La exclusión social se “enquista” en una sociedad castellano-manchega “cada vez más desvinculada”
Obtener una radiografía de cómo se ha afrontado en Castilla-La Mancha la salida de la crisis y cómo se reconstruye la sociedad es el objetivo principal del VIII Informe Foessa sobre Exclusión y Desarrollo Social en España. En el análisis se incluyen también datos específicos de Castilla-La Mancha que ha presentado en Toledo el secretario técnico de este organismo y coordinador de Estudios de Cáritas Española, Raúl Flores, junto al arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez. Refleja una recuperación importante de la integración social, con niveles previos a la crisis, pero alerta también de la consolidación de una situación que supone “sufrimiento y amenaza para una parte de la población”: la consolidación de la exclusión social severa y de la precariedad, que afecta a más población y más intensamente que antes de la crisis.
Según Flores, este informe relata un momento, “una mirada a nuestra cohesión social que se retrotrae a cómo vivimos y reaccionamos ante la gran recesión y cómo estamos enfocando la salida”. “Todos los análisis apuntan a que, en la última década, estamos viviendo las consecuencias del mismo modelo de desarrollo económico, social y antropológico, solo que las consecuencias de este modelo se manifiestan de forma diferencial en cada etapa que atravesamos”.
En general, ha mencionado la “debilidad distributiva”, las “dificultades para no dejar a nadie atrás”, y en especial las deficiencias “para afrontar y mejorar la vida de los vulnerables, de aquellos que viven la precariedad, y de las personas excluidas, aquellos que no consiguen salir del pozo de la exclusión”.
La recuperación no ha supuesto mejores rentas
En cuanto a las distintas áreas y dimensiones de la sociedad de Castilla-La Mancha, el informe destaca en primer lugar que la recuperación económica no se ha traducido en una mejora de las rentas más bajas La renta media de la población castellano-manchega se ha reducido en diez años en un 2%, pero quien más ha sufrido esta pérdida en la capacidad económica ha sido el grupo poblacional con menos ingresos, que ha visto mermada su renta en un 17%.
Junto a esta realidad se encuentra el análisis más amplio de la exclusión social, que arroja la imagen de 328.000 personas en exclusión social en Castilla-La Mancha, el 16,2% de la población de la región. “Muchas de estas familias ya vivían en exclusión durante la crisis, algunas vienen sufriendo estas dificultades incluso en la época de bonanza económica previa a la crisis, y otras, las menos, llevan poco tiempo en esta situación de exclusión ya que han perdido el apoyo de los elementos compensadores que les permitían seguir a flote”.
Esta población en exclusión es lo que Cáritas denomina “la sociedad estancada”, un grupo de personas “para las que el ascensor de la movilidad social no funciona y no es capaz de subir siquiera a la primera planta”. Y dentro de ella existe un grupo especialmente vulnerable afectado por problemas de exclusión, que acumula tantos problemas en la vida diaria que les impide tener un proyecto vital mínimamente estructurado: el 6,3%, que son 127.000 de personas en situación de exclusión social severa. “Son el grupo sobre el que se ceba la desigualdad y la precariedad en sus diferentes formas”.
El desempleo en Castilla-La Mancha todavía alcanza al 18% de la población, multiplicando por 2,3 la tasa de paro del año 2007, que se situaba en el 8%. “Tener un empleo no garantiza salir de la pobreza y la exclusión. El 16% de las personas que trabajan se encuentran bajo el umbral de la pobreza y el 11% en exclusión social, a pesar de su esfuerzo personal, a pesar de salir a luchar todas las mañanas por sus hijos e hijas, no consiguen unas condiciones de vida mínimas”.
Vivienda, mujeres y discapacidad
Sobre la vivienda, apunta Foessa que es un motor elemental de la desigualdad y un factor clave en las dinámicas de exclusión social. Según apunta el informe, el acceso a una vivienda digna se ha convertido en un derecho inaccesible para muchas familias “que sufren la inseguridad y la inadecuación de su hogar, y una influencia notable sobre los recursos económicos, sobre el estado de salud y sobre los proyectos vitales de los más jóvenes”. En total, cifra en 97.000 las personas que viven con la incertidumbre de quedarse sin vivienda.
Asimismo, las desventajas de las mujeres para vivir de forma integrada afectan a todas las dimensiones de la exclusión social. La exclusión severa afecta al 8% de los hogares sustentados por mujeres, frente al 5% de los hogares sustentados por hombres. Una mujer tiene que trabajar 1,5 horas más al día para ganar lo mismo que un hombre. Así, establece que cuando una mujer es la sustentadora principal del hogar tiene más problemas económicos para acudir a servicios de salud y más retrasos en los pagos de recibos.
Por otra parte, el estudio desvela que la exclusión social tiende a duplicarse en las personas con discapacidad. El 33% de ellas se encuentran en situación de exclusión social, el doble que las personas sin discapacidad. Y en el ámbito de la educación, se detectan dos elementos diferenciadores de la región, que generan un mayor riesgo de exclusión social: los relacionados con la no escolarización, donde Castilla-La Mancha triplica la media estatal; y los mayores sin estudios, que la duplica.
Ante este panorama, también apunta que existe un amplio apoyo social a la inversión en los servicios sociales. El 76% de los castellano-manchegos considera que hay que destinar a esta área más dinero público que en la actualidad. De hecho, el 82% de los castellano-manchegos apuesta por más prestaciones y servicios sociales, aunque esto requiera más impuestos. FOESSA habla finalmente de la denominada “fatiga de la compasión”: más del 50% de la población expresa que ahora ayudaría menos que hace diez años.
El presidente de Cáritas de Castilla-La Mancha, Fernando Muñoz López, indica que la realidad que muestra el informe se resume en que “estamos construyendo una sociedad desligada y desigual, una sociedad con vínculos fragilizados en un entorno de crecimiento de las desigualdades”. Por eso, el mayor interés de Cáritas es que sirva para que “todos asumamos, en lo personal y comunitario, la cuota de responsabilidad que tenemos en la construcción de soluciones y oportunidades”.
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