La ciénaga alicantina se queda sin su reina. Cercada por su partido y acorralada por su doble imputación por beneficiar supuestamente al constructor Enrique Ortiz, Castedo ha cedido definitivamente. Una dimisión que parece enterrar la trayectoria política de la primera mujer que se alzó con la vara de mando del ayuntamiento de Alicante con una victoria apabullante.
Irreverente, amable con los suyos y desafiante con los contrarios, el abandono de Sonia Castedo es la caída de uno de los símbolos sobre los que se edificó un campismo hoy reducido a cenizas. Nacida en la localidad gallega de Ribadeo, fue la sucesora anunciada del ex alcalde Díaz Alperi. De él heredó una costumbre bien arraigada en el consistorio alicantino: la predilección por otorgar contratas y adjudicaciones al empresario Enrique Ortiz. El beneficiar –supuestamente- al auténtico alcalde durante años de Alicante, parece ser su tumba política. No obstante, nadie descarta que cumpla su amenaza y monte un partido independiente, pese a su condición de doble imputada.
De la mano de Alperi
Valenciana de adopción, Castedo se instaló en la ciudad en 1984. Su familia había veraneado durante años en Benidorm, como muchos gallegos. El clima mediterráneo y la posibilidad de que el padre –marinero de profesión- pudiera visitar todos los fines de semana a la familia, hicieron que se instalaran en Alicante. Más concretamente, en la calle Joaquín Orozco, situada en el barrio de Benalúa.
Estudiante de sociología, su interés por la política era escaso. Sin embargo, su elección como Bellea del Foc de la comisión de su calle le cambio de pensamiento. De repente y para sorpresa de muchos, en las cenas de reencuentro de las Belleas del Foc de 1991 pronunció un grito constantemente: “Viva el PP”. El motivo de aquella exclamación era desconocido por muchos: se había afiliado a Nuevas Generaciones en 1991.
Con una ambición y picaresca superior a la de sus compañeros, se hizo amiga del popular José Ramón García. El condenado por estafa inmobiliaria en 2012 y marido de la imputada en Gürtel –y aún diputada en Les Corts Valencianes- Yolanda García, fue quien propuso su nombre al partido. Y la proposición tuvo premio: Castedo entró en 1995 como ayudante en el gabinete de prensa del flamante y nuevo alcalde –Luis Díaz Alperi- que había arrebatado a los socialistas una plaza histórica en las municipales de ese año.
La ascensión de Castedo fue fulgurante: dos años más tarde ya era jefa de prensa y a la legislatura siguiente ya ocupaba una concejalía. Su buena relación con Alperi fue clave. El padrino político de la ya ex alcaldesa no tenía confianza con su anterior equipo de gobierno y decidió renovarlo en la siguiente legislatura. Castedo –junto a su hasta ahora mano derecha, el también imputado Andrés Llorens- conseguía una concejalía y se convertía en parte importante del círculo íntimo del entonces alcalde.
Tanto confiaba Alperi en Castedo que en 2003 le hizo un suculento regalo: le asignó la concejalía de urbanismo en plena burbuja inmobiliaria y con la sombra de Ortiz apetitosa de pegar pelotazos urbanísticos. Su relación –convertida hoy en pesadilla judicial- con el que sería su contratista de cabecera empezaba.
En 2008, Castedo -conocida por sectores del PP alicantino como “la favorita” del alcalde- gozaba de la vitola de ser la sucesora de Alperi. La entonces edil de urbanismo, presidenta del Patronato Municipal de la Vivienda y primera teniente alcalde cumplió su sueño al poco tiempo. Alperi dimitía y Castedo era nombrada como alcaldesa. La chica humilde había conseguido llegar a ser quién marcara el destino de los alicantinos.
La entonces alcaldesa se consolidó en Alicante. Ganó las elecciones de 2011 de forma aplastante, obteniendo 18 concejales de los 29 en liza. Era la mayor victoria del PP en el consistorio y el segundo mejor resultado que conseguía un partido en la ciudad. Solo la superaba el socialista Luis Lassaletta, que en 1983 había sacado 19 ediles.
Castedo forjó su victoria por su trato de tú a tú con los vecinos y por su vinculación –a imitación de Rita Barberá- con las fiestas de las hogueras y con las cofradías de semana santa. A su vez, se convirtió en la baronesa campista que había arrinconado a la otra facción interna popular: el zaplanismo, encabezada por el imputado en el caso Brugal, José Joaquín Ripoll.
Urbanismo, de especialidad a pesadilla judicial
Una premonición. La elección de su especialidad en el último año de carrera parecía adivinar el futuro: escogería urbanismo y descartaría marketing y publicidad. Conocimientos de los Planes Generales de Ordenación Urbanística que ahora se han trasformado en pesadilla judicial.
La alegría de la victoria de Castedo en las elecciones de 2011 fue corta. En junio de ese año se levantaba el secreto de sumario del caso Brugal y Castedo estaba implicada de pleno. El fiscal pedía su imputación por los presuntos delitos de cohecho, tráfico de influencias y revelación de secretos al haber facilitado supuestamente al promotor Enrique Ortiz –dueño del 70% del suelo de Alicante y de 3 de las 4 grandes contratas de la ciudad- información privilegiada referente al PGOU de Alicante. También, se la investigaba por pactar presuntamente con Ortiz la remodelación del estadio que alberga al Hércules C.F, el Rico Pérez, propiedad también del empresario.
Una supuesta revelación de información que habría beneficiado supuestamente a Enrique Ortiz, realizada a cambio de dádivas –según el fiscal- como prendas de vestir, un coche, viajes y colocación de afines en las empresas del procesado en la supuesta financiación ilegal del PPCV. Su marido trabajó para una empresa del contratista. Castedo fue imputada y está pendiente de saber si el TSJCV la procesa o la absuelve por este asunto.
Su imputación fue un auténtico calvario al que se sumó la publicación de los pinchazos realizados por la policía en la investigación. Estos, revelaban una relación íntima entre la alcaldesa y el constructor Enrique Ortiz. Además, la revelación por parte de El Mundo de las fotografías del viaje de Castedo y otros ediles con Ortiz a Andorra cercaba a la alcaldesa.
Un cerco que se amplió con su nueva imputación en el caso Rabassa. ¿El presunto delito? Beneficiar supuestamente a Enrique Ortiz al querer instalar la nueva tienda de Ikea en Alicante en terrenos del empresario. Ortiz estimaba pegar un pelotazo de 97 millones de euros. Pese a que se intentó tumbar la instrucción por parte de las defensas, el juez instructor ha citado a declarar a la ex alcaldesa el próximo 16 de enero.
La imputación junto con la revelación de más escuchas policiales, era un desafío a la línea roja contra la corrupción preconizada por el presidente Alberto Fabra. Pero, hacer caer a Castedo no ha sido fácil. Fabra y la ya ex alcaldesa han mantenido un enfrentamiento soterrado desde entonces. Su dimisión, a priori, es un respiro para un president nervioso porque Madrid agita demasiadas dudas sobre su candidatura a la Generalitat y, en especial, por el alcance que puede tomar el caso Valmor.
Pese al duelo, Castedo ya preparaba en enero una sucesión tranquila con el presidente del PP de Alicante y vicepresident José Císcar. Sin embargo, aquella operación de encumbrar al delfín de Ciscar en el consistorio –Carlos del Castillo- no llegó a buen puerto.
Una operación que reflejaba -pese a sus declaraciones chulescas y su atrincheramiento numantino- que Castedo ya había asumido su destino. La presión en el PP tras el estallido de la Operación Púnica condenaron a Castedo a hacerse el harakiri político, votando a favor de que no hubiera imputados en las listas. La desesperación de la alcaldesa era patente por sus ofrecimientos de salvar a su círculo íntimo o sus ofertas a Fabra para que ella dimitiera. Finalmente, el día de su cumpleaños ha dimitido por Facebook. El urbanismo ha sido la tumba de quién no pensaba a sus 21 años que sus conocimientos urbanísticos aplicados –supuestamente- en beneficio de Ortiz, acabarían por despojarla de su sueño de continuar siendo alcaldesa.