No es la marabunta de todos los años, pero en Barcelona hay turistas. Y la mayoría siguen con su ruta por la ciudad ajenos a la recomendación del Govern para no salir de casa en vigor desde ese sábado, que no incluía una petición específica para los visitantes extranjeros. “Ayer por la tarde llamé al hotel y me dijeron que podía venir sin problema”, resume frente a la Sagrada Familia Marie, una turista francesa que ha llegado esta mañana a Barcelona con su novio.
La ruta sabatina de elDiario.es por la ciudad de Barcelona permite constatar que los turistas no se han enterado de las restricciones aprobadas por el Govern o los que sí las conocen han decidido aprovechar su estancia en la ciudad y no quedarse en la habitación del hotel. Entre los locales que no se han ido a sus segundas residencias también hay quien obvía las recomendaciones del Govern, mientras que otros, con mucho miedo, solo han salido para comprar y dar una pequeña vuelta por el barrio, tal y como ha pedido el Ejecutivo.
“Hemos leído esta mañana las medidas, pero nos quedan solo dos días en Barcelona y no creo que pase nada”, señala también frente al templo de Gaudí una turista proveniente de Hungría junto a sus dos hijas, que prefiere no dar su nombre.
Otros sin embargo se han enterado de las nuevas recomendaciones del Govern para contener la pandemia cuando se lo ha dicho este diario. “¿En serio han pedido no salir de casa?”, exclaman sonrientes Johanna y Angela, dos jóvenes alemanas que llevan una semana en la ciudad y que después de pasar por la Sagrada Familia –que sigue cerrada– tienen previsto ir al Park Güell.
Frente a otra de las maravillas de Gaudí, la Pedrera en el Passeig de Gràcia, James y Andrew, dos hermanos británicos que llegaron este viernes por la tarde a Barcelona, tampoco tienen previsto varias sus planes por las nuevas medidas. “Ni en el avión nos dijeron nada y nos enteramos de las nuevas restricciones porque nos llamó nuestra madre, que lo había leído en Internet, mientras nosotros estábamos aquí de shopping”, asevera James. “Yo entiendo que todo esto es para los locales”, apostilla Andrew.
Bajando por el Passeig de Gràcia de hecho, se observa cómo tanto locales como turistas entran libremente en las tiendas. El Govern dijo este viernes que impondría la obligación de cita previa para los establecimientos no esenciales –sin hacer mención alguna a los centros comerciales. Sin embargo, la obligación se ha diluido en la publicación de la medida en el Diari Oficial de la Generalitat (DOGC) este sábado, que solo establece la cita previa o el envío de las compras “en la medida que sea posible”.
“Hoy se puede entrar normal, el lunes ya veremos”, resumían en una tienda de ropa del Passeig de Gràcia. En la macrotienda de Apple en la plaza Catalunya sí había control de aforo. No así en el Fnac y en el centro comercial del Triangle, en la misma plaza. Precisamente la falta de claridad en las medidas es una de las críticas de los alcaldes y alcaldesas de Barcelona y los 12 municipios metropolitanos afectados.
Lo que sí se ha prohibido claramente son las reuniones de más de 10 personas tanto en el ámbito privado como público, incluyendo bodas, servicios religiosos, celebraciones, entierros y la práctica deportiva. La prohibición no ha llegado al arzobispado. Este sábado en la catedral de Barcelona, que seguía abierta a turistas, se ha celebrado misa de doce con decenas de feligreses y a la una un entierro.
¿Y la autoridad dónde está? Las cuatro patrullas de los Mossos d'Esquadra que ha visto este diario al mediodía por el centro de la ciudad este sábado no controlaban que no hubiera aglomeraciones o el aforo de los establecimientos sino que identificaban a un mendigo en la plaza Catalunya y más abajo, en la Rambla al lado del Liceu, pedían a un ciudadano de origen marroquí de dónde había “sacado” su teléfono móvil.
En la Barceloneta, este sábado los bañistas podían mantener sin problemas la distancia de seguridad por la menor afluencia de gente, mientras los restaurantes de la costa veían con miedo, cómo se cancelaban varias reservas. Por ahora los alcaldes metropolitanos no han decidido si cerrarán las playas.
Juan Valera, vecino “de los de toda la vida” de la Barceloneta, sabe que en cualquier momento se pueden volver a cerrar las playas. Él y su grupo de amigos van cada día a lo que llaman su “local social”, un pequeño recinto a pie de playa donde es habitual ver a hombres mayores jugando al ajedrez y pasando la mañana. “Este año se está muy tranquilo, hay muchos menos turistas y hay más espacio”, celebra este vecino. Asegura que él y su grupo de amigos son conscientes de las recomendaciones, mantienen las distancias y van con las mascarillas todo el rato, por eso espera que no vuelva a haber confinamiento en la ciudad.
“Si nos vuelven a confinar nos volveremos a encerrar, esperamos que no pase, de momento aprovecharemos mientras podamos”. Por esto le grita a su compañero “quita pa’allá que no guardas la distancia!” mientras posan para la fotografía.
A pocos metros de este grupo de amigos se encuentra el local del Servicio de Socorrismo de playas de Barcelona. Uno de sus trabajadores se prepara para arrancar la jornada laboral. Pese a ser el primer día con nuevas restricciones en la ciudad, asegura que su sensación es que “hay la misma gente que los últimos días, quizás un poco menos porque no hay mucho turismo”.
Algunas patrullas de la Guardia Urbana de Barcelona transitan por el paseo marítimo, y al preguntarles aseguran que “está todo tranquilo y la gente respeta la distancia”. Por eso recomiendan, cuando se acerca un viandante a preguntarles, que “aprovechen para ir a la playa, ahora que todavía se puede”.
Algunos vecinos, sin embargo, critican que no haya más policía. Es el caso de dos vecinos octogenarios de les Corts que se ha acercado en autobús al paseo marítimo. “No me parece bien como se pone la gente en la playa, deberían respetar más las distancias y estar más ordenados”, critica María Teresa Gatius mirando a la arena. Esta vecina lamenta que cuando, en ocasiones, ha recriminado a gente joven no llevar mascarilla en espacios públicos le han gritado “que se vaya a su casa, que es mayor”.
Aunque por la mañana el número de bañistas ha sido menor que el de un sábado habitual en Barcelona, esta tarde la afluencia ha obligado a que la Guardia Urbana cerrara a las playas de la Mar Bella, Bogatell, Barceloneta, Sant Sebastià y Nova Icaria.
El bar Salamanca lleva más de 50 años abierto en la Barceloneta. A estas alturas del año estarían con todas las mesas llenas, pero ahora con la pandemia y las nuevas restricciones ven como su terraza está completamente vacía al mediodía. Esta misma mañana más de 10 mesas les han cancelado las reservas, sobretodo los grupos. “No hemos salido del primer ERTE que tenemos y vemos como tendremos que ampliarlo a aún más gente, aun no hemos levantado cabeza y vamos a peor”, lamenta el responsable del local, Alfredo Gómez.
“No hay turistas, no hay gente, no hay control de nada, la gente no lleva mascarilla, es un desastre todo”, constata Gómez. Tras más de 42 años al frente de este restaurante, su responsable se muestra poco esperanzado con las nuevas restricciones. En los bares y restaurantes se limita el aforo en el interior de los establecimientos al 50% y se prohíbe consumir en la barra. En las terrazas, el aforo tiene que ser el resultante de aplicar una distancia de dos metros entre mesas o grupos de mesas. Unas medias que, para este restaurador, asegura que podrían significar el fin del negocio. “Nunca hemos visto nada igual”, zanja.