Acerca del día mundial del suicidio

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Con respecto a la lucha para evitar las casi cuatro mil muertes al año por suicidio en España, recuerdo una anécdota muy ilustrativa de hace unos pocos años, de los anteriores a la pandemia. En el ámbito de una reunión a nivel español de personas diagnosticadas con problemas de salud mental, un compañero nos comunicó que si no se aprobaba en unos meses un protocolo anti suicidio para todo el Estado iniciaría una huelga de hambre. Los demás intentaban disuadirle apelando a cuestiones personales y de salud. Yo, de Valencia capital, lo tenía más fácil: en la Comunidad Valenciana teníamos ese protocolo y muchos, muchos más, pero una cosa es que haya un protocolo y otra que se aplique. Nos encontramos que cuando sale un protocolo nuevo simplemente se comunica a los profesionales sanitarios, pero parece que la Conselleria de Sanidad espera que el reciclaje profesional correspondiente se produzca por ósmosis del espíritu con el que se ha redactado la nueva circular. Y la nueva organización del servicio se ejecutará por el discernimiento mutuo de la nueva revelación. Y el dinero para su ejecución caerá del cielo con las lluvias de fin de año que acompañan a la ley de presupuestos, porque con la ley va a ser que no. Ante este panorama desistió de hacer huelga de hambre, claro, e imagino que se le quitó el apetito ante el panorama.

Yo fui testigo y participante en la creación del plan actual. Puedo atestiguar que a pesar del esfuerzo que se hizo en su confección había profesionales a la defensiva en cuanto a su actividad profesional y con pocas ganas de que algún cambio le pudiera acarrear alguna obligación nueva. El resultado ha sido poco ambicioso por los motivos comentados antes (falta de reciclaje profesional, de organización y de dinero para su ejecución) y ni siquiera se ha planteado seriamente que hacer con temas tan importantes como los intentos auto líticos el fin del semana. El resultado ha sido el mismo que con todos los planes relativos a la salud mental: publicidad política y a otra cosa más rentable.

Por si alguien cree que lo que digo tiene una intencionalidad partidista, debo informar al lector que la primera vez que contemplé como actuaba la Conselleria de Sanidad fue alrededor de 2009. Se organizó una jornada a bombo y platillo para presentar el fruto de un año de trabajo. El resultado fue un folleto con citas de escritores clásicos relativos a la salud mental. Le pregunté a un viejo guerrero de la lucha por los servicios públicos que como podía suceder esta sinvergonzonería y me contestó “Bienvenido a Valencia”. Todavía sufro dolor abdominal al recordar la muy insuficiente aplicación de la estrategia de salud mental de la Generalitat Valenciana 2016-2020.

Pero llegó la pandemia de Covid en marzo de 2020 y en 2021 era evidente que había una pandemia de problemas de salud mental. Especialmente sangrante debió ser para el presidente de la Generalitat comprobar que tenía un protocolo específico contra el suicidio desde 2018 y las estadísticas subían. Según el INE podemos comprobar que en 2017 hubo 397 suicidios, en 2018 la cifra baja mínimamente a 396, en 2019 aumenta a pesar del Protocolo específico hasta 450, en 2020, baja un poco 438 y en 2021 vuelve a bajar pero se mantiene por encima de 400. Ante esta situación se nombró en 2021 a un comisionado de la salud mental, el psiquiatra y catedrático Rafael Tabarés. Ya les adelanto que tanto él como su equipo están haciendo un trabajo riguroso y muy necesario, pero ya veremos el caso que se les hace en la ley de presupuestos. Los suicidios son un tema de una complejidad extraordinaria que requiere una política clara de toda la Administración, pero las acciones del plan que se están elaborando son un inicio necesario.

Si hablo desde un punto de vista más personal, he querido suicidarme desde los ocho años (cosas de ir a un colegio con compañeros interesantes) y a los veinte estaba decidido a llevarlo a cabo por mi incapacidad de alcanzar la excelencia en todas las asignaturas de la carrera de derecho (eso ya era idiocia propia). No di el paso sin retorno porque me imaginaba mi funeral como el desastre para mi familia que hubiese sido. Pero créanme cuando les digo que, por desgracia, mucha gente al imaginarse la misma situación está convencida de que su muerte va a ser un alivio para sus seres queridos. Y eso en el caso de creer que alguien les quiera. Y ya ni les hablo de la gente a la que no quiere nadie. Si creen que no hay personas en nuestra comunidad a las que no las hayan apreciado nunca como seres humanos, les invito a unirse al colectivo asociativo de su elección y a horrorizarse con la verdad. Porque las hipótesis y estudios serios con respecto a la conducta suicida pueden tener una gran erudición y medios técnicos, pero tengo la sensación de que dan demasiado por supuesto el motivo esencial para vivir: sentirse querido. Puede parecer un tópico sensiblero, pero si hacen seriamente el esfuerzo de imaginar que nadie les quiere lo mejor es que lo hagan bien acompañados. Porque va a ser un trago demasiado intenso. Para poner su granito de arena dejen claro a los que aman que los aman, porque se sobreentiende menos de lo que parece. Y si sospechan que a alguien no se le quiere lo suficiente ya saben cómo ponerle remedio. Y remédienlo en todas partes, no solo en casa. A la gente se le debe dejar claro que se está a su lado en todas partes, incluido el trabajo, los estudios, el autobús, el campo o la playa. Que si no luego la vida parece el castigo a Sísifo y pasa lo que nos ocupa.

En fin, que me cronifico. El día 10 de septiembre se celebrará el día mundial contra el suicidio por lo que invito a toda la Comunidad Valenciana a movilizarse para que este tema se tome en serio en memoria de los que se han ido y para evitar que se vayan más así. Todo indica que volverá a haber manifestación por los servicios públicos de salud mental en octubre. Pues más nos vale a todos ir moviendo el trasero desde ya, porque parece que para la Administración estos temas están amortizados políticamente al estar pasando de moda en los medios de comunicación. Ya saben, ya no se habla tanto de la pandemia (de momento) y puede ser tentador olvidar un tema tan desagradable como la post pandemia de salud mental. Con respecto al suicidio frente a una vida absurda y la necesidad de la protesta, recordemos a Camus: Grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer en mi protesta.”