Hace tiempo escribía –bueno, quizá no tanto que esta edición del El Diario acaba de cumplir su primer añito– que en política no se debiera ya de tratar de ser honrado sino incluso de esforzarse por parecerlo. Sin embargo lo de ser honrado y además parecerlo parece que no se lleva en política. Al menos entre las filas del PP valenciano.
Eso es al menos lo que a mí me hacen pensar las declaraciones del Molt Honorable Alberto Fabra al hilo del informe de la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal del Cuerpo Nacional de Policía (UDEF). Un informe que viene a decir que hay indicios de que el PP valenciano usase un sistema de financiación dual vinculado a la trama Gürtel con su propia caja B. Para Fabra estas evidencias no son preocupantes, al menos en lo que a moralidad se refiere, puesto que afirma que el partido tiene la conciencia tranquila.
Quizá yo sea demasiado iluso pero todavía me sorprenden estas declaraciones. Pensaba que una persona duerme mejor cuando no tiene nada que reprocharse y una trama de financiación ilegal en un partido político –que es el encargado de gestionar nuestro dinero y se permite de vez en cuando darnos lecciones sobre nuestras obligaciones tributarias— no es cosa de broma.
Tal vez lo que ocurre es que a Fabra el caso no le parece tan grave. Y en realidad, si lo comparamos con el nivel de despropósito que está alcanzando la desvergüenza política en cuestiones monetarias, no debe de serlo. A fin de cuentas, parece pensar Fabra, quién más y quién menos tiene una donación irregular de Caja Madrid apuntada en su libreta.
Ahí es donde estriba el problema. El nivel de tergiversación es tal que la mayor parte de los comportamientos que al común de los ciudadanos nos parecen una estafa, al político medio le suponen una situación perfectamente normal. Tan normal, de hecho, que el señor Fabra no ve que tenga ningún motivo para que su conciencia no descanse tranquila. Eso es lo preocupante de la situación.
Igual creen que el fin justifica los medios. En Crimen y castigo el joven Raskholnikov está convencido de que su crimen queda justificado el beneficio que hace. Tal vez nuestros políticos opinen lo mismo. Que el fin justifica los medios. En La soga dos jóvenes estudiantes se atreven a cometer un crimen porque consideran que las leyes están hechas únicamente para ser cumplidas por los demás. La desvergüenza con la que parecen manejar la cartera algunos partidos políticos así lo da a entender que muchos piensan lo mismo.
Y todavía hay quién se extraña en este país que Podemos se haya convertido en un fenómeno de masas…