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España y Portugal liderarán la ciencia mundial gracias a Trump y al Brexit

El equipo de Ciencia Crítica ha tenido acceso exclusivo a un estudio del recién creado Ministerio de Economía, Industria y Competitividad que plantea catapultar a España a primera línea de la investigación mundial. Un alto  cargo del Ministerio, que ha preferido permanecer en el anonimato, explica que la idea empezó a forjarse cuando el think tank SMARTASSES, tras las sorpresas del Brexit y el plebiscito sobre el proceso de paz en Colombia, predijo que Mariano Rajoy sería investido presidente del Gobierno español, y seguidamente Donald Trump  ganaría las elecciones presidenciales en EE.UU.

Los aún no elegidos miembros del todavía no constituido Ministerio no tardaron en ver la oportunidad única que dicha coyuntura supondría para España. Numerosas personalidades del país norteamericano habían anunciado que emigrarían a Canadá si Trump resultaba elegido presidente, y en Gran Bretaña hasta la Royal Society –barco insignia de su investigación científica– había mostrado su descontento con el Brexit debido a que supondrá un descenso sustancial en el presupuesto de investigación británico. Este éxodo dejaría vacantes algunos puestos científicos clave pero supondría un recurso incalculable para los países receptores de inmigrantes de esta valía. 

Según nuestras fuentes, la inesperada situación no ha pillado por sorpresa al siempre atento Gobierno de Rajoy. España planteaba ya desde hace tiempo un plan para canalizar estratégicamente el descontento generalizado del mundo anglosajón. Este plan, denominado ALPA (siglas de “Abajo La Pérfida Albión”) pretende aprovechar dicha coyuntura para la mayor gloria de España, convirtiendo a nuestro país en la primera potencia mundial en ámbitos imprescindibles para el desarrollo como la investigación.

La lógica del razonamiento es tan sencilla como aplastante. En palabras de nuestro informador, “si los científicos estadounidenses están dispuestos a emigrar a Canadá, con más motivo vendrán a España, donde hace mejor tiempo y se come mejor. Una red de camiones sirviendo jamón ibérico y pescaíto frito en los principales campus universitarios de EEUU, decorados con postales soleadas, vídeos de bailes típicos y fotos de Ramón y Cajal con Einstein o Severo Ochoa con Carl Sagan, nos permitirá reconducir fácilmente el flujo migratorio de tantos científicos insatisfechos”. 

En cuanto a los británicos, puesto que lo que único que necesitan es permanecer en la UE para poder obtener financiación comunitaria, sólo hay que ofrecerles unos despachos, y construir nuevos centros de investigación en la costa mediterránea, Baleares y Canarias, donde ya tienen sus segundas residencias. De hecho, uno de los planes del nuevo Ministerio de Fomento es reacondicionar el hotel de la Playa del Algarrobico (la conocida construcción almeriense) como centro puntero  de investigación, solucionando años de conflicto social e institucional mediante su asignación a la siempre bien valorada comunidad científica.

Un mega-complejo científico

En base a estas ideas, el Gobierno está dando forma a la creación de un mega-complejo científico en la Costa del Sol, centrado en las áreas científicas de cambio climático y sanidad, donde el descontento tras el ascenso de Trump al poder será mayor. Con el aliciente del sol, el vino y el aceite de oliva, y la promesa de facilitar alquileres asequibles con vistas al mar, el Gobierno espera poder atraer a los mejores científicos del mundo, que financiarán su trabajo con fondos europeos. Los principales escollos a los que el proyecto se enfrenta ya han sido bien analizados y las acciones planeadas por SMARTASSES son las siguientes:

Presupuesto. Será necesario pagar sueldos de al menos ochocientos euros al mes a los investigadores que se quiere atraer a España, aunque el salario final no se ha cerrado en espera de un análisis técnico detallado: la Secretaría de I+D+i ha prometido hacer un estudio sobre los sueldos de los investigadores en EEUU y Canadá, por si acaso fuera necesario ofrecer sueldos un poco superiores. El Ministerio de Hacienda ya ha adelantado que no está dispuesto a destinar una partida a contratar nuevos investigadores salvo que se hagan recortes paralelos por la misma cantidad. Ante esta tesitura, el Ministerio de Educación, en coordinación con varias comunidades autónomas, ha encontrado la solución y se ha ofrecido a cerrar algunas escuelas públicas, ya que como todo el mundo sabe la educación privada es mucho mejor.

Localización. Un miembro del gabinete se ha ofrecido a ceder, por un precio razonable, unos terrenos reciente y convenientemente recalificados que tiene en el Campo de Gibraltar que, a su entender, serían ideales para la sede del centro. Esta parte del plan tiene la oposición del flamante Ministro de Interior, que teme que la cercanía del Peñón pudiera resultar una mala influencia, y que los investigadores podrían terminar por independizarse también.

Fuentes de Exteriores, conocedoras del pragmatismo británico, apuntan por el contrario a que la cercanía de este centro al aeropuerto de Gibraltar redundaría en un mayor tráfico de pasajeros y la consiguiente venta de sus instalaciones por un precio desorbitado a AENA. Si se desarrolla el Campo de Gibraltar de esta manera, un número no desdeñable de proyecciones a medio plazo apuntan a la petición formal del Peñón para abandonar la soberanía británica y pedir la entrada formal en nuestro país, resolviendo así uno de los principales conflictos abiertos para la soberanía de nuestro país.

Ámbito científico. Quizás el mayor escollo resida en la naturaleza misma del centro. Si bien todos los miembros del Gobierno concuerdan en que la investigación sobre cambio climático debería estar en el corazón del programa científico, ya que ningún investigador que trabaje en el tema va a querer permanecer en EEUU durante la presidencia de Trump, familiares en segundo grado de altos cargos del Ejecutivo insisten en que no hay cambio climático que  valga. “No hay cambio climático; los cambios de temperatura son típicos de la estación”, han declarado recientemente. Si bien desmienten la teoría de Trump, según la cual el cambio climático es una ficción inventada por los chinos para lastrar la productividad de la economía estadounidense, un primo insiste en que “la historia del cambio climático se la han inventado unos científicos de segunda para obligar a los gobiernos a invertir más en investigación y poder chupar del bote”.

Esta aseveración es compartida por varios cuñados de uno de los partidos que sostienen al Gobierno, lo que unido a la reluctancia de un altísimo cargo en contrariar a su primo, mantiene en este momento al proyecto en un desgraciado impasse. Según sectores cercanos a un importante miembro del Ejecutivo, o se consigue convencer a estos primos y cuñados  de que el cambio climático existe, es debido a la actividad humana y está aquí para quedarse, o habrá que camuflar la verdadera naturaleza del centro para no molestarles.

El conflicto con Portugal

Paradójicamente, el desarrollo de estas ideas puede llevar a modificar el mapa geopolítico de la Península Ibérica. Portugal, tradicional aliado del Reino Unido, también opta a repartirse el pastel de los científicos británicos expatriados. Y aquí se revela la audacia del visionario plan ALPA. Lejos de pretender confrontar a Portugal en este terreno, se han establecido contactos de alto nivel para integrar al país vecino en esta estrategia, mediante la creación de una red ibérica de investigación (REID, REID –siglas de Rede Ibérica de Investigação e Desenvolvimento, Red Ibérica de Investigación y Desarrollo)– que incorporaría otros macro-complejos de investigación en el Algarve portugués y los soleados archipiélagos de Madeira, Canarias y Baleares (todos los expertos coinciden en que en Azores llueve demasiado).

Esto de facto significaría la ruptura de la tradicional alianza lusosalbiónica (perdón, lusobritánica), haciendo una apuesta por una política fuerte a nivel Iberomacaronésico, y posicionando a los dos países como un polo irradiador en la nueva configuración de la Unión Europea.

Dado que un elevado número de los mejores estudiantes postdoctorales españoles ya están contratados por el país vecino, REID, REID permitiría no sólo la elevación a nivel internacional de la investigación y la exaltación del espíritu de una Península unida ante el desafío de liderar la investigación mundial, si no también ahorrar mucho dinero en sueldos que ya están pagando nuestros vecinos. Una red de estas características tendría ventajas indudables, como la posibilidad de incluir el bacalhau à bras y en los menús de sus cafeterías, así como café portugués y pasteis de natas.

Esta parte del plan aún no está consensuada, ya que ciertos miembros del gabinete preferirían no tener que compartir la gloria científica con nuestro eterno rival. Los sectores más renovadores del Gobierno (si es que se pueden llamar así) argumentan sin embargo que si se vencen adecuadamente estos escollos, España y Portugal están en la mejor situación para desplazar a Silicon Valley, al MIT y a universidades hasta ahora líderes mundiales como Oxford, Cambridge o Harvard y convertirse en la primera potencia mundial en investigación. Al fin y al cabo, aunque parece descabellado, llevar adelante este plan supondría menos del 5% de los Presupuestos Generales del Estado, y tendría un impacto muy significativo en la economía mediante la creación de empleos indirectos y el aumento de consumo en café, cerveza, vino, queso y jamoncito.

El equipo de Ciencia Crítica ha tenido acceso exclusivo a un estudio del recién creado Ministerio de Economía, Industria y Competitividad que plantea catapultar a España a primera línea de la investigación mundial. Un alto  cargo del Ministerio, que ha preferido permanecer en el anonimato, explica que la idea empezó a forjarse cuando el think tank SMARTASSES, tras las sorpresas del Brexit y el plebiscito sobre el proceso de paz en Colombia, predijo que Mariano Rajoy sería investido presidente del Gobierno español, y seguidamente Donald Trump  ganaría las elecciones presidenciales en EE.UU.

Los aún no elegidos miembros del todavía no constituido Ministerio no tardaron en ver la oportunidad única que dicha coyuntura supondría para España. Numerosas personalidades del país norteamericano habían anunciado que emigrarían a Canadá si Trump resultaba elegido presidente, y en Gran Bretaña hasta la Royal Society –barco insignia de su investigación científica– había mostrado su descontento con el Brexit debido a que supondrá un descenso sustancial en el presupuesto de investigación británico. Este éxodo dejaría vacantes algunos puestos científicos clave pero supondría un recurso incalculable para los países receptores de inmigrantes de esta valía.