Los activistas espiados por el agente infiltrado de València: “Es un policía que entra en tu casa sin una orden, es una traición”
“Entiendo que en los ochenta la Policía se infiltrara en los GRAPO o en ETA pero esto es un movimiento vecinal”. Alan, nombre supuesto de un activista del movimiento vecinal de Benimaclet (Valencia), conoció de cerca al agente de la Policía Nacional que se infiltró durante dos años en el rico tejido asociativo del barrio. El 'topo', bajo la identidad encubierta de Ramón Martínez Hernández, entabló amistad con numerosos activistas que esta semana, gracias a una minuciosa investigación de La Directa, han descubierto que se trataba de un policía nacional en labores de información.
“Era una persona súper simpática, muy amable y cordial, nunca ponía malas caras y era trabajador. Para encajar bien nunca daba la nota y siempre estaba predispuesto a echar una mano”, relata Alan. “Ahora entendemos por qué”, apostilla en una conversación con elDiario.es.
El agente, durante su labor a lo largo de dos años entre los colectivos sociales y vecinales, se declaraba antifascista y de izquierdas, pero “políticamente era muy discreto”. “Es fácil que a una persona con ese perfil se le acepte”, aclara Alan, que destaca que en este tipo de movimientos, ajenos a las subvenciones públicas, siempre hacen falta manos. “Tenía predisposición para trabajar, ir a las asambleas y pasar las actas, eso facilitó su entrada en diferentes espacios”, agrega.
El policía se introdujo en la entidad vecinal Cuidem Benimaclet a partir de marzo del 2020 y, de ahí, logró incorporarse a tres grupos del Centro Social Okupado y Anarquista (CSOA) L'Horta. También formó parte del servicio de orden de una manifestación del 1 de mayo de 2021 convocada por colectivos antifascistas e incluso participó en la marcha del 18 de febrero para pedir la liberación del rapero Pablo Hasél, que se saldó con duras cargas policiales. “No era la persona instigadora, siempre estaba en un segundo plano, no le interesaba destacar sino estar ahí para conocer lo que pasaba”, indica Alan.
Alba, nombre ficticio de otra activista del barrio, coincide en que el joven al que conoció en el CSOA L'Horta era “muy sociable”. “No daba muchos datos personales, pero conversaba de cualquier tema”, agrega.
Con el paso del tiempo, la relación de amistad fue a más. Todo en el contexto de las movilizaciones del barrio, bajo el paraguas de la entidad vecinal Cuidem Benimaclet, contra un proyecto urbanístico impulsado por la constructora Metrovacesa. El 'topo' policial era un “amigo ideal”, recuerda el activista. “Era una persona muy afable y simpática, que te escuchaba y estaba sonriendo todo el rato, se interesaba por ti”, dice Alan.
Alba, por su parte, recuerda al infiltrado como un conocido que, pasito a pasito, se convierte en un amigo cercano. “Al principio te va sonando, luego lo ves en una asamblea y luego en otra y, poco a poco, vas compartiendo espacios de militancia y forjando una amistad, quedas a tomar algo, te intercambias libros y vas a exposiciones o al cine”, cuenta la joven, que se siente “engañada” tras la revelación de que el tal Ramón Martínez Hernández era un infiltrado.
Sin embargo, todos los colectivos por los que transitó el infiltrado de la Policía Nacional realizan sus actividades de manera pública y dan cuenta de sus quehaceres en las redes sociales. “Al final, las labores que estamos haciendo no atentan contra nadie, somos colectivos abiertos que trabajamos para los barrios”, señala Alan.
“Sorpresa, rabia, incredulidad”
El joven, tras conocer la verdadera identidad del 'topo', siente “sorpresa, rabia, incredulidad y enfado”. “Es un policía que entra en tu casa sin una orden judicial”, resume el activista que, más allá de la labor estrictamente profesional del infiltrado, siente haber sido víctima de una “traición”.
“Al final”, afirma Alan, “tiene la capacidad de acceder a toda tu vida personal, sabe quién es mi pareja, quién es mi perro, qué libros leo, cómo es mi sofá o dónde viven mis padres”. El 'topo', cuya matrícula en el grado de Trabajo Social investiga la Universitat de València, compartió mesa y mantel en casa del activista y conoció a su círculo familiar y de amistades más cercano.
“Entiendo que como poli infiltrado intentes recabar información sobre movimientos sociales, pero esto es información personal, no sólo de personas que participan sino también de la gente que les rodea, de amigos y de familiares que no están en política”, cuenta Alan, que considera que acceder a espacios tan íntimos “excede su tarea”. Se trata, según el activista, de “aprovecharse de personas a niveles que superan cualquier sentido de la responsabilidad humana, ética y moral”.
El agente, por el contrario, “no hablaba de su vida personal, tenía un perfil hasta cierto punto tímido”. Alan considera que ha sido víctima de una “traición a nivel humano, ya no es algo sólo a nivel político”. El activista, además de varias fuentes consultadas por este diario, confirma que el 'topo' no mantuvo relaciones sexuales con los espiados, a diferencia del policía infiltrado en el movimiento libertario de Barcelona.
“Había mujeres a las que se acercó mucho, no mantuvo una relación sexoafectiva con ellas pero sí afectiva”, relata. “Seguro que ha habido personas que le han contado cosas personales y jodidas”, afirma el activista. Alba lamenta haber compartido con el policía infiltrado “confidencias y cosas que se cuentan a colegas y amigos”. “Ahora mismo no sé si las conversaciones que tuvimos eran porque él quería saber algo o no, no sé qué es verdad y qué es mentira”, dice la activista.
Alan también se pregunta el motivo de infiltrarse en movimientos vecinales cuya actividad es pública y notoria. Benimaclet concentra desde hace décadas a activistas de movimientos sociales muy diversos, desde libertarios hasta independentistas, ecologistas o estudiantiles, y ya cuenta con varias generaciones de vecinos comprometidos que se han establecido en el barrio y llevan a sus hijos al colegio. Así, activistas de todas las edades, predominantemente jóvenes, coinciden en asambleas públicas de entidades vecinales como Cuidem Benimaclet.
Papi Robles, portavoz de Compromís en las Corts Valencianes y vecina del barrio, ha dado “fe en primera persona” de cómo se organiza el movimiento asociativo en Benimaclet: “Es de todo menos peligroso como para que haya un policía infiltrado”. “Lo que van a encontrar en barrios como Benimaclet es a gente organizada de forma colectiva y constructiva”, ha dicho Robles en la rueda de prensa posterior a la Junta de Síndics de la cámara autonómica.
Los espiados estudian denunciar al 'topo'
“He estado compartiendo una voluntad de transformar las cosas para mejor con un infiltrado que me está traicionando y que ha jugado con las personas con las que interactuaba”, indica Alan. “Nunca te imaginas que algo así pueda suceder y menos en cuanto a militancia de barrio”, reconoce Alba. “No me considero una terrorista, creemos en unos ideales pero en ningún momento pensé que eso para el Estado iba a ser una cosa tan peligrosa como para meter a una persona infiltrada en mi circulo más próximo”, apostilla la activista.
Las entidades sociales espiadas han anunciado en una rueda de prensa celebrada en la plaza de Benimaclet, en pleno centro neurálgico del barrio, que estudian emprender acciones legales contra el agente infiltrado por “vulneración de derechos fundamentales”.
Dos portavoces han denunciado una “estrategia policial contra los movimientos populares” que sobrepasa los “límites legales” contra entidades con “una trayectoria pública y conocida”. “Son espacios abiertos que hacen barrio y comunidad”, han dicho.
La abogada Maria Josep Martínez, de Alerta Solidària, ha denunciado la infiltración como una “práctica antidemocrática”. “No hay ningún amparo legal para esta infiltración”, ha afirmado la letrada, que estudia la posibilidad de que se haya cometido un presunto delito contra la inviolabilidad del domicilio.
Por el contrario, la delegada del Gobierno en Valencia, la socialista Pilar Bernabé, ha defendido que “la Policía Nacional y todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado actúan siempre en el marco de la legalidad vigente”. “Ese es su marco y así lo avala la Constitución”, ha indicado en referencia a la infiltración del policía.
“Mantuvo su papel hasta el final”
Entre los activistas del barrio, el hallazgo de que un 'topo' convivió durante dos años en los colectivos sociales de Benimaclet es el tema de conversación por excelencia, dado el impacto personal en una zona donde todo el mundo, en mayor o menor medida, se conoce, aunque sea de vista. Una joven vinculada al movimiento libertario bromeaba sobre las asambleas —no siempre entretenidas— que se tuvo que “tragar” el agente de la Policía Nacional.
Otro activista, más veterano, reflexionaba sobre la facilidad de infiltrarse en asambleas abiertas formadas por gente joven en contraposición a los movimientos sociales de hace décadas, más cerrados y sin redes sociales. En general, la vecindad más comprometida oscila entre la incredulidad y la indignación.
Las portavoces que han intervenido en la rueda de prensa han asegurado que el movimiento asociativo afronta la situación “procurando que no se rompan las redes de confianza que se han tejido en los colectivos”.
Alan recuerda la última conversación que mantuvo con el agente infiltrado, cuando en septiembre del 2021 anunció que regresaba a Barcelona. “Quedamos en un bar de Benimaclet para tomar una birra de despedida, lo recuerdo perfectamente y, además, lo hizo con otra gente”. “Mantuvo su papel hasta el final”, concluye el activista espiado.
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