Joan Romero y Andrés Boix coordinan un foro en el que especialistas en diversos campos aportarán opiniones sosegadas y plurales sobre temas de fondo para una opinión pública bien informada
El modelo de banca que queremos: banca especulativa versus banca social
La crisis financiera iniciada en el verano de 2007 ha provocado numerosos cambios en la estructura del sistema bancario europeo, condicionados sobre todo por las medidas que desde las diferentes instituciones públicas se han venido tomando a raiz de la caida de numerosas entidades financieras. Ha trascurrido ya casi una década desde que se produjera la caida de Lehman Brothers en septiembre de 2008, por lo que puede ser un buen momento para hacer balance sobre lo hecho y también sobre lo no hecho, especialmente en unos momentos de alta incertidumbre política en España debido a la celebración de unas segundas elecciones generales y a si será posible que algunos de los cuatro partidos políticos con mayor peso en el parlamento formen gobierno. Nada se ha dicho en el debate económico de las elecciones del 26J sobre el modelo de banca que necesitamos. Se ha hablado del rescate bancario, de la caída de las cajas de ahorros tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, de la gestión privada de un banco nacionalizado como Bankia, pero ningún partido político ha explicado cuál es el modelo de sistema bancario que propugna.
Sin embargo, esto es clave para el futuro de la economía. El sistema bancario desempeña una función capital en el desarrollo económico y social de un Estado, por cuanto aporta una materia prima básica para acometer las inversiones que se necesitan para que se produzca actividad económica y se genere empleo: la financiación. Una financiación que se ha visto ampliamente mermada tras el estallido de la crisis, por las restricciones crediticias a las que se han abocado las entidades bancarias. A pesar de las medidas tomadas por el Banco Central Europeo BCE (bajada de los tipos de interés, inyecciones de capital, capitalización), los bancos han dejado de prestar dinero a la economía real, lastrando la capacidad de emprendimiento y, por ende, de crear nuevos puestos de trabajo. No se puede salir de la crisis sin un sistema bancario volcado en financiar a quienes producen y generan empleo: los emprendedores, autónomos, microempresas y PYMES.
La gran banca ha estado utilizando el dinero del BCE para comprar deuda de los Estados, dedicándose a la especulación a través de la realización de transacciones financieras internacionales y la participación en los paraísos fiscales, facilitando el fraude fiscal y el blanqueo de dinero. Los famosos papeles de Panamá han revelado que importantes bancos europeos, entre ellos algunos españoles de mayor dimensión, participan en la creación de sociedades offshore. También se han dedicado a manipular los índices de referencia de los tipos de interés de mercado, a imponer condiciones lesivas para los consumidores bancarios como las comisiones abusivas y las clausulas suelo de las hipotecas y a colocar títulos engañosos entre la población más vulnerable como las participaciones preferentes y las subordinadas. Estos son ejemplos claros que demuestran de la existencia de una banca que da la espalda a los ciudadanos y que ni la Unión Europea y sus instituciones ni sus Estados miembros, han tomado las medidas oportunas para regenerar el sistema bancario. Con razón, los bancos españoles son los que peor imagen tienen en toda Europa, tras los bancos irlandeses.
Un modelo bancario basado en la concentración y el gran tamaño: exclusión financiera
La crisis financiera ha sido la oportunidad brindada al Gobierno español para acabar de consolidar su modelo de banca de gran dimensión. Con eufemismos como “reestructuración” o “reordenación”, han conseguido concentrar más del 80% de los depósitos bancarios en 5 grandes entidades. Y lo han hecho utilizando para ello una medida creada por la propia Unión Europea: los Sistemas Institucionales de Protección o SIP, más conocidos como fusiones frías o fusiones virtuales. Se ha conseguido así agrupar a la casi totalidad de las cajas de ahorros y a una parte importante de las cooperativas de crédito y cajas rurales en unos pocos bancos bancos privados, eliminando gran parte de la banca de proximidad que existía en España. Las condiciones del rescate bancario de 41.300 millones de euros impuesto por la Unión Europea para sanear la banca española ha sido la excusa perfecta para concentrar bancos, cerrar oficinas y despedir trabajadores, produciendo la denominada exclusión financiera: ciudadanos y empresas que quedan excluidos de los circuitos de financiación bancaria en un país donde la dependencia de la banca supera el 70% y poblaciones con pocos habitantes que se quedan sin oficinas bancarias porque no son “suficientemente” rentables para los grandes bancos.
El modelo de bancos de gran dimensión, alejados de los territorios y de las personas, es el modelo por el que ha apostado el Ministerio de Economía y el Banco de España. Un modelo basado en un mayor riesgo sistémico, que de producirse una nueva crisis financiera podría tener consecuencias catastróficas. La caída de bancos como el Santander, BBVA o Caixabank, de producirse, podría arrastrar a la economía española a la bancarrota. La Unión Europea, consciente de ello, está estableciendo cada vez mayores exigencias en niveles de capitalización y de recursos propios de las entidades bancarias; medidas que desde nuestro punto de vista son totalmente insuficientes, a no ser que vayan unidas a otro conjunto de medidas enfocadas al saneamiento y profesionalización de la gestión bancaria, a la prudencia de la gestión crediticia, a su transparencia, al mayor control sobre las transacciones financieras especulativas y al buen gobierno y la responsabilidad social corporativa.
Pero la concentración del sector bancario a través de las fusiones (tanto frías como reales), tiene enormes consecuencias negativas para los ciudadanos, pues merma la libertad de elección y disminuye el poder de negociación de los consumidores frente a los bancos, posibilitando mayores abusos y malas praxis, como las que se han estado produciendo durante estos años. Es por ello que un modelo bancario basado exclusivamente en una banca de gran dimensión altamente especulativa, como el que se quiere imponer en España, no es un modelo adecuado.
El modelo de banca de proximidad: en peligro de desaparición
Por todo lo señalado anteriormente, el modelo de banca de proximidad en España está en serio peligro de desaparición. De hecho, una gran parte del mismo, el representado por las cajas de ahorros, ya ha desaparecido con la Ley 26/2013 de Cajas de ahorros y fundaciones bancarias privadas aprobada en diciembre de 2013. Sólo dos cajas de ahorros siguen subsistiendo dentro de un ámbito de actuación muy restringuido: Caixa Ontinyent en el País Valenciano y Caixa Colonia-Pollensa en Baleares. En la Comunidad Valenciana hemos sufrido más que nadie la desaparición de las cajas de ahorros y del modelo de banca de proximidad, tal como se señala en el libro La desfeta del Sistema Financer Valencià.
Pero, ¿es así en todos los países de la Unión Europea?. Claramente no, pues la mayor parte de Estados, y especialmente los de mayor dimensión y peso dentro de la Unión Europea como Alemania y Francia, conservan una banca de proximidad fuertemente arraigada y consolidada. Los bancos cooperativos alcanzan cuotas de mercado del 20-30% en países como Alemania, Francia, Holanda o Italia y las cajas de ahorros tienen también una fuerte presencia en algunos de esos países. En estos países subsiste el modelo de banca de gran dimensión junto con le modelo de banca de proximidad y también el modelo de banca pública, lo que favorece un sistema financiero capaz de atender a todas las capas de la población.
Además, la Unión Europea está apostando por la banca de proximidad o community banking, un modelo de banca que se caracteriza por su arraigo al territorio y su enfoque hacia la financiación de las pequeñas y medianas empresas y de las clases medias. Su existencia garantiza del desarrollo territorial a través de la financiación de las empresas locales, dedicando su actividad crediticia a la economía productiva y no a la especulativa. Este modelo bancario está constituido por bancos de pequeña dimensión que operan a un nivel geográfico limitado (local, comarcal), como son los bancos cooperativos o cooperativas de crédito y cajas rurales. La Comunidad Valenciana ha contado tradicionalmente con este tipo de banca desde finales del Siglo XIX, muy vinculado al mundo rural y a la agricultura y su contribución a la financiación de la economía valenciana ha sido clave. Estas entidades bancarias no han necesitado dinero público durante la crisis financiera y mantienen buenos niveles de rentabilidad y de eficiencia, por lo que se trata de un modelo de banca viable desde el punto de vista económico y eficaz desde el punto de vista social.
Por tanto, la banca de proximidad es necesaria para el desarrollo económico y social y es por eso que no podemos consentir que desaparezca. Pero su continuidad está comprometida por las tendencias a la concentración bancaria a través de las fusiones que desde el Banco de España se viene implementando desde hace años. En estos momentos hay un borrador de decreto guardado en los cajones del Ministerio de Economía que de ser aprobado pondría muy en peligro su existencia. Se trata de un modelo de banca propio y autóctono que deberíamos conservar para garantizar la sostenibilidad de la economía.
Banca ética y finanzas solidarias: la nueva esperanza
España no ha sido un país con tradición en banca ética, a diferencia de otros países de Europa donde este tipo de modelo bancario se ha consolidado con fuerza desde los años setenta del Siglo XX. Países como Holanda, Dinamarca, Alemania, Suecia e Italia, son países de tradición en banca ética; una forma de hacer banca socialmente responsable que surge con el Grameen Bank de Yunus en Bangladesh. Recientemente, en España operan dos bancos éticos europeos, Triodos Bank, de capital holandés, y Fiare Banca Ética. Aunque su cuota de mercado es casi insignificante, abren la esperanza a una forma distinta de hacer banca. La banca ética se caracteriza fundamentalmente por dos aspectos: la inversión socialmente responsable y la transparencia. Son bancos que operan exclusivamente financiando proyectos de tipo social y medioambiental y lo hacen con total transparencia, es decir, haciendo públicas sus inversiones. Además, mantienen líneas rojas muy claras: no financian empresas o proyectos que atenten contra los derechos de las personas y contra el medioambiente, como son la fabricación de armas, la utilización de mano de obra infantil o el negocio de las drogas.
Fiare Banca Ética es un banco ético en forma de cooperativa de crédito que opera en España desde 2014, aunque el proyecto nació en el 2003. Aunque está sustentado en una alianza con la Banca Popolare Etica, un banco ético italiano, su funcionamiento es genuinamente español y con un enfoque territorial, lo que le da un carácter especial donde se combinan las características de la banca ética con las propias de la banca cooperativa y social.
Junto a los bancos éticos, están surgiendo también otro tipo de iniciativas financieras no bancarias lideradas por la sociedad civil y al albor de las protestas frente a la crisis económica. Algunas de estas iniciativas están basadas en la filosofía del cooperativismo, como son las cooperativas integrales y las cooperativas de servicios financieros. Estas dos clases de cooperativas, sin ser de crédito, ofrecen financiación a sus socios, generalmente organizaciones vinculadas a la Economía Social y el Tercer Sector. Tenemos los casos de la Cooperativa Integral Catalana y de Coop57. Otras iniciativas no son exclusivas del cooperativismo per estan basadas en la economía colaborativa como son las redes de trueques, los fondos sociales rotatorios, las comunidades autofinanciadas, los bancos de tiempo y las monedas sociales. En todas ellas se produce el intercambio de bienes y servicios eliminando el carácter especulativo del dinero, bien dejándolo de utilizar (como en las redes de trueques y en los bancos de tiempo) o bien sustituyéndolo por dinero con fines sociales (como en las monedas sociales o las comunidades autofinanciadas).
El uso de las Tecnologías de la Información y de las redes sociales está impulsando este tipo de instrumentos financieros no bancarios, pero no estan exentos de riesgos serios, dado que pueden acabar en manos de los bancos convencionales o de grandes empresas multinacionales, como ya está suciendo por ejemplo en el caso del crowdfunding. Las fintech pueden ser un instrumento al servicio de las personas, pero también pueden convertirse en una herramienta más en manos de los grandes bancos para imponer sus criterios.
En estos momentos estamos ante una seria encrucijada, pues nos movemos entre un modelo bancario especulativo con bancos de gran dimensión que operan a nivel mundial y que abusan de su poder frente a los consumidores y la sociedad y un modelo de banca de proximidad formado por bancos éticos y sociales comprometidos con el territorio y sus ciudadanos. Ambos modelos pueden sobrevivir, como de hecho lo hacen en muchos Estados de la Unión Europea, pero en España las medidas que se están tomando desde el Ministerio de Economía están acabando con el modelo de banca de proximidad, dejando todo el negocio financiero en manos de los grandes bancos. Esta apuesta en favor de la concentración bancaria está incrementando la exclusión financiera, lo que provoca que la sociedad civil busque otras alternativas financieras no bancarias, que se estan expandiendo con fuerza durante los últimos años. Todo ello nos hace preguntarnos: ¿Es posible un mundo sin bancos?. En la actualidad hay millones de personas que viven sin bancos, por obligación o porque lo han decidido voluntariamente, y muchos otros millones que siguen operando con la banca; pero lo cierto es que no podemos seguir viviendo con bancos que se dedican a especular con el dinero de todos y a abusar de su poder de mercado. A largo plazo no podemos mantener la disyuntivas de bancos éticos y bancos no éticos, pues todos los bancos deberían ser éticos.
*Joan Ramon Sanchis Palacio, Catedrático de Organización de Empresas y Director del Máster Universitario en Economía Social de la Universitat de València. Ha sido Director del Instituto de Investigación en Economía Social, Cooperativismo y Emprendimiento IUDESCOOP de la Universitat de València de 2010 a 2016. Consultor estratégico y autor de libros como La banca que necesitamos, ¿Es posible un mundo sin bancos? y La desfeta del Sistema Financer Valencià.
La crisis financiera iniciada en el verano de 2007 ha provocado numerosos cambios en la estructura del sistema bancario europeo, condicionados sobre todo por las medidas que desde las diferentes instituciones públicas se han venido tomando a raiz de la caida de numerosas entidades financieras. Ha trascurrido ya casi una década desde que se produjera la caida de Lehman Brothers en septiembre de 2008, por lo que puede ser un buen momento para hacer balance sobre lo hecho y también sobre lo no hecho, especialmente en unos momentos de alta incertidumbre política en España debido a la celebración de unas segundas elecciones generales y a si será posible que algunos de los cuatro partidos políticos con mayor peso en el parlamento formen gobierno. Nada se ha dicho en el debate económico de las elecciones del 26J sobre el modelo de banca que necesitamos. Se ha hablado del rescate bancario, de la caída de las cajas de ahorros tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, de la gestión privada de un banco nacionalizado como Bankia, pero ningún partido político ha explicado cuál es el modelo de sistema bancario que propugna.
Sin embargo, esto es clave para el futuro de la economía. El sistema bancario desempeña una función capital en el desarrollo económico y social de un Estado, por cuanto aporta una materia prima básica para acometer las inversiones que se necesitan para que se produzca actividad económica y se genere empleo: la financiación. Una financiación que se ha visto ampliamente mermada tras el estallido de la crisis, por las restricciones crediticias a las que se han abocado las entidades bancarias. A pesar de las medidas tomadas por el Banco Central Europeo BCE (bajada de los tipos de interés, inyecciones de capital, capitalización), los bancos han dejado de prestar dinero a la economía real, lastrando la capacidad de emprendimiento y, por ende, de crear nuevos puestos de trabajo. No se puede salir de la crisis sin un sistema bancario volcado en financiar a quienes producen y generan empleo: los emprendedores, autónomos, microempresas y PYMES.