El origen del hombre y la selección en relación al sexo es uno de los libros más importantes de la historia de la ciencia. Publicado en 1871, el texto bajó al ser humano de su pedestal casi divino para ponerlo al nivel del resto de seres vivos del planeta. El único problema: como todos los libros, fue escrito por una persona con sesgos, ideas, opiniones y prejuicios. El autor: Charles Robert Darwin.
Un artículo de revisión publicado en la revista Science analiza cómo la sociedad victoriana en la que vivió el naturalista británico, así como sus prejuicios contra las mujeres, afectaron a su visión sobre la selección sexual. Sus autores repasan lo aprendido desde Darwin sobre cómo se produce la elección de pareja y cómo esta modula la evolución de las especies.
“Los errores más grandes de Darwin nacen del hecho que menospreciaba a las mujeres”, explica a SINC el investigador de la Universidad de Padua (Italia) y coautor del artículo, Gil Rosenthal. “Se dio cuenta de que la elección de pareja era el mecanismo por el que evolucionaban los ornamentos que tanto le llamaban la atención, pero no veía a las mujeres ni a las hembras de los animales como seres capaces de ejercer estrategias sofisticadas de comparación, elección y manipulación”.
Su pudor victoriano no le permitía contemplar el deseo femenino y mucho menos el clítoris
El contexto en el que vivió Darwin también afectó a su forma de ver y describir la selección sexual. Por eso recurrió a eufemismos como “el gusto por lo hermoso” y “la ceremonia final del matrimonio”. La evolución va mucho más allá del plumaje de los pavos reales, pero su fascinación por los pájaros le hizo ignorar otros aspectos del mundo animal como el sexo oral en los murciélagos y el comportamiento homosexual en bonobos.
“Su pudor victoriano no le permitía contemplar el deseo femenino y mucho menos el clítoris”, asegura Rosenthal. Aun así, los autores matizan que el científico tampoco tenía alternativa en la Inglaterra del siglo XIX y recuerdan que El origen del hombre fue “lo mejor que se podría haber hecho” para defender la abolición de la esclavitud, que Darwin aborrecía.
El investigador de la Universidad de Princeton (EE UU) Agustín Fuentes, que no ha participado en el artículo de Science, aclara que “Darwin no podía ver más allá de sus propios prejuicios cuando examinaba a los seres humanos”. Defiende que fue “un científico brillante”, pero que “la misoginia y el racismo son procesos sistémicos, no solo ideologías individuales”, por lo que “estaba enredado en sistemas de sesgo” que afectaron a su visión de la evolución humana.
“Cuando no se trataba de sexo Darwin tenía una visión clara”, dice Rosenthal. “El croquis de la teoría evolutiva que sustentó sobre muchísimas observaciones empíricas y con una lógica elegante se mantiene hasta hoy. Incluso la selección sexual”.
Darwin no podía ver más allá de sus propios prejuicios cuando examinaba a los seres humanos. Fue un científico brillante, pero la misoginia y el racismo son procesos sistémicos, no solo ideologías individuales
Errores que persisten hasta hoy
Algunos de los errores de Darwin han sobrevivido durante décadas hasta quedar impregnados en la visión que tiene el público de cómo la evolución afecta al sexo y a la elección de pareja.
“El equívoco más persistente es que la elección de pareja es un proceso eugenésico en el que la hembra elige al macho más vistoso o que canta o huele mejor porque esos ornamentos predicen que vaya a tener descendencia sana y fuerte”, explica Rosenthal. “Esos rasgos llamativos pueden evolucionar porque llaman la atención y por ninguna otra razón, o porque aportan beneficios al macho a expensas de la hembra”.
Para Fuentes, uno de los mayores errores que persisten hoy en día sobre la selección sexual en los seres humanos es que “los machos luchan por las hembras y las hembras eligen a los mejores, más fuertes o con mejores genes”.
El error más persistente es que la elección de pareja es un proceso eugenésico en el que la hembra elige al macho más vistoso o que canta o huele mejor porque esos ornamentos predicen que vaya a tener descendencia sana y fuerte
Por eso critica el pensamiento “basado en suposiciones de costes y beneficios” que surge de una unidad reproductiva central compuesta por una familia nuclear con dos adultos y su descendencia. Esta, añade, “no es la forma basal de residencia, organización social o cuidado de niños en humanos, ni evolutivamente ni ahora”. La psicóloga Cordelia Fine también desmonta esta visión simplista de lo que llama las “cuentas imaginarias del macho alfa” en su libro Testosterona Rex.
Lecciones aprendidas: las hembras tienen cerebro
La revisión no se olvida de resumir lo aprendido desde Darwin. Fuentes considera que la selección sexual “es complicada y compleja” para la mayoría de los animales y “doblemente complicada” para los seres humanos. Cómo y por qué los individuos toman decisiones sexuales va más allá de plumas y danzas e incluso alcanza comportamientos sin fines reproductivos que encajan poco con los roles victorianos tradicionales en los que Darwin centró su atención.
“Hemos aprendido que las hembras tienen cerebro, y que los cortejos, las plumas y los desplantes llamativos son solo el principio de una larga serie de decisiones interactivas que se llevan a cabo antes, durante y después de esa ceremonia final del matrimonio que decía Darwin”, dice Rosenthal.
Tanto en los animales como en los seres humanos, la elección sexual no se hace en el vacío, sino en un contexto sociocultural que moldea las preferencias y determina cómo se expresan
“También que el más atractivo no es necesariamente el más bueno y que el más bueno para ti no es el más bueno para mí”, continúa. Además, destaca que tanto en los animales como en los seres humanos “la elección no se hace en el vacío, sino en un contexto sociocultural que moldea las preferencias y determina cómo se expresan”.
El artículo de Science destaca la importancia de campos como la neurociencia, la genómica y la fisiología a la hora de estudiar la elección de parejas sexuales. Fuentes, sin embargo, cree que olvida otras áreas de conocimiento.
“Los autores hacen un buen trabajo al demostrar [que la selección sexual es complicada] en otros animales, pero no muestran por qué las suposiciones simplistas son tan incorrectas para los humanos”, dice. Considera importante señalar que la antropología y las ciencias sociales han permitido dar “grandes pasos” en la comprensión de la sexualidad y el comportamiento humanos.
Lo que el texto sí destaca es que el campo de la biología evolutiva centrado en estudiar la selección sexual ya no es un “club de patriarcas victorianos”, en referencia al aumento en la presencia de mujeres y miembros del colectivo LGTBI desde la década 1970 y a las nuevas perspectivas que ofrecieron.
“El feminismo y la evolución de las costumbres sexuales han aliviado la misoginia y la mojigatería que enturbiaban el pensamiento de Darwin sobre el gusto por lo bello”, escriben los autores. “Sin embargo”, advierten, “somos seducidos por los machos hermosos, más que por los mecanismos biológicos que los hicieron hermosos”.
Rosenthal cree que es importante entender que “la elección de pareja es sumamente importante como agente de selección sexual, pero la selección sexual no es tan importante para la elección de pareja”. En otras palabras, que “los deseos sexuales y las estrategias reproductivas se expresan con una variedad prolífica tanto en las moscas como en los humanos”. Y concluye: “Para entenderlos hay que ver las películas de Almodóvar, además de leer a Darwin”.