Cara y cruz de la Valencia de Rita Barberá

Veinticuatro años de gobierno (1991-2015), de los cuales los últimos veinte han sido gestionados con mayoría absoluta, dan casi para transformar una ciudad entera.

Ese fue el tiempo que la recientemente fallecida exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, estuvo al frente del Ayuntamiento, un periodo en el que combinó proyectos positivos con otros enquistados por conflictos vecinales y jurídicos.

Más allá de la construcción de numerosos polideportivos y de centros municipales para personas mayores, hubo varios proyectos que destacaron sobre el resto para lo bueno y para lo malo.

Quizás la recuperación de la dársena del puerto para la ciudad como consecuencia de la Copa América haya sido uno de los más emblemáticos. Lo que antaño fue una zona oscura, vallada, degradada y de acceso restringido se ha convertido una parte más del Marítimo para uso y disfrute de los ciudadanos.

Sin embargo, a falta de terminar de desarrollar el plan de usos, el Consorcio creado junto a la Generalitat y el Gobierno central debe ingeniárselas para devolver el préstamo del Instituto de Crédito Oficial (ICO) de 430 millones de euros solicitado para financiar unas obras que el actual alcalde, Joan Ribó, ya ha insistido en que debe asumir el Ejecutivo central.

Al mismo tiempo, Barberá fue una de las impulsoras del proyecto Parque Central, que supone el soterramiento de toda la playa de vías que dan acceso a Valencia para construir una estación subterránea que debe sustituir a la provisional de Joaquín Sorolla y un gran jardín en superficie, diseñado por la paisajista Kathryn Gustafson.

Barberá lideró en 2003 la creación de la sociedad junto a la Generalitat y el Gobierno central para desarrollar una actuación que con la crisis se ha visto paralizada y cuestionada. Aún así, las obras de la primera fase del jardín arrancaron casi al final de su último año de legislatura.

A menor escala, otras de las actuaciones positivas para la ciudad han sido el Palacio de Congresos, el Bioparc, el Parque de Cabecera o la restauración de monumentos tan emblemáticos como La Lonja o el Mercado Central, entre otros.

Arrogancia y falta de diálogo

Otros proyectos impulsados por Barberá en estos años no llegaron a cristalizar o si lo hicieron acabaron paralizados por la crisis o la justicia. Según han comentado a eldiario.es algunos de los adversarios políticos que tuvo en el Ayuntamiento, “su mayor déficit fue cierta arrogancia política quizás provocada por sus continuas mayorías absolutas”.

En este sentido, han añadido que en ocasiones pecó “de falta de diálogo con la gente que no pensaba como ella”.

Un claro ejemplo de ello fue su empecinamiento en llevar adelante contra viento y marea el plan del Cabanyal, paralizado por el Gobierno central en la etapa de Zapatero al suponer expolio.

El proyecto de la Zona de Actividad Logística (ZAL) acordado en 1994 junto a la Generalitat y el Gobierno, entonces controlados por el PSOE, que supuso el desalojo de vecinos de La Punta y sigue hoy en día paralizado, es otro ejemplo, junto al plan de recuperación de la muralla Árabe en el Carmen, que también encontró una fuerte respuesta vecinal y no se ha llegado a ejecutar, pese a que implicó realojos.

Las mismas fuentes consultadas han destacado que “en los años de bonanza económica la ciudad creció al ritmo que marcaron los agentes urbanizadores, pero cuando llegó la crisis, todo se paró y los servicios del Ayuntamiento no dieron una respuesta a la altura de las circunstancias”.

Precisamente la crisis ha paralizado también proyectos emblemáticos impulsados por el Ayuntamiento de Rita Barberá como el nuevo Mestalla o el PAI del Grao, para el cual se hizo un concurso internacional de ideas presentado en Venecia.