El primer informe sobre género en el ámbito de la innovación arroja una conclusión demoledora: “No hay datos”. Ni de mujeres, ni de hombres. No hay datos sobre qué personas conforman los equipos de las empresas, su formación, sus inquietudes. “No hay datos porque los modelos de indicadores no tienen en cuenta a las personas”, señala Paula Otero, experta en género y responsabilidad social corporativa y miembro del equipo de investigadoras. “Hemos hecho un informe de 120 páginas y empezamos diciendo que no hay datos”, bromea Elena Castro, experta en innovación y gestión de la ciencia.
Paula Otero, Elena Castro y Carolina Cañibano son las tres investigadoras de Ingenio, el instituto mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universitat Politècnica de València (UPV), que han elaborado el primer informe sobre la brecha de género en el ámbito de la innovación, presentado esta semana junto al ministro Pedro Duque.
Dado que es el primer informe realizado desde esta perspectiva, el objetivo ha sido realizar un sondeo de los datos disponibles e incorporar recomendaciones para futuros informes. “Así, y ante la ausencia de datos en las encuestas de innovación, el informe ha recogido y analizado información, inédita en su mayoría, relativa a emprendimiento y recursos humanos, programas de financiación de la innovación, actividades de intercambio y transferencia de conocimiento y composición de órganos de toma de decisiones”, expresa el ministerio de Pedro Duque el un comunicado.
No se trata del ensayo de Caroline Criado (La mujer invisible, editado por Seix Barrial), pero la premisa es la misma: “Las mujeres somos invisibles”, a ojos de las estadísticas en los sectores tecnológicos y el ámbito de la innovación, expresa Castro. Y la invisibilidad siempre se ceba más con unos que con otros, añade Otero.
¿A qué se debe esta falta de datos? A la mirada masculina global, consideran las investigadoras. Carolina Cañibano es experta en Economía y diseño de políticas de empleo, y explica que los indicadores y formulación teórica aún proceden de los años veinte y treinta del siglo XX. Las teorías de medición se centraban en las innovaciones que emergían de las empresas: “no nos hemos preocupado de medir qué innovaciones se producen y qué empresas las hacen. En esta visión, los que ejercían de empresarios se asumía que tenían capacidades innatas de ver oportunidades, gente muy excepcional capaz de poner en marcha proyectos exitosos. En la medida en la que las capacidades se consideran innatas y que el empresario era hombre, no nos hemos preocupado de qué tipo de personas producen innovaciones”, afirma.
Una de sus principales fuentes de información para los datos ha sido las ayudas del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial y los programas del Ministerio de Industria que financian pymes, que arroja información sobre el empleo por sexos en esas empresas. El mapa, dejan claro las investigadores, se realiza con los recursos que hay, y hasta que las encuestas como las del INE no incluyan preguntas específicas, la foto será sólo de una parte.
De las 20 áreas más financiadas por el CDTI, tan sólo dos se sitúan en términos de equilibrio de género en el empleo existente en las empresas beneficiarias de las ayudas: Investigación y desarrollo y Fabricación de productos farmacéuticos, siendo esta última la única donde la proporción de mujeres es mayor que la de hombres. Todas las demás áreas se sitúan por debajo del 40% de empleo femenino, sentencia el informe, que señala áreas en las que el empleo femenino no supera el 15%, como la metalurgia.
En el capítulo de emprendimiento y dirección empresarial, los datos del INE analizados por las expertas muestran que el total del empresariado con personal asalariado está formado por un 68% de hombres y un 32% de mujeres. Asimismo, el empresariado sin personal asalariado lo constituyen un 64% de hombres y un 36% de mujeres.
Las expertas señalan la diversidad como una virtud en los equipos humanos y reclaman datos sesgados por género para poder mejorar el sistema innovador y la difusión del conocimiento. Para ahondar en los datos y en las investigaciones, las expertas proponen modificaciones en las encuestas del INE y otros planteamientos teóricos: “Tenemos que cambiar la forma dominante en la que pensamos la innovación para empezar a medirla de otra manera”, expresa Cañibano. “Desde el punto de vista de la producción [de conocimiento], cuanto más diferente es la mirada, más soluciones a más problemas se pueden crear”, añade Castro.
La conclusión general del informe es que “en realidad no sabemos cuánto innovan las mujeres, ni cómo, ni dónde. Buena parte del trabajo que hacen las mujeres, el doméstico, el de cuidados, es invisible, así que buena parte del sistema de innovación no se mide”, añade la investigadora. “Lo importante es tener una mirada diversa para no perderse nada”, insiste Castro.