Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
Valores universitarios y buenas prácticas en la generación de conocimiento
- Según el diccionario de la RAE, plagiar es “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”.
Una de las funciones básicas de la universidad es la generación de conocimiento. Sin embargo, una parte significativa de la sociedad, incluyendo a la mayoría de los representantes públicos, presta poca atención a la importancia de este aspecto. Una prueba clara es la falta de importancia que se ha dado desde las instituciones los repetidos casos de plagio de Fernando Suárez Bilbao desvelados por este diario. Queremos centrarnos aquí en el desprecio que supone para los valores universitarios la mala praxis en la generación de conocimiento.
De acuerdo con´las comparaciones de texto publicadas por eldiario.es, el rector de la Universidad Rey Juan Carlos podría haber basado una parte significativa de su producción académica en el plagio extensivo de la producción de otros académicos e incluso de estudiantes. Dada la doble función de la universidad, como formadora de futuros académicos y generadora de conocimiento, cabría esperar una reacción clara y fulminante ante las malas prácticas que, como el plagio, pueden comprometer esta generación de conocimiento. Por ello, la tibieza de la reacción dentro del mundo académico es lo que más ha sorprendido a periodistas como Raquel Ejerique. Desgraciadamente, si se conocen los grandes vicios y problemas del mundo académico español esto no sorprende tanto.
La revisión de trabajos anteriores juega un papel clave en la generación de conocimiento, dado que permite recuperar conocimiento perdido u olvidado, y promover nuevos campos de investigación. Pero una revisión académica no se limita a recopilar y resumir el conocimiento. Debe proporcionar una síntesis de lo ya conocido, ponerlo en valor de manera crítica, y relacionarlo con otras áreas del conocimiento.
Por eso es tan grave el plagio en la universidad y la academia; dado que consiste en copiar literalmente resultados y/o síntesis anteriores en lugar de generar conocimiento nuevo. Al igual que en arte el plagio es una apropiación indebida de la originalidad en la obra copiada, en ciencia y en humanidades el plagio es una apropiación indebida de la originalidad crítica en la recopilación, evaluación y síntesis de conocimiento.
Hay distintos tipos de plagio. La copia literal de texto, y la apropiación indebida de ideas, que se explican y desarrollan sin atribuir su autoría al proponente original. Podría argumentarse que la copia textual no identificada es menos grave que la apropiación de ideas, pero no deja de ser ilícita: copiar y pegar párrafos y ahsta páginas enteras es una forma ilegítima de presentar el trabajo de otro como propio.
Lo que hace particularmente grave el caso del rector Suárez es que los académicos luchamos contra la copia textual desde el principio de la formación de los alumnos. Por eso se han desarrollado herramientas informáticas como la que acaba de implementar la universidad Rey Juan Carlos. Las buenas prácticas en enseñanza implican devolver los trabajos de los alumnos de grado que incluyen dichas copias textuales para que los corrijan, o incluso suspenderlos si esa copia es demasiado extensiva. Muchos cursos incluyen clases de deontología, con formación específica sobre el plagio y otras vulneraciones de la propiedad intelectual. Cuando estas prácticas llegan a los estudiantes de master se incide de manera particular en ellas.
Ningún alumno bien orientado sobre el uso de malas prácticas que incluya copias textuales de frases, y menos aún párrafos enteros, dentro de sus trabajos originales debería pasar de este nivel. Y a nivel de doctorado es razón suficiente para suspender toda una tesis doctoral. Algunos autores de este artículo conocemos de primera mano varios casos donde copias textuales de fragmentos bastante más pequeños que los que ha calcado Fernando Suárez Bilbao han conllevado el suspenso de una tesis doctoral, o la petición de una revisión íntegra de la misma, tanto en Inglaterra, Estados Unidos, Portugal o Brasil como (en algunos casos) en España.
Cualquier trabajo académico que se publica, quizás con la excepción de los libros de texto y manuales técnicos, debe ser original e inédito, ya sea una tesis doctoral, un capítulo de libro o un artículo científico. No debemos dejarnos engañar por la tibia o nula reacción de instituciones como la conferencia de rectores o de algunos responsables políticos: nadie que entienda el plagio como una práctica inocua o que lo use en beneficio propio debería ostentar el título de doctor. Por eso, a la Universidad de Dusseldorf no le tembló la mano a la hora de retirar el título de doctor a Annete Schavan, la ya exministra alemana de Defensa, 33 años después de haberlo obtenido.
Y no sólo eso;: la falta de ética en dicho comportamiento debería invalidar la ostentación de cualquier cargo de responsabilidad en la universidad. Por eso han tenido que dimitir de sus puestos y renunciar a su título de doctor todos los altos cargos “cazados” plagiando su tesis doctoral en otros países: la propia Annette Schavan, el primer ministro rumano Victor Ponta, el presidente húngaro Pál Schmitt, o el ministro de defensa alemán Karl Theodor zu Guttenberg. Otros países, sin embargo, son más tolerantes con el plagio: ahí están los famosos casos del presidente de México Emilio Peña Nieto, o del presidente ruso Vladimir Putin. ¿A quién nos queremos parecer?
El plagio, por lo que tiene de apropiación indebida del esfuerzo ajeno, de abuso de poder y de limitación a la igualdad de oportunidades y méritos, es una práctica comparable a la corrupción política y económica. Y tal vez esa similitud es, precisamente, la que hace que los responsables de nuestras instituciones públicas y privadas sean tan tolerantes con este fenómeno.
Porque la realidad es que el plagio y el fraude científico, para los que hay tolerancia cero en los países de nuestro entorno directo, no reciben un tratamiento claro y ejemplificador en nuestro país. Con la evidencia que se ha presentado en los medios, Fernando Suárez no habría durado más de un par de días en su cargo de rector en ninguna de las universidades de los países europeos, norteamericanos o asiáticos a los que decimos querer parecernos. Y si ostentara un cargo público, ya hubiera dimitido para evitar su destitución – como ha ocurrido en Alemania, Francia o Estados Unidos.
Pero en España se multiplican los casos de fraude académico o falsedad en las titulaciones académicas que no tienen consecuencias, incluso cuando los responsables deberían cundir con el ejemplo al ser altos cargos de instituciones públicas. Baste nombrar los del Presidente de la Generalitat Valenciana Francisco Camps; el presidente del Comité Olímpico Español Alejandro Blanco; el conseller de la Generalitat Valenciana Manuel Cervera; el director del Instituto de Estudios Fiscales José Antonio Martínez Álvarez. Y, por supuesto, el famoso caso de plagio en dos artículos liderados por el catedrático de Física y Química de la Universidad de Vigo, Juan Carlos Mejuto, absuelto por la Universidad y premiado por la Xunta de Galicia. Gonzalo Astray, primer autor de dichos artículos, acabó obteniendo el título de doctor y siendo propuesto para la obtención del premio extraordinario de doctorado en Ciencias.
Y eso que los casos denunciados por los medios son tan sólo la punta del iceberg. La tolerancia al plagio y el fraude impregna hasta tal punto la vida académica, que está protegida por numerosos aspectos de la normativa y el funcionamiento de la Universidad. Por citar tan sólo uno de los más notables, típicamente los tribunales de tesis son elegidos por los propios directores de tesis, por lo que resulta sencillo recurrir al amiguismo y el clientelismo cuando una tesis no alcanza el nivel de exigencia adecuado. Si este mecanismo no es suficiente, el nepotismo dominante en muchas Universidades asegura la intimidación de los directores o miembros del tribunal que podrían oponerse a estas prácticas. Como declaraba el Dr. José Luis Menezo, codirector del Conseller Manuel Cervera, respecto al extensivo plagio de su tesis: “Te la tragas. Te callas porque es un alto cargo. En este mundo si vas de don Quijote te dan a derechas e izquierdas”.
Es difícil que progresemos como sociedad si no rechazamos las malas prácticas y la falta de ética. Mal vamos si no nos parece importante que haya personajes públicos que ostenten títulos que no merecen. Y peor aún cuando personas que detentan cargos de responsabilidad traicionan las bases mismas de las instituciones que gobiernan.
No sólo estamos promoviendo la mediocridad, estamos despreciando la validez de los que alcanzan títulos y cargos en base al esfuerzo y el trabajo original y excelente realizado de manera ética, que afortunadamente son la mayoría. Y con ello estamos desperdiciando la capacidad de inducir una transformación social que tienen las personas que, de verdad, buscan la verdadera excelencia, que no es sino dar lo mejor de uno mismo en cada faceta de nuestro trabajo.
- Según el diccionario de la RAE, plagiar es “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”.
Una de las funciones básicas de la universidad es la generación de conocimiento. Sin embargo, una parte significativa de la sociedad, incluyendo a la mayoría de los representantes públicos, presta poca atención a la importancia de este aspecto. Una prueba clara es la falta de importancia que se ha dado desde las instituciones los repetidos casos de plagio de Fernando Suárez Bilbao desvelados por este diario. Queremos centrarnos aquí en el desprecio que supone para los valores universitarios la mala praxis en la generación de conocimiento.