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Buero Vallejo, defensor de las bibliotecas públicas

Antonio Buero Vallejo

Juan Sánchez. Director de la Biblioteca de Castilla-La Mancha

Celebramos el centenario del nacimiento de uno de los grandes escritores del siglo XX: Antonio Buero Vallejo. Con ese motivo la Biblioteca de Castilla-La Mancha presenta en la magnífica Sala Borbón-Lorenzana una exposición bibliográfica que muestra buena parte de la producción dramática del autor y los contenidos de su biblioteca personal, depositada en la Biblioteca Regional: “100 años con Buero”.

Un centro de interés para facilitar el préstamo y lectura de su obra, una prevista conversación entre Victoria Rodríguez -la viuda de Buero- y la catedrática de Lengua y Literatura Elisa Romero, son otras actividades organizadas por esta Biblioteca para difundir el legado de Buero y animar a los ciudadanos a leer y disfrutar con su teatro, sus ensayos… Es nuestra sencilla pero sincera contribución para recordar que Buero sigue entre nosotros gracias a su obra.

“Nadie es profeta en su tierra”, sentencia el refranero castellano. Pero en el caso de nuestro inmortal Buero, ese refrán afortunadamente no se ha cumplido. Guadalajara, su ciudad natal, y el conjunto de nuestra región, han dado firmes testimonios de reconocimiento público hacia el hombre y el escritor: nuestra tierra está llena de huellas que reflejan el homenaje que las gentes y las Instituciones de Castilla-La Mancha han otorgado a Buero. Difícil tarea mencionar los centros docentes y culturales que llevan con orgullo su nombre; calles que le recuerdan; abundantes los estudios y publicaciones que analizan su trayectoria…En este artículo recuerdo algunas de las iniciativas que se pusieron en marcha como signos específicos del cariño y del apoyo que Castilla-La Mancha ofreció al genial dramaturgo.

Si en el 1987 el Ayuntamiento de Guadalajara concedió a Buero su más alta distinción, al año siguiente el Gobierno Regional le otorgó la medalla de oro de Castilla-La Mancha. El Decreto de 31 de mayo resalta que “el teatro de Buero Vallejo, ligado siempre a su compromiso personal, renovó la dramaturgia española de la posguerra y refleja la sociedad española de la segunda mitad del siglo XX, creando una obra de decisiva influencia literaria y social” y califica a Buero de “infatigable y honesto reivindicador de la esperanza y de la libertad”. Buero recibió su medalla el 7 de diciembre de 1988 en el toledano Palacio de Fuensalida, pronunciando unas emotivas palabras en su nombre y en el resto de los galardonados ese año: el pintor Gregorio Prieto, el historiador y jurista Javier Malagón y el artesano alfarero Pedro Mercedes.

La Consejería de Educación y Cultura pidió el reconocimiento nacional hacia Buero, por ejemplo proponiéndole en 1986 para el premio Príncipe de Asturias. Un año después recibiría el premio Cervantes.

En 1992, aquel año emblemático para España, el año de las Olimpiadas de Barcelona y de la Exposición Universal en Sevilla, la Consejería inició la celebración de la Fiesta del Libro con programas regionales. Se articuló, a través de la Red de Bibliotecas Públicas, una campaña que se denominó “Desde Castilla-La Mancha, la vuelta al mundo en 80 libros”, y se inició la costumbre de encargar y difundir un mensaje para la sociedad regional relacionado con esta efeméride. El primer autor elegido fue D. Antonio Buero Vallejo, que escribió un texto precioso que tituló “Sin los libros nada somos”, que tuvo amplísima divulgación y en el que escribía palabras como éstas que ahora recojo: “Los pueblos que aspiran a culturizarse han de consolidar…su red de Bibliotecas Públicas… Somos personas porque leemos y lo seremos cada vez más si no pasamos día sin lectura. Y el mundo en que vivimos lo es por los libros que lo reflejan…Las Bibliotecas nos esperan siempre; sus estantes nos reservan no sólo auténticos placeres, sino buena parte de nuestra verdadera madurez. ¿Quién que lo comprenda, querría resistirse a tan limpia llamada?” Este año, en el que celebramos su primer centenario, se ha vuelto a divulgar este texto, como muestra de que eran palabras siempre actuales y necesarias.

No descubro nada nuevo si digo que Buero fue una persona humilde, prueba de los verdaderos creadores de talla intelectual y moral. Tal vez por ello siempre ofreció su colaboración con la Administración autonómica, y lo hizo además afectuosamente, mostrando una actitud agradecida. Por ejemplo, cuando se crearon en 1985 los Premios Castilla-La Mancha, Buero fue designado miembro del jurado del Premio de Teatro, junto a Francisco Nieva y Fermín Cabal.

También aceptó ser vocal del Consejo Regional de Bibliotecas, en calidad de persona de reconocido prestigio, ejerciendo su labor desinteresada siempre que se le solicitó. Buero, que tenía como es sabido una espléndida biblioteca, siempre defendió a una institución no siempre bien valorada por los intelectuales y otros sectores sociales: la biblioteca pública. Tal vez por ello, sus familiares decidieron depositar en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, en el Alcázar toledano, recuperado sueño de cultura, su biblioteca personal de teatro, para hacerla accesible a todo el mundo y facilitar nuevas investigaciones sobre la obra de Buero. Su trayectoria de luchador, de defensor de la libertad, fue siempre unida a la necesidad de educar a los ciudadanos y de dotarles de servicios culturales como la biblioteca pública para hacer posible el sueño democratizador de que el saber y la información sean accesibles a todos.

En esta tarea lleva trabajando décadas el Gobierno de Castilla-La Mancha: en fomentar una Red de Bibliotecas Públicas que garantice este servicio para todos los castellano-manchegos. Contó con la complicidad de los ayuntamientos, pero a estas alturas nuestro modelo de red de bibliotecas, que fue un referente para el conjunto del país exige renovar los recursos, cortados hace cinco años y aún no repuestos. Castilla-La Mancha es la única región que planteó desde hace años una verdadera utopía: dotar de servicios bibliotecarios a toda la población regional. Nuestro mejor homenaje a Buero, verdadero Patrimonio de la Humanidad, y a Cela y a Blas de Otero y a Cervantes… a todos los que en este año recordamos, sería una Red de Bibliotecas Públicas dinámica y que trabaje en complicidad con la sociedad, con servicios de calidad, que garantice el acceso a la información, la cultura y la educación permanente de todos los ciudadanos. Ese es el reto, ese el sueño que seguro compartiría D. Antonio Buero Vallejo, profeta en su tierra y defensor de las bibliotecas.

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