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Por qué los cerebros extremistas se tocan

Extremismo

Darío Pescador

29 de agosto de 2022 21:38 h

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En el actual clima político mundial a veces es difícil distinguir entre las tradicionales izquierda y derecha, pero casi todo el mundo identifica con facilidad a un extremista. Especialmente, a los extremistas con quienes no se está de acuerdo.

Por ejemplo, alguien extremista puede llegar a pedir la pena de muerte para las mujeres que aborten, mientras que otra persona extremista puede pedir la abolición de la propiedad privada. Por el contrario, personas moderada pueden estar de acuerdo con una ley de plazos para el aborto, o políticas de redistribución de los recursos, independientemente de su signo político.

Las primeras investigaciones sobre el cerebro y las ideas políticas encontraron diferencias entre las personalidades de conservadores y progresistas: los individuos de la izquierda son más propensos a mostrar empatía y la apertura a nuevas experiencias, a basar sus juicios morales en evitar el daño y promover la equidad. Los de la derecha, son más propensos ser meticulosos y educados, a dar mayor importancia a la pureza, la autoridad y las distinciones entre grupos, y a valorar la seguridad, la conformidad y la tradición.

No es lo que crees, sino cómo lo crees

Las investigaciones científicas recientes no se fijan tanto en la idea en la que se cree, sino en cómo las personas creen en esa idea. En lugar de hablar de derechas e izquierdas, están hablando de dogmatismo e innovación. Cuando una persona es dogmática respecto a algo, la innovación no es posible, ya que requiere el cuestionamiento de las propias creencias.

En un experimento del University College de Londres, los científicos examinaron a personas con ideas radicales de izquierda y derecha. Estas personas presentan una certidumbre exagerada en sus ideas, dogmatismo e intolerancia. Al hacerles una serie de pruebas neutrales (como contar el número de puntos en una imagen), cuando cometían un error eran menos capaces de detectar que se habían equivocado. Es decir, la parte de su cerebro que se ocupa de corregir y aceptar los propios fallos estaba menos desarrollada que en otras personas.  

Hay varias explicaciones posibles para estas diferencias. En varios estudios se han encontrado relaciones entre las actitudes políticas y la estructura del cerebro. Las personas progresistas muestran un mayor desarrollo del córtex cingulado, donde reside la empatía y la regulación emocional y, por el contrario, un mayor desarrollo de la amígdala, donde se localiza el miedo, en las personas más conservadoras y reaccionarias. 

Otra explicación es genética: se han descubierto asociaciones entre las variaciones de los genes implicados en la regulación y el transporte de la serotonina y la dopamina y las probabilidades de que una persona vote o no, y que este rasgo es hereditario. El voto es una medida habitual de cuán fuertes son las convicciones políticas de alguien.

Por último, está la explicación neurológica, que se basa en cómo aprenden las personas a percibir y procesar la información. En un estudio en EE UU se dio a los participantes tareas neutrales en forma de juegos, como identificar formas en pantalla, decir en qué dirección se movían, recordar dónde estaban, etc.  

También encontraron que el conservadurismo y el nacionalismo se asociaban a una mayor cautela pero, paradójicamente, también con un menor procesamiento de la información disponible. El dogmatismo, de cualquier signo, se asociaba a tendencias impulsivas y decisiones poco meditadas. 

La religiosidad hacía tener una percepción exagerada del riesgo y las actitudes extremas a favor del grupo, incluida la aprobación de la violencia contra los grupos externos, se relacionaron con una memoria a corto plazo más pobre, lentitud en el procesamiento y tendencia a la impulsividad y la búsqueda de sensaciones.  

Según los investigadores, estos resultados indican que el extremismo puede ser consecuencia de alteraciones en las funciones de percepción y cognición. Sin embargo, otros estudios también dejan lugar para la esperanza. Las intervenciones en escuelas para presentar imágenes que rompen con estereotipos, como una mujer presidenta del Gobierno, aumentan la flexibilidad mental y reducen en dogmatismo. Estamos a tiempo.

 * Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

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