“El top manta lo llevamos dentro. Para muchos senegaleses es el primer trabajo de su vida”. Ibrahima Seydi lo comenta sentado en el suelo, delante del hotel Miramar, donde esculpe pequeñas obras artísticas. Emigró de Senegal a Francia hace 18 años. Luego se trasladó a Catalunya. Durante un tiempo se ganó un buen sueldo como encofrador pero la crisis se llevó por delante aquel empleo, como el de tantos senegaleses que trabajaban en la construcción. Para muchos compatriotas suyos, el top manta y la recogida de chatarra quedaron como única alternativa.
No es un fenómeno únicamente catalán. El 'top manta' está presente en las grandes ciudades europeas. Lo hay en Madrid, Roma o París. Pero también y sobre todo, lo hay en Dakar. Saiba Bayo explica que en algunas zonas de la capital senegalesa hay tantos vendedores ambulantes que colapsan el tráfico por determinadas áreas turísticas. Politólogo y consultor de empresas, Bayo también trabajó como intérprete en los Juzgados y allí se dio cuenta de que los comerciantes exageran en la valoración que hacen de las pérdidas que les supone este tipo de ventas. “Quien compra un bolso de marca en el top manta por 10 euros, seguro que no compraría uno igual por 400 en la tienda legal”, asegura.
Durante su etapa en los juzgados, Bayo constató que las imitaciones son, por regla general, muy burdas. Pese a eso, hay mucha gente que prefiere comprar bolsos o productos de una supuesta marca de calidad aunque se note que es una falsificación. Lejos quedan los tiempos en que la manta o la sábana iba cargada de CDs o DVDs, y que dio nombre a la actividad, el 'Top Manta'. El formato quedó pasado de moda y nadie lo compraba ya. Ahora el material que causa furor son bolsos, carteras, camisetas del Barça o fulares.
Los vendedores compran la mercancía en grandes almacenes gestionados por ciudadanos de nacionalidad china, situados sobre todo en Sant Adrià de Besòs y Badalona. Antes muchos de los manteros vendían material de otros a cambio de retornarles las ganancias, por lo que no les preocupaba tanto si se lo quitaba la policía. Pero esos tiempos han pasado. Si ahora les decomisan los artículos, significa una pérdida económica importante, a veces inasumible para poder reinvertirlo en material. Por eso defienden su carga con mucho más coraje.
Todos los interlocutores insisten en destacar la actitud pacífica mayoritaria de los vendedores ambulantes. “No todos son santos y la presión ha hecho cambiar el carácter de algunos”, reconoce Mawa Ndiaye, secretario general de la Coordinadora de Asociaciones Senegalesas de Cataluña, que hace doce años que trabaja como técnico de la Dirección General de Juventud de la Generalitat, pero añade que “de violencia, cero. Como mucho, son duros a la hora de regatear”.
“Buscarse el café” para ganarse la vida
Ibrahima Seydi ejemplifica este talante con la petición de perdón por parte de representantes del colectivo de vendedores ambulantes de Salou, a raíz de los altercados que se produjeron después de la muerte de Mor Sylla, al caer del piso donde vivía con otros compañeros senegaleses, la madrugada del 11 de agosto. Dentro del colectivo senegalés existe la convicción de que Mor cayó al resistirse a los mozos de escuadra que querían detenerle, versión negada por los portavoces policiales, que aseguran que cayó solo.
Está muy claro, sin embargo, que el top manta no hace rico a nadie. Ni a Mor Sylla, que hacía de mediador entre los comerciantes chinos que le vendían el material, y los jóvenes senegaleses dedicados al top manta. En los buenos tiempos, el top manta era una segunda ocupación, con la que se conseguía un pequeño sobresueldo. “Buscar el precio del café” es la expresión coloquial con la que se refieren los senegaleses a este hecho, lo que da a entender las bajas retribuciones que suelen obtener, aunque como en toda actividad de comercio las ventas son irregulares y tienen picos y valles.
A pesar de que el top manta es un trabajo casi monopolizado por senegaleses, muchos la dejarían si pudieran. “La mayoría de los chicos lo quiere dejar porque se ha convertido en un infierno”, explica Seyde. La opción de la recogida de chatarra es más arriesgada para su salud pero se ahorran las carreras, algunos insultos y los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Recoger chatarra, eso sí, rompe una de las costumbres tradicionales de este colectivo: actuar juntos, formar comunidad. Por costumbre los manteros trabajan juntos, duermen juntos, viven juntos. Y se ayudan entre ellos. Si a alguien le decomisan el género, siempre habrá un compañero que le dejará dinero para comprar de nuevo.
Una polémica intermitente
¿Pero cómo dejarlo y para hacer qué? Un grupo de senegaleses se ha integrado en una cooperativa de recogida de chatarra que se acaba de poner en marcha, pero son pocos ante los centenares de personas que se dedican a este menester. Crear una cooperativa de vendedores ambulantes toparía con el mismo problema. Mawa Ndiaye es bastante escéptico ante la actitud de la Administración: “Hasta ahora la única solución que han adoptado es reducir la presencia de manteros en la calle sin erradicarlos y esperar que pasen los meses del verano”. La venta ambulante nunca desaparece del todo y se reaviva en Navidad, pero pasado agosto merma tanto que cada año deja de preocupar a los políticos.
La llegada del nuevo equipo de gobierno a la ciudad de Barcelona ha generado esperanzas en los vendedores ambulantes y las entidades sociales que les apoyan. Han hablado directamente con los concejales implicados en esta cuestión, que los han convencido de su buena voluntad para encontrar soluciones estables. De hecho, intuyen, como Aurea Martín, de Tras la Manta, que algunos miembros de la Guardia Urbana, en connivencia con los grupos opositores de derecha, quieren aprovechar el conflicto del top manta para socavar el gobierno de Ada Colau imputando a los manteros unas actitudes violentas que entienden que son provocadas: “La prensa reaccionaria busca fotos de enfrentamientos para acusar a la alcaldesa de pasividad”.
La posibilidad de establecer espacios fijos para la venta ambulante en zonas céntricas, al estilo de Picadilly Circus, en Londres, o la regularización administrativa de los senegaleses que trabajan en el top manta son dos de las reivindicaciones que reclaman los miembros de esta comunidad . ¿Y el efecto llamada? “Es una expresión vacía de contenido, hipócrita y que se utiliza para asustar a la gente. Si la gente tuviera papeles y trabajo, no habría ningún problema con el top manta”, asegura Saiba Bayo.