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Por qué necesitamos tocar a otras personas (y que nos toquen)

El necesario contacto físico

Darío Pescador

5 de enero de 2023 21:43 h

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¿Te gusta cuando te lavan el pelo y te masajean la cabeza? ¿Te relaja acariciar a tu gato? O a lo mejor prefieres lavar a tu pareja en la bañera, o disfrutas reventándole espinillas. Bienvenidos al reino animal.

La mayoría de los mamíferos, pero también en las aves y algunos reptiles, muestran un comportamiento de acicalamiento, que se refiere al acto de limpiar y mantener limpio su cuerpo, pero también limpiar a otros individuos de su grupo. Entre los mamíferos que se acicalan están los primates, como los chimpancés, los gorilas y los humanos, y muchas otras especies, como los elefantes, los caballos, los perros, los gatos y los roedores. Las aves, como los loros, las palomas y algunas especies de pájaros cantores, también se acicalan, así como algunos lagartos y serpientes.

La función del acicalamiento solitario está clara: mantener la limpieza y la higiene, así como eliminar parásitos del cuerpo. Los patos utilizan su pico para enderezar sus plumas, ordenarlas y alisarlas, además de bañarse usando el pico para salpicar agua sobre el cuerpo y las alas. Los elefantes utilizan la trompa y los colmillos para eliminar la suciedad, los parásitos y las larvas de su piel, y suelen frotarse contra árboles u otros objetos para eliminar los parásitos, además de darse baños de barro. Los humanos hemos ido bastante más allá y nuestro acicalamiento comprende lavarse el cuerpo con agua y jabón, cepillarse los dientes y el pelo, y también maquillarse, desmaquillarse y aplicarse doce productos cosméticos diferentes sobre la piel.

Pero lo más interesante ocurre cuando los animales se acicalan unos a otros, y esta conducta se convierte en una forma de vinculación social, que facilita la cohesión del grupo. Los chimpancés utilizan los dedos, las uñas y los dientes para eliminar la suciedad, los parásitos y los huevos de parásitos del cuerpo de otros miembros de su grupo. También se desenredan el pelo y se limpian la cara unos a otros. En todos estos comportamientos, los cerebros de los animales se inundan de oxitocina, y es el motivo por el que, también para los humanos, tocarse es cuestión de supervivencia.

Contacto físico y salud

La oxitocina es una hormona que interviene en diversos comportamientos sociales como los vínculos afectivos, el apego y la interacción social. Es la que hace que los patitos recién nacidos se vinculen a lo primero que ven y lo sigan a todas partes, aunque sea un pato mecánico o un globo rojo. En los seres humanos, la oxitocina está relacionada con el vínculo social y el apego, por ejemplo, es la responsable del apego de las madres por sus bebés. Pero los niveles de oxitocina también aumentan, tanto en hombres como en mujeres, con el contacto físico, los mimos y caricias, y la actividad sexual. 

Hay indicios de que la oxitocina también puede estar implicada en el comportamiento de acicalamiento, por ejemplo en los bonobos y en los chimpancés, que son nuestros parientes más cercanos. Todo indica que esto también funciona así con los seres humanos. Por ejemplo, los científicos ha descubierto que los niveles de oxitocina aumentan con el contacto y la estimulación física como el masaje del pelo y también a través de la piel de las manos y los pies. El contacto físico, al aumentar los niveles de oxitocina, también tiene efectos positivos sobre la sensación de bienestar: disminuye el dolor, bajan los niveles de estrés, mejora la capacidad de aprendizaje y la memoria, y también disminuye el apetito. 

Por el contrario, las personas que han sufrido un trauma emocional y poseen estrés postraumático, tienen niveles más bajos de oxitocina y es habitual que sufran de sobrepeso y obesidad. Los niños que no reciben contacto físico de sus padres tienen problemas en su desarrollo mental.

Cuando nos tocan otras personas, aunque sea de forma no sexual, como el abrazo de un amigo o incluso el peluquero que nos lava la cabeza, disminuye la sensación de soledad, refuerza las defensas, reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares y de sufrir trastornos mentales como la depresión y la ansiedad

Por otro lado, hay gente que dice que cuanto más conocen a las personas, más aman a su perro. Si la relación con las personas es por Internet, no es de extrañar, ya que esta forma de interacción fomenta el comportamiento antisocial, y la falta de oxitocina en ese contacto digital entre personas tiene mucho que ver. Pero también tienen en parte razón respecto a su perro (o su gato), ya que la oxitocina parece ser la mediadora de los vínculos entre las distintas especies. Los dueños que acarician a sus perros experimentan un aumento de la oxitocina, y un descenso del cortisol, la frecuencia cardíaca y la presión arterial.

Si no tenemos a nadie a quien abrazar, podemos hasta cierto punto engañar a nuestro cerebro para que se dispare la producción de oxitocina. Una de las opciones son las mantas lastradas, que simulan el contacto con otra persona en la cama e inducen una sensación de calma. 

La compañía japonesa Quoobo ha encontrado otra solución tecnológica: fabrica un cojín peludo con una cola mecánica que se mueve cuando lo acaricias, y que tiene efectos relajantes comprobados, sin tener que sacarlo a pasear o vaciar el cajón de tierra. Pero, ¿no sería más fácil tener un amigo a quien abrazar?

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

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