesiones del taller, propuso a los jóvenes que se definieran con un adjetivo. La mayoría escogió “normal”. “Quieren ser normales y creen que lo que les pasa no es literalizable, pero sí lo es. Lo importante no es tanto que algunos de ellos se acaben convirtiendo en escritores, como que entiendan que sus vidas son relevantes”, remacha Otero.
Y esa es precisamente la lección que se llevan Eloi, Akisha y Nosheen. Los dos primeros no creen que su futuro se encuentre en la la literatura, pero Nosheen sí que querría verse a sí misma como una futura escritora. Es una lectora voraz desde que iba a primaria, afición que le debe a una profesora suya. De ahí empezó a escribir y le gustaría que esa pudiera ser su ocupación. Aunque le da miedo no conseguirlo, el hecho de ver su nombre en la portada de un libro junto a otros grandes de la literatura le da esperanzas y, al menos, algo de lo que presumir ante vecinos y amigos.