José Esteban: “Si los políticos hubieran leído a Azaña, no hubieran cometido tantos errores en Cataluña”
José Esteban (Sigüenza, Guadalajara, 1937) es un editor, ensayista y escritor incansable que atesora una bibliografía de más de 40 libros. Bohemio y madrileño de hecho y derecho, Esteban asegura sentirse de esa izquierda “intelectual y justa”, al tiempo que asegura molestarle la “incultura de izquierdas y derechas”. Su figura resulta fundamental para entender el panorama editorial durante la Transición y, a lo largo de su vida, ha trabado amistad con literatos como Bergamín, Torrente Ballester o Luis Rosales. Ha estado en la cocina del ‘mundillo’ literario del último medio siglo. En una entrevista en el Café Gijón de Madrid, el escritor seguntino, que planea publicar sus memorias, conversa con eldiarioclm.es, entre otros temas, sobre la bohemia literatura, su vínculo con Sigüenza y la nueva política. La entrevista se hizo antes del debate de la moción de censura.
En el libro distingue entre la bohemia y la 'golfemia'. ¿En qué se diferencian? La distinción es sencilla. La bohemia es la gente honrada y seria que no ha caído en la miseria ni en dar el sablazo y quiere cambiar la literatura y la vida. Llevaban una vida corriente y no tenían por qué vestirse con andrajos para llamar la atención y provocar a los burgueses. Aunque Valle Inclán sí lo hizo y era Valle Inclán. Y la golfemia es cuando el bohemio sucumbe al sablazo, al engaño, a la pobreza, en buscar qué comer. Es el canalla, el pícaro. Pedro Luis de Galvez y Vidal Planas fueron dos claros ejemplos de golfemios, mientras que Valle Inclán representó al bohemio.
¿Cuándo empezó a interesar por la bohemia?
El tema de la bohemia no es algo lejano en mí. Me empezó a interesar cuando El Mundo o Diario 16 me encargó una crítica larga sobre las memorias de Cansinos Assens. Él escribió un artículo muy largo ‘ocho versos bohemios’ sobre esos melenudos, esa gente que quería cambiar la vida. Ahí me di cuenta de que había un filón maravilloso por descubrir. Me considero un poco bohemio y me encontraba feliz descubriendo a aquella gente. La bohemia es un campo inmenso donde todo está por construir y este diccionario de la bohemia es una mínima parte de lo que se puede descubrir de los bohemios. Porque igual que hay una economía sumergida, existe también una literatura sumergida, que tiene mucho interés. El profesor Zamora Vicente fue el primero que describió la literatura sumergida cuando empezó a ir tras las huellas de Sawa y se dio cuenta de que ahí había una auténtica mina. Y ahí es donde he cavado yo.
¿En qué consiste el arte de sablear?
La bohemia creó un lenguaje que está más vigente que el del 98. Pegar un sablazo era pedir un préstamo sin tener ninguna intención de devolverlo jamás. Un libro cásico de la bohemia se titula ‘el sable’, la obra más desvergonzada de la literatura española. Lo publiqué con un prólogo en el que explicaba qué era y cómo se sableaba. Una biblia maravillosa del arte del sableo.
En alguna ocasión ha confesado que un hito en tus estudios bohemios fueron dos apasionantes estudios del profesor Zamora Vicente: 'Tras las huellas de Sawa' y 'La realidad esperpéntica. (Aproximación a “Luces de Bohemia)'. ¿Cómo es posible, con la importancia que tiene la bohemia en la literatura española, que nadie hubiera escrito un diccionario?
Este país es sólo de los vencederos y de los perdedores nadie hace caso. Los pobres bohemios perdieron, murieron a veces en la calle y ningún sabio literario ni crítico se dignó a ocuparse de ellos. Si no hubiera sido por Valle Inclán hoy nadie sabría quién es Alejandro Sawa, personaje bohemio que inspiró ‘Luces de Bohemia’. Les han despreciado olímpicamente y eso llevó a que casi desaparecieran. Es necesario recuperar a los bohemios, porque si no la literatura española está incompleta.
¿Qué representa Valle-Inclán para la literatura española?
Valle- Inclán es la cumbre de la literatura española del siglo XIX y hasta su muerte en 1936. Fue un genio de la literatura y se caracterizó por ser un absoluto bohemio. La bohemia se da en las grandes ciudades y se alimenta de las provincias. Hubo bohemios de Guadalajara, manchegos y de todas las provincias que vinieron a Madrid. Valle Inclán fue considerado como el gran jefe de la bohemia, cuando murió Sawa. Todos le adoraban y le dedicaban artículos y poemas. El representó la cumbre del ser bohemio con dignidad sin caer en la ‘golfemia’. Y Luces de Bohemia es la gran cumbre del siglo XIX y también del XX todavía sin superar. Es la crítica más acerva que hubo a la sociedad tradicional y de mal gusto de su tiempo durante la Restauración. No hay nada más apasionante y corrosivo que leer ‘Luces de Bohemia’.
Baroja, Unamuno, Ortega y Gasset. Todo ellos rechazaron la bohemia. ¿Por qué?
La bohemia venía de las clases bajas, de los perdedores. Para Ortega y Gasset no había bohemios catedráticos. Unamuno era un hombre serio que debía atender sus clases y no podía entender la bohemia, que estaba en los cafés. Por el contrario, Baroja estaba obsesionado con los bohemios y les dedicó cientos de páginas metiéndose con ellos. En el fondo toda la clase literaria comenzó a ser bohemia. Esa frase ‘ellos a la bohemia’ se la van preguntando todos cuando crecen y ven que la bohemia no produce nada. Entonces hay que cambiar, volverse burgués, aceptar las reglas del juego y volver a casa. Gómez de la Serna le decía a ortega y Gasset “Don José no hay que tener miedo ni a los bohemios ni a la noche”.
¿Cuál fue la época dorada de la bohemia en Madrid? ¿Sigue habiendo bohemios?
Desde Bécquer, pasando por los últimos años del XIX hasta principios del siglo XX cuando hubo un ambiente bohemio, una efervescencia por cambiar la realidad. El cambio de siglo produce ciertas convulsiones. La huelga de 1917, que coincidió con la Revolución Rusa, removió las conciencias en nuestro país. La bohemia es eterna, pero hoy existen otros modos de vida. Hoy los bohemios no dan sablazos y, aunque se confiesan hijos de los cafés, se refugian en moradas. Todo lo que sea revolver y e ir en contra del mal gusto burgués es sano y maravilloso.
Nació en Sigüenza. ¿Conserva vinculación con su ciudad natal?
Sí, aunque la verdad es que cuando vuelvo de Sigüenza me siento deprimido porque tengo más amigos arriba en el cementerio que abajo. No es que sea muy viejo, pero se me han muerto muchos. Además es una ciudad muerta, maravillosa para ver y recorrer, pero no para vivir, porque no hay inquietudes ni vida cultural. Y donde el peso de la Iglesia sigue pesando. No podría vivir ya en Sigüenza, acostumbrado a la vida libre de Madrid. Baroja siempre decía que había más odio en un pueblo pequeño en el que todo el mundo se conoce que en una gran capital. Es entrañable y me siento muy seguntino y también muy de Madrid, porque Madrid te permite ser de aquí y de otros sitios y eres uno más. Calderón dijo ya que Madrid es patria de todos.
¿Qué relación ha tenido Guadalajara con la literatura?
Guadalajara ha mantenido bastante relación con la literatura. Empezando por Sigüenza. Decía Unamuno que era más importante la fundación de toda Sigüenza que el Monasterio del Escorial. Hubo autores destacados como el maestro Alfredo Juderías, que nació en Molina y me marcó mucho en mi formación. Otros como Buero Vallejo o Ramón de García Sol también procedían de Guadalajara. La provincia ha sido relevante desde el punto de vista literario. Escribí algunos libros como ‘Galdós y Guadalajara’, ‘Baroja y Guadalajara’ o ‘Vueltas en Guadalajara’ sobre todo aquello que se había escrito sobre la provincia.
En 2010 participó en Sigüenza en un homenaje al médico y humanista Alfredo Juderías junto a Antonio Herrera Casado, Javier Sanz y Lorenzo Díaz. Juderías fue discípulo, amigo y compañero de Gregorio Marañón. También trabó amistad con Lorca. ¿Qué destaca de su figura?
Nací durante la guerra y soy un niño de la posguerra, olvidado, que vivió todo el franquismo. La llegada de Juderías a Sigüenza supuso una luz que nos hablaba de Lorca y nos recitaba poemas. En aquella Sigüenza clerical y fascista, Alfredo [Juderías] fue la salvación para mí y otros pocos chicos que leían y tenían inquietudes culturales. Es autor además de un ‘bestseller’, ‘Cocina para pobres’, un libro apasionante de más de treinta ediciones que habría que reeditar y llevar a la provincia.
¿Galdós, que retrató a Atienza en los 'Episodios Nacionales', ha sido el mejor prosista que ha dado España? Yo diría que el mejor novelista. Cervantes y él son los grandes novelistas de la literatura española. Galdós dedicó mucha atención al canto de La Mancha como de Guadalajara. Publiqué un libro que se llamó Galdós y La Mancha. El maestro de Galdós fue Cervantes y todos los personajes galdosianos o son Don Quijote o Sancho Panza. Si me preguntas por el mejor prosista, ese fue Valle-Inclán con su prosa trabajada en ‘Ruedo Ibérico’ o ‘Luces de Bohemia’.
¿Cuál es el retrato que hacen de Guadalajara autores del 98 como Baroja, Unamuno o Azorín?
Azorín se dedicó menos a Guadalajara y tan solo escribió sobre Pastrana. En el caso de Baroja, su obra ‘La nave de los locos’ discurre por toda la provincia de Guadalajara. Entra por Atienza, sale de Sigüenza, pasa por Molina y llega hasta Almazán. Unamuno habló de los paisajes de Sigüenza y visitó al Doncel. Los tres han abordado Guadalajara y, especialmente, la figura de El Doncel, porque Sigüenza es la joya de Guadalajara. La provincia está plagada de pueblos pintorescos como Atienza, Molina, Pastrana o Brihuega que albergan literatura. Y estos autores querían ver España.
Indagó sobre el crimen de Mazarete (Guadalajara) en un libro publicado en Reino de Cordelia. Se trata de un suceso y de un error judicial que ocurrió en 1902. ¿Por qué le interesó a estas alturas y cuál es el planteamiento del libro?
Es la historia de un crimen en el que fueron condenados a muerte dos hombres en el pueblo molinés de Mazarete que me impresionó. Entonces un verano realicé mis indagaciones en Mazarete y nadie quiso contarme sobre este suceso. Pero decidí que era una historia maravillosa sobre un error judicial. En el libro escrito por el forense del caso se descubrió que no había sido un crimen, sino un suicidio. A estos hombres los acusaron en el pueblo por ser liberales y los vecinos les tenían por envidia porque habían hecho fortuna. Me satisfizo escribirlo porque trataba sobre un pueblo de Guadalajara y me sirvió para reivindicar un error judicial, porque hay que luchar contra los errores judiciales.
Ha estudiado a fondo la obra de Azaña. ¿No le parece que sus escritos y su pensamiento son muy desconocidos para la popularidad que tiene si figura?
Son tan desconocidos que yo no soy un especialista en la obra de Azaña, sino un divulgador. Publiqué cuatro tomos de su obra. Azaña es un escritor maravilloso, castizo y el gran liberal de España que hubiera sido el jefe de la derecha culta española, pero no le dejaron. No hubo nadie más calumniado, silenciado y odiado por el franquismo que Azaña. Por eso era justo reivindicar las obras de este gran liberal, demócrata y burgués. Azaña es un motivo más de mi locura y dispersión.
¿España necesitaría hoy políticos de la altura intelectual y la coherencia de Azaña?
A Azaña se le debería tener más en consideración en la vida cultural y si muchos políticos le hubieran leído, no hubieran cometido tantos errores como en Cataluña. La clase más desprestigiada hoy es la política. Cómo hablan de mal los políticos. El presidente del Gobierno se ufana de leer el Marca. El presidente Suárez fue amigo y admirador de mi obra ‘el himno de Riego’. Una vez le comenté que había que hacer un examen a los políticos para comprobar lo que saben de Galdós. Nadie puede entrar al Congreso si no sabe lo que cuenta Galdós de España. Les explicaría lo que es España. Pero si no lees, no sabes nada.
¿Por qué El Quijote, símbolo literario y cultural de Castilla-La Mancha, se convirtió en una obra universal?
‘El Quijote’ es el símbolo de España y no solo manchego. Cervantes construyó la primera región literaria que fue La Mancha. Es un símbolo universal.
En alguna ocasión se ha definido como “un madrileño de hecho y de derecho”. ¿Madrid es su ciudad?
Sí. El descubrimiento de Madrid fue para mí increíble. Venía de Sigüenza y como para todo provinciano, Madrid supuso descubrir la vida. Ir a la universidad de Derecho, conocer escritores, venir al Café Gijón. Madrid es mi ciudad y no concibo la vida sin Madrid. Soy un devoto de Madrid y su historia.
La labor de la editorial Turner fue fundamental durante la Transición. ¿Cómo recuerda aquella etapa?
Con cariño. Era joven y fue una etapa apasionante y con mucha repercusión que me permitió conocer a la gente importante que pasaba por Madrid. También dar rienda suelta a mis sueños y luchar por los olvidados. Siempre me he movido en la coordenada de los olvidados, porque la injusticia literaria es tan profunda como la injusticia social. ¿Por qué unos han prevalecido por encima de otros? Es una cuestión de suerte, de ser amigo de alguien y quién no ha tenido estos privilegios, ha caído en el olvido. Intento reivindicar eso.
¿Por qué le expulsó el PCE?
Una de las cosas que descubrí en Madrid fue el PCE que no sabía que existía. En la Universidad me encontré con Baroja y con el Partido Comunista. Todos los jóvenes de entonces vivíamos en el franquismo y ansiábamos la libertad. Llegué a Madrid en plena época de revueltas estudiantiles y mi afán de aventurero seguntino me llevó a meterme en todos los líos posibles. Terminé en el PCE haciendo labores intelectuales y durante la Transición como no era del agrado de Carrillo, me expulsaron del partido junto con Claudín y Semprún.
¿Sigue siendo de izquierdas?
Lo seré toda mi vida. De una izquierda culta, liberal que no tiene nada que ver con la del PCE de mi juventud. Reivindico una cultura de izquierdas y este país nunca será un país sin la izquierda. Me siento de izquierda, aunque ahora la corriente es no ser de izquierdas. Pero me gusta ir a contracorriente y la gente de izquierdas.
¿Qué opinión tiene de Manuela Carmena y de la nueva política?
Carmena es amiga mía, la tengo mucho cariño y empecé a trabajar en el mismo despacho que ella al acabar Derecho. Creo que lo está haciendo bien al frente del Ayuntamiento, aunque tiene muchos enemigos. No conozco al resto del grupo que le acompaña, pero me parece gente bastante inculta. Me molestan los incultos de izquierdas y de derechas. Soy un nostálgico de la izquierda literaria y no me identifico con la nueva izquierda. El problema de la nueva política es que no tienen una base y entonces acaban comprándose un chalet como le ha pasado a Iglesias. Jamás me compraría un chalet. Compraría un Picasso, una biblioteca. Pertenezco a esa izquierda que no es hortera, sino culta y justa.
Ha conocido a muchos escritores a lo largo de tu vida. ¿Cuál fue el que más te impactó?
Bergamín fue mi maestro. Cuando comía con él era como recibir una clase de literatura. Fue un hombre inteligente, católico, que practicó una izquierda personal. Un ejemplo de vida, porque se comportó de forma coherente y murió en la indigencia, lo que prueba que nunca se vendió a nadie. He conocido también a otros muchos escritores como Luis Rosales, Cela o Torrente Ballester.
¿Cuándo va a publicar sus memorias?
Según me cuenta mi editor, se publicarán el año que viene. Me voy a volcar este verano para que estén listas en otoño.