El quiosquero de calle Poeta Cabanyes de Barcelona, Quim Torres, de 45 años, no sabe que vive en una auténtica aldea gala de los ‘comuns’, pero tampoco le sorprende. Conoce bien a su clientela y él mismo les vota, ahora a ellos y desde que tiene conciencia política a ICV. Además, añade como si de una señal se tratase, desde hace un tiempo ha ganado un cliente que tiene que ver con el partido. “Viene a comprar el periódico los fines de semana...”, añade en cierto tono de confidencia, desde dentro del local.
El nuevo cliente del quiosco es Xavi Domènech, que se acaba de mudar al barrio y no tiene ni idea de que esa zona concreta del Poble-sec es la única de toda Catalunya donde En Comú Podem quedó primera el pasado domingo. Es una pequeña sección censal formada por cinco calles, la de Elkano por abajo y cuatro perpendiculares que la cruzan y suben hacia Montjuïc: Poeta Cabanyes, Tapioles, Margarit y Blasco de Garay. Los comuns obtuvieron en esas tres manzanas un 22,8% de los votos, más del doble que el 9,2% de media sacaron en Barcelona y del 6,9% que obtuvieron en toda Catalunya.
El partido de la alcaldesa Ada Colau, liderado en las autonómicas por Jéssica Albiach, quedó relegado en Barcelona a la cuarta fuerza –en 2017 fueron la quinta, con un porcentaje parecido–, pero en estas calles no solo aguantó el tirón a su principal rival, el socialista Salvador Illa, sino que logró superarlo por dos puntos porcentuales. ERC quedó tercera. Esa percepción de reducto morado, además, se confirma en los resultados de otras elecciones. En las municipales, en las que Colau se impuso en numerosos barrios, de nuevo en estas manzanas fue donde recibió más apoyos: el 38% del voto.
El quiosquero Quim Torres explica que vota a los comuns porque se considera una persona de “izquierdas e internacionalista”. El local lo heredó de su familia y él ha vivido siempre en el Poble-sec, un barrio de tradición obrera que en las últimas dos décadas ha experimentado una importante transformación. Ubicado en la falda de Montjuïc, con calles estrechas y mucha densidad, tiene una renta familiar por debajo de la media de la ciudad, aunque en los últimos años ha ido mejorando.
Al mismo tiempo que ha visto asentarse una importante población inmigrante –sobre todo, paquistanís y dominicanos–, el Poble-sec ha sido también un barrio con calles muy gentrificadas, irradiado por el centro de la ciudad, con la consiguiente proliferación de pisos turísticos y el aumento del precio del alquiler.
“Ahora mismo es un barrio muy diverso”, resume Jordi Trenzano, mientras pasea su perro por la calle Elkano. Él también vive en Poeta Cabanyes, pero prefiere no revelar el sentido de su voto. Periodista de profesión, trabajo durante un tiempo en la sección de Distritos de El Periódico, que es precisamente el más comprado –en su versión en castellano– en esta zona, según el quiosquero. Trenzano suscribe la radiografía de su barrio y le añade otro elemento: “Tiene un tejido asociativo muy importante”.
En todo el Poble-sec, la candidata Albiach logró un nada desdeñable 14,1% del voto, dos puntos más, de hecho, que el 12% que sacaron en 2017. En esa ocasión, el cabeza de lista era Domènech.
Los contrastes del barrio se aprecian en los comercios que pueblan estas cinco calles. Modernos locales de copas conviven con bares de viejos parroquianos. No pocos talleres de artesanía han abierto en los últimos años. “Han venido bastantes modernos a vivir aquí, aunque sigue teniendo un alma de barrio popular”, explica Cristina Ramos, que vive en la calle Margarit, una de las que integra la aldea morada.
Esta mujer nació y creció en el piso donde ahora vive con su pareja y sus dos hijos. Es, ella también, una simpatizante de los ‘comuns’, aunque esta vez les falló. “Mira que les he votado siempre. A Ada Colau las dos veces, en las generales... Pero esta vez hice un voto útil a Illa”, reconoce. “Era un voto de izquierdas y no independentista”, describe, aunque precisa que por políticas sociales, quien se acerca más a su forma de pensar son los de Jéssica Albiach.
En la paralela calle de Blasco de Garay, cerca de la Plaça del Sortidor, una mujer de mediana edad vuelve de hacer cuatro compras. Se acerca el mediodía, empiezan a aparecer muchas familias que han ido a buscar a los críos al colegio y Laura se dispone a hacer también la comida. “No tenía ni idea de que aquí les votasen tanto…”, comenta, en el portal de su bloque. Ella también les votó, aunque añade que últimamente no cree mucho en los políticos. “Espérate que no sea la última vez que lo hago”, advierte. Mientras tanto, su voto fue uno de los 90 que se depositaron en esa mesa.
22