No hace mucho vinieron dos chicos y se las llevaron después de varias décadas en el mismo lugar, y es que en casa de mi madre y de mi padre siempre he conocido dos máquinas de aparar en la cocina, que han sido parte de la ella como lo son los electrodomésticos o los muebles, parte de la decoración. Ya de pequeños, mis hermanos y yo cortábamos hilos y echábamos una mano con la faena que se traía a casa, llevando carros con decenas de pares terminados hasta el taller que estaba cerca del cementerio viejo. Esas máquinas de aparar estaban en marcha casi todo el día, era un sonido casi natural.
No es nada especial esto que cuento. En Elche, la mayoría de familias de los barrios obreros han funcionado de la misma manera, muchas mujeres han trabajado en casa ocultas, en la clandestinidad para la industria del calzado que ha sido el eje de la economía en el municipio ilicitano, siendo ellas una parte esencial para el sustento de las familias. Y después de toda una vida trabajando muchas de ellas llegan a la edad de la jubilación y no tienen nada o muy pocos años cotizados, con el consecuente castigo de no tener pensión o tener una ridícula e insuficiente para vivir dignamente.
Son las que cosen los zapatos que calzamos, y por sus tareas sufren dolores de columna, de huesos, estrés, depresión, ansiedad, fibromialgia, multitud de enfermedades sin reconocimiento alguno, sin pensión o con pensiones de miseria, maltratadas, invisibles… Así han pagado las distintas administraciones y los grandes empresarios ilicitanos del calzado a las mujeres que les han enriquecido.
Desde que comenzó la crisis hace ya varios años las fábricas del calzado han vuelto a producir en Elche, ya no es necesario continuar fabricando en Asia porque están pagando salarios similares. Muchas trabajadoras cobran entre 2 y 3 euros la hora, toda la jornada sentadas en la máquina de coser y terminando a altas horas de la noche, pues cuantos más pares termines, más cobrarás a final de semana.
El pasado viernes 20 de abril tuvo lugar en el municipio ilicitano la Asamblea Fundacional de Aparadoras y Trabajadoras del Calzado, y como ni los empresarios ni las instituciones las han cuidado, se han comenzado a organizar para cuidarse ellas mismas, porque como dice su manifiesto “nos necesitamos entre nosotras y por eso constituimos esta Asociación, porque el apoyo mutuo y la sororidad que la industria del calzado nos ha negado es la herramienta que nos hará fuertes”.
Es una magnífica noticia que se unan para defender sus derechos, para apoyarse entre ellas, para tener voz propia, para combatir la precariedad y mejorar sus condiciones laborales. Les debemos mucho a estas mujeres y solo nos queda agradecer todo lo que hacen y han hecho por el municipio porque no estaban ocultas, las han querido ocultar.