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Por qué lo que ha sufrido Mónica Oltra no es un escrache sino algo peor

Pantallazo de la acción de acoso contra la vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra.

Adolf Beltran

No, lo que ha sufrido Mónica Oltra no es un escrache. Parece mentira que haya que explicarlo. La vicepresidenta de la Generalitat Valenciana y dirigente de Compromís no ha tenido a la puerta de su casa la noche de este miércoles a miembros de un colectivo indignado por alguna de sus decisiones de gobierno, un tipo de acción ya de por sí rechazable porque hay que tratar de mantener en la esfera pública los conflictos y no llevarlos nunca al ámbito privado.

Lo que ha tenido Oltra a la puerta de su casa es un grupo enmascarado de nazis que no protestaban por nada concreto sino que la señalaban y amenazaban por ser lo que es, mujer, demócrata, de izquierdas y valencianista. Lo han hecho con la lógica bárbara del fascismo, envueltos en la ola de nacionalismo español que ha levantado el gravísimo conflicto en Catalunya y alentados por la abusiva retórica de la derecha valenciana al estigmatizar a los adversarios como “aliados” o “marcas blancas” del independentismo catalán.

Han ido a por Mónica Oltra porque es 'judía', en el sentido metafórico de lo que eso ha significado en la historia. Su condición de símbolo de un sector de la izquierda valencianista es lo que ha sido atacado. Da igual que se haya pronunciado públicamente por el diálogo y que haya pedido al presidente de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, como hizo también Ada Colau, que no declarara la independencia. La cosa no va por ahí, sino por continuar la cacería de disidentes que empezó con el “a por ellos” y tuvo un momento grave en las agresiones ultras contra la manifestación del 9 d'Octubre en Valencia.

El nacionalismo español, tan irresponsablemente alentado por sectores impensables de la política, la intelectualidad y los medios de comunicación como respuesta al rupturismo independentista catalán, tiene un siniestro fondo de armario que huele a falangismo, a dictadura, a franquismo y autoritarismo. Nada puede ser peor que “normalizar” las partidas de caza de la extrema derecha contra los demócratas como un escrache, por polémica que resulte esa forma de protesta. El fascismo está aquí y es fundamental no confundir a quienes defienden un punto de vista con los totalitarios que quieren acabar con los “otros”.

La permisividad que se arrastra en el País Valenciano desde los tiempos convulsos de la transición con la agresividad de ultraderecha pasa ahora su factura. Parecen haberlo entendido la fiscalía y el delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Juan Carlos Moragues, que casi por primera vez han abierto una investigación y detenido a más de una docena de conocidos fascistas, respectivamente.

La bestia incubada durante décadas ha detectado una oportunidad con tanta bandera rojigualda y tanta dureza patriótica a su alrededor. ¡Cuidado! En media Europa ya la tienen sentada en sus parlamentos. Aquí está empezando a campar por las calles. Es básico entender que entre un “escrache” y una “razia” existe una diferencia abismal. La diferencia entre el fascismo y la libertad.

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