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Opinión - Feijóo entierra a Mazón. Por Esther Palomera

Abrazar la diversidad para una ciencia más humana e innovadora

5 de enero de 2023 21:43 h

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El propósito de la Ciencia con mayúsculas es explorar las fronteras del conocimiento para enriquecer nuestra comprensión de la complejidad del universo y, a la vez, proporcionar los conocimientos necesarios para enfrentar los retos principales de la humanidad. Es importante señalar, que cuando nos referimos al conocimiento científico, nos referimos al conocimiento extraído de la observación sistemática y la comprobación empírica y repetible de hipótesis refutables basadas en el conocimiento existente. Todo lo demás queda fuera de la noción de conocimiento científico, especialmente las especulaciones más o menos razonables que deben ser evaluadas y que, mientras tanto, no poseen la entidad de hechos comprobados. 

Para que la actividad científica sea realmente efectiva y capaz de afrontar esta enorme tarea, los científicos deben constituir un ecosistema de conocimiento tan amplio y diverso como sea posible, que incluya el mayor número posible de perspectivas distintas. Esto implica incorporar de manera saludable la gran diversidad de antecedentes geográficos, demográficos, temáticos y académicos de la gran población global de investigadores, garantizando que cubrimos la mayor parte posible de la variedad de fenómenos naturales a lo largo de diferentes niveles de organización y escalas de trabajo. También implica proporcionar espacios de reflexión y foros de discusión seguros e imparciales, que permitan la participación de investigadores procedentes de diferentes ambientes sociales y escuelas de conocimiento, incorporando así diferentes perspectivas. 

Además, para que los debates científicos y técnicos sean profundos y productivos, deben realizarse en términos cívicos, respetuosos e igualitarios, que proporcionen una discusión equilibrada entre personas que, desde sus diferentes perspectivas, buscan avanzar juntos en el conocimiento. Un primer paso para construir estos espacios es identificar cualquier sesgo que pueda afectar la práctica de la investigación, para después exponerlo y combatirlo, evitando que perturben la propia práctica de la investigación y que dificulten el debate imprescindible para su desarrollo. Huelga decir que esta es una tarea tan necesaria como interminable, ya que todos tenemos nuestros propios condicionantes y sesgos. Pero son precisamente las diferentes perspectivas de quienes provienen de condicionantes distintos las que nos permiten identificar los sesgos tanto de unos como de otros, así como los elementos comunes que permitirán formular hipótesis evaluables y, a la postre, teorías robustas.

Al igual que otros aspectos de la investigación científica, la ciencia de la biodiversidad se ve afectada por sesgos geográficos, demográficos y sociales generalizados que pueden tener, y han tenido, efectos importantes en nuestra comprensión de los procesos naturales. Por ejemplo, las interpretaciones iniciales de la teoría evolutiva basada en la selección natural propuesta por Darwin y Wallace tenían una influencia muy importante de la perspectiva maltusiana clásica sobre el crecimiento poblacional que estaba en boga en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XIX. Los postulados maltusianos de que la dinámica de poblaciones está impulsada por la competición por recursos limitados han tenido un impacto tremendo en nuestra percepción de los procesos ecológicos y evolutivos. La visión interesada del capitalismo sobre la selección natural pervierte la teoría evolutiva, convirtiéndola en una especie de excusa para justificar un individualismo salvaje y competitivo en las sociedades Curiosamente, el humano es uno de los mejores ejemplos de que las estrategias de grupo pueden ser enormemente exitosas. La visión patriarcal viene a emborronar aún más la cuestión evolutiva de partida. Hay numerosos ejemplos en los que se demuestra que esta visión no es correcta, ya que la coexistencia sin competir y la cooperación son tan frecuentes como la competición, si no lo son más. El énfasis tradicional en el principio de exclusión competitiva ha descuidado el papel de las interacciones mutualistas y las variaciones ambientales, poniendo el foco de selección en las comunidades locales en lugar de en las interacciones regionales, y obstaculizando así nuestra comprensión de la coexistencia entre múltiples especies que observamos repetidamente en todas, o casi todas, las comunidades ecológicas, y que raramente se estructuran simplemente por competición. Una vez roto este sesgo de percepción, los marcos teóricos que incorporan interacciones negativas y positivas entre especies en comunidades a lo largo del espacio geográfico están impulsando grandes avances en ecología de comunidades (ver por ejemplo aquí, aquí o aquí). 

La historia colonial del globo también ha tenido un fuerte impacto en el establecimiento de escuelas de pensamiento e instituciones de referencia. Incluso las proyecciones geográficas utilizadas tradicionalmente para los mapas globales centran la atención sobre las regiones templadas del hemisferio norte, desviando la atención hacia Europa y América del Norte, más de lo que realmente merecen en términos de superficie real, en comparación con las áreas tropicales. Como esto va acompañado de grandes diferencias en riqueza y, con ello, en presupuestos y cultura científica, nos encontramos que la investigación sobre las diferentes regiones del Sur Global, suele ser desarrollada por científicos de países ricos del Norte Global. Los investigadores de países ricos monopolizan, por ejemplo, las excavaciones paleontológicas y el estudio de los fósiles o la descripción sistemática de la biodiversidad actual de países más pobres, perpetuando una lógica colonial en el conocimiento sobre la naturaleza de estos países. Muchas veces, estos investigadores extranjeros usan una estrategia oportunista de “paracaidistas” para trabajar en regiones de menores ingresos, desarrollando colaboraciones efímeras con investigadores locales, o ninguna colaboración en absoluto, y dejando poca huella en su capacidad científica cuando se retiran después de explotar sus fuentes de conocimiento. 

En otros casos, los esfuerzos dedicados y las colaboraciones a largo plazo entre instituciones fomentan la presencia continua de investigadores de países de altos ingresos y el intercambio de profesionales y estudiantes, creando capacidad de investigación local - por ejemplo, a través de programas de posgrado. Sin embargo, incluso en regiones emblemáticas con un historial de colaboraciones a largo plazo como la Amazonia, los grandes proyectos siguen siendo liderados por investigadores del extranjero, haciendo oídos sordos al aumento de la capacidad de los científicos locales. Por todo ello, las colaboraciones internacionales de investigación no deben apuntar a traer investigadores con recursos a regiones donde los recursos son limitados, sino a capacitar a investigadores y desarrollar los recursos materiales de las instituciones locales en estas regiones, para que puedan desarrollar ciencia con estándares internacionales que incorpore también sus idiosincrasias y perspectivas locales. 

Como comentamos en un artículo anterior, las dinámicas de publicación científica determinan en buena medida el desarrollo de investigadores y grupos de investigación. Como no podía ser menos, el acceso a publicaciones de acceso abierto es uno de los mayores desafíos actuales para los científicos en países de bajos ingresos. Si bien les permite acceder a la bibliografía internacional sin más costes que una conexión a Internet, el coste de publicación de los artículos les impide presentar sus investigaciones en muchas revistas de prestigio internacional. La incipiente existencia de programas específicos para la exención de estas tarifas no alcanza a resolver este problema. Por ello, la capacidad de publicar en las mejores revistas sigue dependiendo en buena parte del presupuesto del que disfrutan los investigadores - un problema que se extiende también a los países con menor inversión en ciencia del propio Norte Global.

Los sesgos demográficos también afectan mucho a la práctica de la investigación. Las mujeres y las personas LGBTQ+ y/o racializadas son discriminadas consistentemente dentro de sus propias instituciones de trabajo y las comunidades científicas. Esta discriminación toma muchas formas, que incluyen desde la invisibilización y la falta de reconocimiento a su trabajo (ver aquí o aquí) a la marginación en redes de colaboración, la discriminación durante los procesos de evaluación y, en muchos casos extremos, diferentes tipos de acoso laboral y sexual (ver por ejemplo aquí y aquí). Este ambiente generalizado de discriminación permea hasta las revistas científicas, donde las investigaciones lideradas por mujeres reciben peores evaluaciones en las revisiones por pares y mayores tasas de rechazo, una tendencia que aumenta cuanto mayor es el factor de impacto de las revistas y con la proporción de hombres en los consejos editoriales, en los que las mujeres suelen estar infrarrepresentadas

Todos estos sesgos, desigualdades y prácticas discriminatorias dan como resultado un entorno no inclusivo que suprime la diversidad de enfoques y perspectivas que la comunidad científica que estudia la biodiversidad debería albergar. Factores como el aislamiento o directamente la distancia, el idioma, las obligaciones y los sesgos no evidentes crean una serie de barreras al intercambio de conocimientos, limitando el éxito académico de los grupos identitarios y minorías infrarrepresentadas en ciencia. Estas barreras se acumulan a lo largo de la carrera académica de las personas de estos colectivos, afectando a su desempeño científico “formal” y erosionando de forma acumulativa los indicadores usados para evaluar su excelencia y productividad científica (como la publicación de artículos en revistas internacionales). En cierto modo, los colectivos que están al mando han hecho las reglas del juego a su medida. Lo peor es que piden a toda la comunidad científica que compita en base a ellas.

Trabajar hacia la equidad en la comunidad científica requiere, por un lado, reducir la brecha de capacitación, profesional y financiera entre los investigadores del Sur Global y sus colaboradores de países de altos ingresos, y por otro crear un entorno de trabajo inclusivo desde el comienzo de la carrera de investigación en todos los países. No solo por una razón de justicia, sino también porque los efectos del colonialismo, el patriarcado, el supremacismo blanco, las diferencias económicas entre países, y la discriminación de determinados colectivos pueden contaminar, y a menudo lo hacen, nuestras percepciones - y, con ellas, la calidad de la investigación que aborda ámbitos tan dispares como la evolución, la medicina o el desarrollo de nuevos materiales. Y lo que es más preocupante, esos sesgos en la investigación científica jugaron un papel central en el desarrollo de percepciones sesgadas sobre la evolución humana o la propiedad de los recursos extractivos que excluyeron y oprimieron sistemáticamente a los pueblos originarios y colectivos racializados. 

Además, los ambientes inclusivos e igualitarios deben instaurarse y trabajarse en todos los ámbitos académicos. Esto implica crear ambientes inclusivos tanto en la oficina como en el laboratorio o durante el trabajo de campo, desde las primeras experiencias en la carrera investigadora a nivel de grado, y desarrollar de manera activa medidas específicas para ayudar a la integración de todas las personas sin distinción en todas las etapas de la carrera académica. Las necesidades de la vida son perentorias, han de ser resueltas, y los científicos y  científicas siempre vamos corriendo, resolviendo pequeños y grandes detalles de nuestra investigación. Desafortunadamente, nunca tenemos tiempo para estos debates tan necesarios. Sin embargo, no tiene el más mínimo sentido que una comunidad tan formada, tan culta y tan preparada, siga reproduciendo las peores lacras de una sociedad injusta. La Ciencia con mayúsculas, precisamente por su carácter objetivo, meditado y no sesgado, es respetuosa con todas las personas y culturas, pero implacable en su determinación de perseguir la verdad al margen de cualquier sesgo o dogma, y debe autoexigirse estar a la cabeza, y no a la cola, de los progresos sociales.

Las páginas oscuras de la historia de la ciencia y los sesgos que han producido deben exponerse y reconocerse públicamente, y darles la prioridad y el tratamiento que merecen. Cómo abordar y revertir sus efectos es una discusión pendiente que debe realizarse con calma, consideración, y desde la escucha mutua. Esta es la mejor estrategia para aprovechar todo el potencial real que una humanidad tan diversa puede aportar al desarrollo de la ciencia. Una ciencia realmente global para todas y todos, elaborada y construida desde múltiples perspectivas complementarias, generando un efecto multiplicativo y sinérgico que, además de alimentar el avance continuo del conocimiento, promueva una sociedad realmente igualitaria e inclusiva.

Este post ha sido escrito por Joaquín Hortal, Raquel Pérez Gómez, Silvia Pérez Espona, Luis Santamaría y Fernando Valladares

El propósito de la Ciencia con mayúsculas es explorar las fronteras del conocimiento para enriquecer nuestra comprensión de la complejidad del universo y, a la vez, proporcionar los conocimientos necesarios para enfrentar los retos principales de la humanidad. Es importante señalar, que cuando nos referimos al conocimiento científico, nos referimos al conocimiento extraído de la observación sistemática y la comprobación empírica y repetible de hipótesis refutables basadas en el conocimiento existente. Todo lo demás queda fuera de la noción de conocimiento científico, especialmente las especulaciones más o menos razonables que deben ser evaluadas y que, mientras tanto, no poseen la entidad de hechos comprobados. 

Para que la actividad científica sea realmente efectiva y capaz de afrontar esta enorme tarea, los científicos deben constituir un ecosistema de conocimiento tan amplio y diverso como sea posible, que incluya el mayor número posible de perspectivas distintas. Esto implica incorporar de manera saludable la gran diversidad de antecedentes geográficos, demográficos, temáticos y académicos de la gran población global de investigadores, garantizando que cubrimos la mayor parte posible de la variedad de fenómenos naturales a lo largo de diferentes niveles de organización y escalas de trabajo. También implica proporcionar espacios de reflexión y foros de discusión seguros e imparciales, que permitan la participación de investigadores procedentes de diferentes ambientes sociales y escuelas de conocimiento, incorporando así diferentes perspectivas.