Una catástrofe nunca vista y una polémica gestión: los días de fango y muerte que Valencia no olvidará

Sergi Pitarch

València —
2 de noviembre de 2024 18:56 h

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A las 17.30 horas del martes 29 de octubre de 2024, por el conocido barranco de Poyo bajaban 1.000 metros cúbicos por segundo de agua. Esta cantidad supone dos veces el caudal habitual del río Ebro, el más caudaloso de España. En esos momentos, la corriente de fango, piedras, cañas y todo lo que encontraba a su paso ya había arrasado Chiva, a 30 kilómetros de los municipios de Paiporta, Torrent, Alfafar, Alaquàs, Picanya o Sedaví. La noche anterior, la DANA había inundado Utiel y Requena y, durante la mañana, las impresionantes precipitaciones de hasta 500 litros por metro cuadrado en pocas horas había inundado los municipios del las riberas del Júcar y el Turia. A mediodía de ese fatídico martes, empezaban a llegar las primeras alertas de desaparecidos y hasta un tornado había atravesado Carlet y la autovía A-7, el corredor mediterráneo por donde circulan el 40% de las mercancías españolas.

La AEMET había decretado la alerta roja a las 7 de la mañana y los medios de comunicación y las redes advertían de la gravedad de la situación con fotos y vídeos que quedarán para el funesto recuerdo de los valencianos. Mientras todo esto ocurría, el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, continuaba con su agenda política y acudía durante la mañana a tres actos oficiales. Incluso a las 13 horas del martes 29 de octubre, en una comparecencia pública aseguraba que la DANA se iba a alejar y el temporal remitiría a las 18 horas. A las 17 horas, la consellera de Justicia, Salomé Pradas, convocó el Centro de Coordinación Operativa Integrada (Cecopi) que presidió la propia Pradas. Con la reunión empezada acudió el presidente Mazón, al que los asistentes tuvieron que volver a informar de todos los datos. Hecho que retrasó la reunión. A las 18:30 horas, por el barranco de Poyo ya bajaban 2.000 metros cúbicos por segundo de agua enfurecida y empezaban a caer puentes y carreteras que el fango y las rocas se llevaban por delante. No fue hasta las 20:12 horas que todos los valencianos, la mayoría con el agua al cuello o con sus pueblos ya destruidos, recibían el SMS de alerta personalizado que avisaba de que cualquier tipo de movilidad podría ser letal. La Diputación de Valencia había mandado a sus trabajadores a casa a las 14 horas “por riesgo muy alto para la población”.

Las consecuencias de la histórica DANA y la lenta respuesta de la administración autonómica que estaba al mando ya se han empezado a conocer. Al cierre de esta edición, las personas fallecidas por los desbordamientos y barrancadas ascendía a 211, la inmensa mayoría en las comarcas de Valencia, pero también en Castilla-La Mancha. El número de desaparecidos, que la administración se ha guardado a cal y canto para no alarmar más a la población, se desconoce fehacientemente, por lo que el número de víctimas no parará de crecer. El lunes 28 por la noche y el martes 29 de octubre fueron dos jornadas devastadoras. Pero fue el miércoles 30 por la mañana, cuando la población despertó, cuando se comprobó la magnitud de la catástrofe. Cientos de personas tuvieron que dormir al raso, en azoteas, en casas de conocidos o desconocidos que los habían acogido, en sus fábricas o hasta en un cine. Donde les sorprendieron la DANA y las barrancadas. Las imágenes que empezaron a publicar los medios de comunicación y las redes sociales daban cuenta de una catástrofe sin precedentes. Miles de coches destrozados, viviendas y bajos inundados, fábricas e infraestructuras destrozadas y muerte, sobre todo, muerte.

El número final de fallecidos todavía se desconoce, pero también los daños económicos. Se acaba de empezar a contar. Los particulares han perdido sus casas, sus vehículos y, en muchos casos, el lugar al que acudir a trabajar. El corredor mediterráneo está cortado, la A3 que conecta Madrid y Valencia también, el AVE y cercanías en la provincia de Valencia no se pueden utilizar en muchos puntos y decenas de tramos de carreteras y puentes se van a tener que demoler para volver a construir.

El miércoles 30 de octubre fue el día de la estupefacción. El día de la perplejidad. El día de la indignación. Los miles de personas de los municipios afectados se mostraban impotentes ante la gravedad de la situación. Los equipos de emergencia siguieron con las tareas de rescate que habían empezado en la madrugada del lunes y el martes y que siguieron durante todo el día. Primero los vivos y heridos, después, los muertos. La Ciudad de la Justicia habilitó dependencias en el Instituto de Medicina Legal para realizar las autopsias pero, a las pocas horas, se quedó pequeño y se optó por trasladar los cuerpos a Feria Valencia.

Los testimonios del dolor son incontables. Como el de Patricia: “Bajamos del coche y vimos que venía una tromba de agua. Nosotros estábamos en la calzada más pegada al nuevo cauce, pero la parte que estaba pegada a las zonas urbanas empezó a inundarse y los coches a flotar, por lo que la gente saltaba la mediana para venir donde estábamos nosotros. Pero el agua empezó a pasar a nuestro lado y entonces caminamos hasta un camión, donde el camionero nos abrió el remolque y pudimos subir. Éramos unas 30 personas, con niños y seis bebés”. O el de Antonio: “Había mucha gente encima de los coches y camiones. Una chica subida en un poste. La corriente me arrancó la ropa cuando estaba agarrado a la valla. No podía moverme. Empecé a gritar porque veía que no iba a aguantar. No me quería morir. El coche se fue barranco abajo”. Y otros tantos casos dramáticos que relatan la situación de desconocimiento y de peligro mortal que les acechó durante horas. También las historias más tristes, como los seis empleados de un supermercado que fueron hallados muertos en la tienda cuando bajó en nivel del agua. Los seis ancianos de una residencia que no pudieron ser evacuados y perecieron bajo el agua, o el hombre que quedó atrapado en el ascensor ahogado cuando bajaba al sótano a rescatar su coche. Los bajos y los sótanos inundados se han cobrado decenas de víctimas.

El jueves 31 de octubre acudió a València, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recién aterrizado de la India. Sánchez se reunió con Mazón y todas las instituciones presentes en el Cecopi. El presidente anunció todo el apoyo del Gobierno, que ha certificado en una comparecencia institucional desde la Moncloa el pasado sábado. El Ejército destinará 5.000 efectivos a las zonas devastadas para ayudar a la limpieza y desescombro. Antes, había sido la Unidad Militar de Emergencias la que se había desplegado para rescatar a personas, primero, y para ayudar a buscar cadáveres. Guardia Civil, policía nacional y policías locales, así como los bomberos, estuvieron con el fango hasta la cintura localizando cadáveres. En estos días, los alcaldes de los municipios más afectados han sido la voz de sus vecinos. Todos, del PP del PSPV-PSOE, han denunciado la falta de información, coordinación y apoyo por parte de la Generalitat. También han echado en falta medios y apoyo logístico.

El viernes 1 de noviembre, día de Todos los Santos y festivo en toda España, vino el aluvión de solidaridad. Una vez más, las personas dieron su mejor y peor versión en una catástrofe. Mientras la policía detenía a un centenar de personas por robar en supermercados y comercios devastados por la riada, decenas de miles de personas de toda España se personaron en todos los municipios afectados para ayudar en las tareas de limpieza y desescombro. Mientras, la búsqueda de cadáveres continuaba y las cifras seguían aumentando. El aluvión de voluntarios ha sido tal, que el sábado 2 de noviembre, la Generalitat ha tenido que organizar en la Ciudad de las Artes y las Ciencias autobuses para gestionar debidamente las ganas de colaboración. Solo en la mañana del sábado, más de 10.000 voluntarios se presentaron a las 7 de la mañana en el lugar previsto.

Como ha pasado durante toda la gestión de la catástrofe, la descoordinación ha sido la tónica. Falta de autobuses para asumir la demanda, destinos seleccionados dudosamente y quejas de los voluntarios. Pese a todo, los recursos han ido llegando a los municipios. Desde este sábado, 5.000 militares colaborarán en las acciones de achique de agua, limpieza, desescombro y retirada de barro.

Mientras tanto, la búsqueda de desaparecidos continúa y, lamentablemente, continuará en los próximos días y semanas. El fango ha sepultado muchos cuerpos y el agua ha arrastrado hasta el mar. Por su parte, los hospitales empiezan a notar ya los síntomas de colapso ante la gran cantidad de heridos, muchos de ellos con infecciones motivadas por el agua estancada. Este es el nuevo reto que atender. La crisis humanitaria.