A medida que se instala definitivamente el sofocante calor del verano, los valencianos aguantan la respiración ante el inminente peligro de los incendios forestales a pesar de que en los últimos años estas catástrofes medioambientales han descendido felizmente (2019 acabó con la cifra más baja de incendios en los últimos 33 años).
La inmensa mayoría de los fuegos se debe a la actividad humana, por causas tan variadas como estúpidas. En una década, un centenar de incendios en la Comunitat Valenciana fueron causados por fumadores, 70 por hogueras y barbacoas y 42 por fuegos artificiales. Tras la primavera más lluviosa en cinco décadas, el verano puede ser letal para el territorio valenciano y, singularmente, para las zonas de interior, amenazadas por una mayor presencia humana como consecuencia de las transformaciones del turismo que ha propiciado la crisis sanitaria de la COVID-19.
El president de la Generalitat, Ximo Puig, ha pedido a la ciudadanía “prudencia” y “responsabilidad” para preservar los bosques y los espacios naturales valencianos. “Este año nos enfrentamos a una de las campañas más difíciles”, reconoce la consellera Gabriela Bravo, de cuyo departamento depende la Agencia de Seguridad y Emergencias.
Así, inauguramos el estío con un 40% de la superficie protegida (integrada en la Red Natura 2000) en riesgo grave de incendio, según el mapa del Institut Cartogràfic de la Generalitat Valenciana. Amplias zonas de la Sierra de Martés, de los parques naturales de la Sierra de Espadán y de la Calderona, de la Sierra del Negrete, así como el norte de la comarca del Baix Maestrat, corren un riesgo grave de sufrir incendios forestales, según la clasificación de la peligrosidad que establece el Plan de Acción Territorial Forestal autonómico.
El mapa, elaborado con el visor cartográfico de la Generalitat Valenciana, muestra en rojo las zonas protegidas en riesgo grave de incendios forestales, e incluye los parques naturales, las zonas especiales de conservación, las zonas de protección especial para aves y los lugares de importancia comunitaria.
Los cálculos, proporcionados por el Institut Cartogràfic a petición de este diario, arrojan cifras inquietantes: de las 900.713,98 hectáreas que cuentan con distintos grados de protección, 363.762,33 están en peligro grave de incendio. Es decir, el 40% de los espacios protegidos valencianos corre peligro de ser devorados por el fuego.
A ese escenario se enfrenta la rama operativa de la lucha contra los incendios formada por los equipos de la Sociedad Valenciana de Gestión Integral de los Servicios de Emergencias (SGISE), la empresa pública que agrupa al conjunto de bomberos forestales y que cuenta con 56 unidades terrestres (vehículos autobomba y todoterrenos 4X4) y 18 medios aéreos (9 aviones y 9 helicópteros).
“Estamos contentos de que la campaña se ha iniciado bien por el régimen de lluvias, ha llovido más pero con mejor distribución”, explica Jaime Páramo, coordinador autonómico de la SGISE. Así, “los conatos que estamos teniendo corren con mucha menos velocidad que en años anteriores” aunque los responsables de la lucha contra el fuego han tenido incidencias del llamado “combustible fino” (muchos matorrales, pastizales y herbazales que ya están secos). “Este combustible cuando está seco se quema muy rápido y el riesgo es que, al final, pase al bosque”, afirma Páramo.
El 69% de los incendios se debe a la actividad humana, principalmente por negligencias y accidentes o incendios intencionados. En la última década, un 18% del total de hectáreas quemadas ardieron por incendios intencionados. La Comunitat Valenciana tiene su propia dinámica de incendios: la provincia de València sufre un 48% del total de fuegos, seguida de la de Alicante. La gran mayoría se debe a una amplia gama de negligencias o accidentes no intencionados (principalmente las quemas agrícolas que, en una década, han provocado 411 incendios que devoraron más de 3.000 hectáreas).
En Castelló, donde uno de cada dos incendios se produce por un rayo, la media de incendios intencionados es muy inferior a la autonómica, según el Análisis de causas de incendios forestales en la Comunitat Valenciana (2009-2018), elaborado por la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural.
“Los incendios se producen todo el año”, recuerda Ferran García, de Acció Ecologista Agró. El histórico activista Carles Arnal también incide en el peligro que supone el “proceso de degradación y de reducción de los bosques y de los ecosistemas naturales en general”. “Si no hay fuego, no hay incendio, y todo gran incendio se inicia en un foco puntual y pequeño, que presenta una ventana de oportunidad para controlarlo antes de que sea tarde”, apostilla Arnal.
El departamento que dirige Mireia Mollà ha destinado casi cinco millones de euros al mantenimientos y conservación de los caminos y las pistas forestales, dañados por el temporal Gloria y los episodios de DANA en enero y septiembre. Mollà destacó durante la presentación esta semana de la campaña Stop al Foc el trabajo de los más de 800 profesionales, entre agentes medioambientales, técnicos y trabajadores del Servicio de Vigilancia Preventiva, dedicados a la prevención de incendios.
El ecologista Carles Arnal cree que una “buena y rigurosa ordenación y regulación de ciertas actividades humanas en territorio forestal, especialmente en zonas de alto riesgo, podría evitar la gran mayoría de fuegos y disminuir mucho las extensiones quemadas”.
A pesar de que la clave para evitar los incendios forestales es la prevención, según coinciden todas las fuentes consultadas, sólo 268 municipios valencianos del total de 542 cuentan con un plan municipal de prevención de incendios aprobado (y eso que la cifra ha aumentado mucho tras la inversión de 1,5 millones de euros de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural).
“Las dos líneas básicas para la planificación en materia de incendios forestales son evitar la iniciación del incendio y, en caso de que se produzca, minimizar los efectos de su propagación actuando en aquellos elementos que favorecen que se reduzca la superficie afectada”, explica el director general de prevención de incendios forestales, Diego Marín. La primavera lluviosa de este año ha provocado un “aumento de la vegetación, que obliga a intensificar las labores de desbroce en observatorios, depósitos e instalaciones recreativas”, alerta Marín.
La Generalitat Valenciana ha prohibido la quema en terrenos forestales “con carácter general” hasta el próximo 16 de octubre. En los parques naturales de la Serra d'Irta, Desert de les Palmes, Serra d'Espadà, Serra Calderona, Carrascar de la Font Roja y Serra Mariola, quedan suspendidos incluso los planes locales de quemas.
La consellera Mireia Mollà también ha destinado más de 400.000 euros para incrementar los recursos de prevención este verano y ha reforzado con 47 trabajadores la gestión de la eliminación de la biomasa y las infraestructuras de vigilancia. El Ejecutivo autonómico y algunos ayuntamientos han optado por colaborar con los agricultores con unas unidades de trituración de la biomasa como alternativa a las quemas agrícolas.
En los parques naturales, las unidades de trituración llevan funcionando un par de años e intentan “que se queme lo mínimo posible”, explica el director general de prevención de incendios forestales. Los restos agrícolas y de jardinería triturados se escampan luego por el campo y aportan material orgánico al suelo y reducen la erosión, entre otras ventajas (la más importante, la reducción objetiva del riesgo de incendios).
“Los costes no pueden repercutir sobre los agricultores”, advierte Ferran Gandia, de Acció Ecologista Agró, quien aboga por que la Administración destine más recursos y generalice la trituración de restos agrícolas para que “no se queme nada”. “El punto importante es aplicar verdaderas políticas de prevención de incendios y reducir los riesgos porque aún continúan produciéndose muchas negligencias”, añade. Las medidas necesaria en materia de prevención, recuerda Carles Arnal, “implicarían unos costes infinitamente menores que los dedicados a actuaciones de extinción, que además disminuirían”.
El activista ecologista Ferran Gandia reconoce que “llevamos unos años buenos” y destaca que cada vez hay más restricciones a las quemas agrícolas. A pesar de ello, aún es “pronto para cantar victoria”, advierte.
Los responsables de combatir el fuego mantienen la calma de momento: “A la espera de como va julio, la previsión de grandes incendios forestales muy complejos la vemos para mitad de agosto y con un poquito que llueva este verano quizá vayamos a septiembre”, sostiene el coordinador autonómico de la SGISE. “Más o menos llevamos un retraso respecto a campañas anteriores de unos dos meses, este junio es como si el año pasado estuviéramos a final de abril pero básicamente dependerá como va la meteorología este mes de julio”, concluye Jaime Páramo.