El “centrismo” y el totalitarismo invertido

Sheldon S. Wolin, creador del concepto de “Totalitarismo Invertido”, definía el mismo como la combinación de un cuerpo legislador débil, un aparato legal que es a la vez complaciente y represivo, un sistema de partidos en que cada uno de ellos, en el poder o en la oposición, se dedica a mantener el sistema existente para favorecer a una clase dominante integrada por los ricos y poderosos. Mientras, en ese “Totalitarismo Invertido”, se deja a los ciudadanos más pobres en la indefensión y se mantiene a las clases medias oscilando entre el miedo al paro y las expectativas, y se completa el esquema con unos medios de comunicación serviles y una máquina de propaganda desarrollada por instituciones conservadoras generosamente subvencionadas. En ese “Totalitarismo Invertido” se promueve, como acertadamente señala el profesor Laborda, la despolitización envolviendo a la sociedad en una atmósfera de temor colectivo y de impotencia individual. ¿Verdad que nos suena? ¿Verdad que nos recuerda lo que ha sucedido en España? ¿Y qué mejor medio de “despolitizar” en última instancia que señalar el “centro” como objetivo cuando falla la alternancia, cuando el típico juego bipartidista acaba el fracaso más estrepitoso y ya no sirve a los poderosos?

En este sentido, tal vez convenga que tengamos presente como Robert Fisk, en un artículo de Diciembre del 2011, comparaba las revueltas árabes con las protestas de los jóvenes europeos y norteamericanosde ese año, como nuestro 15 M. Decía Fisk además que “los bancos y las agencias de evaluación se han convertido en los dictadores de Occidente, y que, a semejanza de los Mubaraks y Ben Alís, creían ser los dueños de sus países”. Señalaba así mismo que los partidos políticos entregaban el poder que han recibido de los votantes “a los bancos, los traficantes de derivados y las agencias de evaluación”, y “las elecciones han acabado siendo tan falsas como las que los árabes se veían obligados a repetir, década tras década, para ungir a los propietarios de la riqueza nacional”. Es duro de escuchar pero es esencialmente cierto, y nos acerca más que nos aleja de los sufridos ciudadanos de los países tras el telón de Acero en la Guerra Fría. Y es que como señala Hudson, profesor de la Universidad de Missouri, la política de austeridad no es más que la acción de una nueva era de desigualdad “a medida de una oligarquía financiera que reemplaza a los gobiernos democráticos y somete a las poblaciones a una nueva servidumbre, ésta por deudas”. Más claro, el agua. Cómo también está meridianamente claro que el supuesto “centrismo” de algunos, señalado además como la Tierra Prometida por los Medios al servicio del Régimen, cómo las Tablas de la Ley, no oculta más que otra cara de la moneda del sometimiento, no es más que la continuación perpetua de la “austeridad”, no es otra cosa que la última opción de la oligarquía para perpetuarse.

En definitiva, estamos ante un nuevo totalitarismo. Es por ello por lo que resulta casi un sarcasmo macabro que los poderosos que gobiernan ese totalitarismo nos quieran con miedo por un lado, y por otro nos ofrezcan la solución del “centrismo”, solución que han creado los que han provocado el problema . ¿Miedo al totalitarismo? ¿De verdad nos desprecian tanto? Más bien, deberíamos sentir miedo al “centrismo” patrocinado por las élites, patrocinado por el IBEX.