“Todos sabemos lo que pasó entre Caín y Abel”, dice la sentencia.
El 26 de noviembre del 2017, a eso de las 19.45 de la tarde, un hombre ensangrentado huyó de su domicilio saltando de cabeza a la terraza de su vecino de abajo. El herido, camarero de profesión, tenía lesiones en el cuello cabelludo, en la cara y en los dedos de la mano derecha que tardaron 288 días en curarse. Pocos minutos antes de que varios vecinos presenciaran la escena, dentro de la vivienda sita en la localidad castellonense de L'Alcora (10.405 habitantes), se produjo un homicidio en grado de tentativa.
Un inmigrante venezolano en situación irregular, de 42 años y sin antecedentes penales, conoció a otro hombre que también pertenecía a la Iglesia de los Testigos de Jehová y que le prestaba ayuda por encargo de los responsables del culto. El venezolano confesó su homosexualidad a su nuevo amigo pero “al ser una condición mal vista en las creencias” de los Testigos de Jehová y, “siguiendo los consejos que se le dieron desde dicha iglesia”, el camarero acabó distanciándose.
En ese contexto, la tarde del 26 de noviembre del 2017, tras asistir ambos a los servicios religiosos, el venezolano convenció a su antiguo amigo de que lo llevara en coche a otra localidad. Antes lo acompañó a su domicilio donde, “tras ofrecerle tomar un té, el acusado, sin mediar nada más, sacó del interior de la gabardina que vestía un cuchillo metálico de unos 30 centímetros”, según los hechos probados de la sentencia de la Audiencia Provincial de Castelló que ha condenado al agresor a cinco años de prisión por un delito de homicidio en grado de tentativa.
“Me siento como Caín”, exclamó antes de intentar apuñalar a su antiguo amigo que consiguió frenar la agresión agarrando con la mano derecha la hoja de 17 centímetros del cuchillo. La agresión continuó a base de golpes con una olla y una botella de vino en la cocina hasta que la víctima pudo zafarse y “tirarse de cabeza” a la terraza de los vecinos de abajo.
El hombre, según reza la sentencia, estaba “muy asustado y ensangrentado”. La agresión le dejó secuelas: cicatrices en manos y deformación en un dedo con perjuicio estético, trastorno de estrés postraumático leve, entre otras.
El agresor se fue a su casa, donde poco después fue detenido por la Guardia Civil. En el juicio oral, celebrado el pasado 10 de marzo, el hombre se mostró “claramente dubitativo”, señala la sentencia, “como queriendo dar explicaciones a lo que había sucedido atribuyendo la culpa al denunciante pero sin creer en sus propias manifestaciones”.
El camarero agredido contó en el juicio que cuando “se dio cuenta” de la homosexualidad de su amigo de los Testigos de Jehová, “siguiendo los consejos de sus superiores se distanció” de él. Un informe encargado a una médico-forense concluye que al acusado le preocupaba su orientación sexual al entrar “en contradicción con los principios de la Iglesia a la que pertenece”.
La sentencia considera que el alejamiento, “siguiendo los consejos de sus superiores en dicha iglesia”, y “el conocimiento que tuvo el acusado de que había dado a conocer a estos su orientación sexual, fue lo que desencadenó la reacción del acusado contra quien consideraba su amigo”.
La Fiscalía solicitaba una pena de nueve años de prisión por un presunto delito de asesinato en grado de tentativa. Al final, la condena se ha quedado en cinco años de prisión por un delito de homicidio en grado de tentativa al no darse la alevosía. Además, ninguna de las heridas sufridas por el agredido “pusieron en compromiso su vida”.
El condenado tiene prohibido, durante una década, acercarse a menos de 300 metros del camarero agredido. Además deberá indemnizarlo con 17.370 euros por los días en que tardó en curar las heridas sufridas, 2.000 euros por daños morales y 220 por los desperfectos sufridos en su domicilio durante la agresión. La sentencia no es firme y contra ella cabe recurso de apelación ante la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana.