Son muchos los programas que en los últimos años se han desplegado para combatir los abusos sexuales a menores. A raíz de escándalos de pederastia como el de Maristas o Montserrat, las administraciones y entidades han desarrollado protocolos para profesionales y talleres para niños y niñas, pero pocos han puesto el foco hasta ahora en los abusadores. Es el caso de PrevenSI, un programa pionero en España que busca tratar a aquellos pedófilos que tienen miedo de llegar a satisfacer sus deseos sexuales.
El Instituto de Psicología Forense (IPF), el Instituto de Trabajo Social y Servicios Sociales (INTRESS) y la fundación Ires han puesto en marcha un teléfono, el 900 440 443, con el que atender a pedófilos y derivarlos a sus servicios de psicología y psiquiatría. “El de los pedófilos es un mundo oscuro, porque provoca rechazo social, pero no son delincuentes, y muchos sufren por miedo a cometer abusos”, explica Antonio Andrés Pueyo, supervisor del IPF y profesor de Psicología en la Universidad de Barcelona.
A diferencia de la pederastia, que es el delito de abuso de menores, la pedofilia es solo una parafilia, un trastorno en el deseo sexual como puede ser el exhibicionismo o el frotismo, pero en este caso con preferencias por los niños y niñas. Está considerado un trastorno psiquiátrico, según el 'Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales', y muchas personas pueden convivir con este deseo sin llegar nunca a delinquir.
Según Pueyo, PrevenSI –que es por ahora una iniciativa privada– se inspira en programas 'Stop it Now!' o 'Don’t Offend', que reciben ayudas públicas y alcanzan a cientos de personas cada año en Reino Unido y Alemania, respectivamente. Un total de 36.443 personas contactaron con el primero a través de su línea telefónica o de su web en 2017 para recibir ayuda y consejo. En el caso del programa alemán fueron 10.499 en 2018, una cifra que se tradujo finalmente en 1.783 personas que acabaron sometiéndose a terapia.
El tipo de terapia que plantean estas iniciativas levanta sobre varios pilares, entre ellos la educación sexual o las técnicas de autocontrol. Pero una parte fundamental es el tratamiento de las “distorsiones cognitivas”, es decir, de las alteraciones de la percepción de los pedófilos sobre su deseo, que les llevan a justificar en algunos casos el abuso. “Muchos te dicen que la sociedad es muy hipócrita, que las relaciones no son del todo malas, que es una cuestión cultural…”, expone Pueyo. Los profesionales en este caso confrontan sus pensamientos para que entiendan que, sea cual sea su razonamiento, los niños víctimas de abusos siempre sufren un daño de por vida, en forma de secuelas como desórdenes alimenticios, pesadillas, baja autoestima, depresión o incluso inclinación por las autolesiones.
En muchos casos, relata Pueyo, los pedófilos se mueven en una escala de grises que no va de la abstinencia absoluta a la violación reiterada de menores. Teniendo en cuenta que es un trastorno casi imposible de corregir, razona este psicólogo, en algún momento de sus vidas muchos pedófilos pueden consumir la mal llamada pornografía infantil. O llevar a cabo conductas inapropiadas como observar a niños desnudos o realizarles caricias o tocamientos inventando algún juego como pretexto. “Muchos de ellos trabajan en escuelas, centros de menores…”, sostiene Pueyo.
Desde el Instituto de Psicología Forense abrieron hace dos años un servicio para tratar estos trastornos al darse cuenta de que sólo existían tratamientos de este tipo en la cárcel. “Algunos internos nos contactaban al salir porque querían seguir viéndose con un profesional para evitar recaídas”, explica este psicólogo. Lo mismo les ocurría con personas condenadas por delitos sin pena de prisión, como el consumo de pornografía o el ciberacoso (grooming, en inglés).
A día de hoy se desconoce qué porcentaje de población es pedófila o puede haber tenido pensamientos que encajen con esta parafilia, pero desde PrevenSI se hacen eco de un estudio llevado a cabo en Alemania que apunta a que un 4,1% de los hombres ha admitido haber tenido fantasías sexuales con prepúberes. Así se publicó en 2016 en The Journal of Sex Research.
Con todo, desde esta iniciativa son conscientes de que el tratamiento con pedófilos es solo una fórmula para combatir los abusos y de que no todos los que llamen a su teléfono son potenciales delincuentes. Además, recuerdan que hay una parte importante de la pederastia que no tiene que ver con la pedofilia, sino que la llevan a cabo personas que no necesariamente se sienten atraídas por los niños, sino que pueden querer mantener relaciones sexuales con menores para probar, para someterlos y abusar de su poder, o por venganza contra familiares.