Cuando el Govern de la Nau, con el alcalde Joan Ribó al frente, desalojó del poder al PP, e hizo de la revitalización del barrio del Cabanyal una de sus principales banderas, apostando por la rehabilitación y renunciando a la prolongación de Blasco Ibáñez, posiblemente no era consciente de la dimensión y de la complejidad de los problemas que han venido asolando el barrio.
Situaciones como venta de droga, chatarrerías ilegales, peleas de gallos y fiestas con música en las calles hasta a altas horas, con barbacoas y hogueras incluido, derivadas de la ocupación ilegal de viviendas.
Conflictos que se han ido enraizando y que se han ido extendiendo como una mancha de aceite hasta límites insoportables durante los años de parálisis y degradación a los que el PP sometió al barrio, especialmente en la llamada 'zona 0' por la que debía abrirse paso la avenida, y que eldiariocv.es ha visitado acompañado de miembros de la plataforma Salvem y de la asociación de vecinos del Cabanyal.
“Este siempre ha sido un barrio multicultural, con diferentes etnias, pero en el que se han respetado las reglas básicas de convivencia; eso se empieza a romper cuando el PP planifica los derribos de 1.650 casas, lo que hace que se acelere el abandono, y en consecuencia, la ocupación de las viviendas propiedad del Ayuntamiento”, explican ambas entidades.
Esto, unido a “la paralización de la concesión de licencias para hacer cualquier tipo de obra en bajos y viviendas por parte del equipo de Gobierno de Rita Berberá, aún fomenta más la degradación”.
La 'zona 0' es “el corazón del Cabanyal”. Abarca el perímetro formado por las calles Pescadores, Amparo Guillén, Doctor Lluch y Serrería. Todo lo que queda en el interior de este anillo por el que se planificó la prolongación de Blasco Ibáñez se ha convertido en miseria y ruina, un mundo aparte en el que las normas las marcan los diferentes ocupas y clanes que viven del negocio de la droga y que, para desesperación de los vecinos, lejos de mejorar con el cambio de gobierno municipal y autonómico, ha empeorado.
“He vivido aquí toda mi vida, pero ya no puedo más. Junto a todo el jaleo que se monta cada noche, hace unos meses se ha instalado una familia que trapichea con droga bajo de nuestra casa, y así no se puede vivir, menos aún con una hija de 14 años; ya estoy buscando casa para irme del barrio, eso sí, con la esperanza de poder volver algún día”, relata una vecina de este enclave.
La droga. Sin duda el principal cáncer del barrio. Los vecinos de ambas entidades aseguran que los bloques de los portuarios son el epicentro, el lugar desde el que se distribuye a diferentes clanes para su posterior venta, especialmente por la calle Pescadores, calificada como “la autopista de la droga”.
Y de esa situación, surgen las narcosalas, una nueva actividad en el barrio: “Son espacios ruinosos e insalubres que se ofrecen a quienes compran droga para que la consuman. Hemos detectado una casa y un bajo en estado de ruina que han sido abiertos por la fuerza para ese fin; a veces se pinchan en la entrada y se quedan tirados en plena calle”, relatan.
Solares con colchones y enseres, carros de supermercados encadenados a bajantes, casas en ruinas, y hasta gallos paseando tranquilamente, forman parte del paisaje urbano habitual de esta degradada zona del barrio. También bicicletas con cajones anclados: “Son de los chatarreros, desguazan todo tipo de utensilios en plena calle, a martillazos, a cualquier hora del día”, explican.
El tiempo que ha transcurrido con todos estos conflictos latentes hace que la situación sea ya insostenible, puesto que ahora, “tanto los traficantes como los okupas se han asentado, se han hecho fuertes y todo lo que supone una amenaza para ellos, tratan de expulsarlo, incluido los vecinos que ahora viven con el miedo en el cuerpo”.
Para muestra un botón: “No es de recibo que se retrase seis meses la ejecución de un centro de servicios sociales porque el edificio en el que se habilitará está ocupado por una pareja y es indignante que el grupo de okupas que vive en la casa de los 'Payoasos' haya amenazado de muerte a la vecina que vive en frente porque se ha quejado de los jaleos que montan”.
Quizás, tanto Ribó como el propio presidente del Consell, Ximo Puig, implicado también en el rescate del barrio, se dieron cuenta de que el Cabanyal les podía estallar en las manos si no tomaban medidas urgentes el día que fueron a visitar las obras de reurbanización de varias calles, eso sí, fuera de la 'zona 0'.
Los vecinos les mostraron públicamente su malestar por la falta de respuesta clara ante todos estos problemas, protestas que tuvieron continuidad con varias manifestaciones: “No pueden fiar toda la recuperación del barrio a las obras de reurbanización y a los nuevos equipamientos anunciados, que son muy necesarios, pero insuficientes para dar una respuesta a los conflictos sociales”, explican.
Estas situaciones requieren de “voluntad política, trabajo de las delegaciones de asuntos sociales, integración, Policía Local; y por supuesto la competencia fundamental de la droga es de la Policía Nacional que depende del Gobierno central”, aseguran desde ambas entidades, que añaden, “seguimos teniendo la esperanza de que las cosas mejoren”.
La estrategia municipal que viene
El Ayuntamiento ha trazado un plan con el objetivo de dar respuesta a todos estos problemas sociales y de convicencia.
En este sentido, desde los servicios de Integración y Bienestar Social se ha creado una mesa de trabajo en la que participan representantes vecinales, así como de colectivos gitanos y rumanos.
El objetivo es analizar cada problema de forma individual y proponer posibles soluciones, cuyo funcionamiento se irá analizando de forma periódica.
Además, se ha realizado un análisis de la situación de vulnerabilidad de las familias que ocupan propiedades municipales al Cabañal, con el objetivo de identificar las diferentes situaciones y ofrecer una respuesta ante cada una de ellas.
En este sentido, se desalojará de forma “inmediata” las viviendas ocupadas de forma ilegal (movimiento okupa), mientras aquellas en las que habiten familias sin recursos se les dará el apoyo necesario para evitar situaciones de desprotección, especialmente cuando haya menores de edad.
En el caso de las familias conflictivas con actitudes incívicas que no estén de forma ilegal en las viviendas, se requerirá la acción policial cuando sea necesario.
Además de todas estas acciones, se potenciarán las ayudas de emergencia, los planes de empleo y la limpieza del barrio.
Inversiones por valor de 66 millones
A todas estas acciones, se unen los proyectos urbanísticos y de dotaciones públicas que ya han comenzado a ejecutarse en una decena de calles, de momento fuera de la 'zona 0'.
En total, las diferentes administraciones invertirán 66 millones de euros: De ellos, 30 corresponden al plan de Estrategias de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado (Edusi), un proyecto a cinco años que incluye 11 líneas de acción con 47 puntos a desarrollar hasta 2021.
Los otros 36 corresponden al Plan de Inversiones Productivas (PIP) y al Área de Regeneración Urbana (ARRU), que incluyen la rehabilitación de 600 viviendas, la reurbanización de 22 calles, incluida la 'zona 0', y la ejecución de diferentes dotaciones, entre ellas, un centro de servicios sociales y un retén de la Policía Local.
Al respecto, el alcalde de València, Joan Ribó, ha comentado que son conscientes de que “la situación es complicada en algunos barrios de València, castigados por más de 20 años de políticas basadas en la dejadez o en la destrucción sistemática, como es el caso del Cabanyal-Canyamelar”.
Por eso, ha asegurado que el Ayuntamiento está trabajando intensamente: “Empezamos con la derogación del plan del PP para destruir el barrio, nos hemos puesto manos a la obra con la reurbanización de calles para mejorar su calidad de vida, hemos puesto en marcha el plan de vivienda social municipal, después de años de inexistencia, hemos habilitado y concedido ayudas a particulares para mejorar sus viviendas y hemos impartido talleres de formación para intentar sacar de la marginalidad a los sectores más excluidos”.
El alcalde ha reconocido que “no es una tarea fácil, y somos conscientes de ello. Los vecinos tienen derecho a reclamar un barrio mejor y a que se mejore la convivencia. Estamos en ello en el Cabanyal, y en Natzaret, y en Orriols, y en Torrefiel… y en muchos barrios durante décadas olvidados”.