El policía Roberto Conesa Escudero, con número de placa 2486 y nuevo domicilio en la calle Comandante Fortea de Madrid, era en la década de 1950 uno de los agentes más activos de la Brigada Político Social tras haber acumulado una veintena de felicitaciones y premios en metálico por sus actividades de infiltración en la oposición democrática al régimen de Franco.
El escritor y exministro de Cultura Jorge Semprún fue durante aquellos años un activista clandestino del PCE enviado desde Francia, una experiencia llevada al cine por Alain Resnais en 1966 con La guerre est finie. Semprún, que nunca cayó en manos de Conesa y sus hombres de la Brigada Político Social (sí lo hicieron, entre otros muchos, dirigentes comunistas como Simón Sánchez Montero) aventura una explicación sobre el tétrico trabajo de la policía política: “La policía franquista, la policía de Conesa, era una mierda, digámoslo claramente”, escribe en Autobiografía de Federico Sánchez (Planeta, 1977). Para Semprún, la Brigada Político Social —“capaz únicamente de trabajar a base de confidentes y palizas”— sólo “era eficaz en el control de los viejos militantes con antecedentes, todos ellos salidos de las cárceles”.
La larga lista de felicitaciones y premios de aquella década que figura en el expediente de Conesa se vio empañada por un sonado fracaso del policía con ocasión de las detenciones en diciembre de 1957 y enero de 1958 de un grupo de jóvenes que había viajado al Congreso de la Juventud de Moscú. Algunos de los estudiantes, como Javier Pradera , eran descendientes de familias del régimen y, a pesar de las abrumadoras pruebas en su contra, fueron absueltos.
“Conesa, como imagen genérica, multiforme, personificación de la Brigada Social, vaga confusamente, al acecho, por la geografía de Madrid”, escribe Semprún quien también narra en Federico Sánchez se despide de ustedes (Tusquets, 1993) un encuentro siendo ya ministro de Cultura con varios antiguos policías de la BPS, entre ellos el comisario Manuel Ballesteros, “renombrado especialista en información bajo todos los regímenes”.
Una carta del histórico jefe de la BPS Saturnino Yagüe exalta la labor de Conesa, “llevada con gran sacrificio personal, que se desarrollaba por su iniciativa propia, dirigiéndola y llevándola a cabo, incluso con la instrucción de las correspondientes diligencias de cada servicio”. Tanta era la frenética actividad del policía que “su labor excedía a la de Jefe de Grupo”, asegura Yagüe en una carta sobre Conesa, quien tras el tropiezo de las detenciones de Pradera y sus compañeros, saltó al otro lado del charco y dio un volantazo a su carrera.
El expediente de Conesa, al que ha tenido acceso eldiario.es, confirma que la Brigada Político Social, en la órbita de la la Gestapo nazi durante la posguerra, también fue adiestrada por el espionaje norteamericano tras los pactos en materia militar, económica y de seguridad firmados en 1953 entre los Estados Unidos y el régimen del general Francisco Franco.
El 5 de diciembre de 1957, el jefe de la Brigada Político Social, Vicente Reguengo, y un alto cargo de la Dirección General de Seguridad, viajan a Estados Unidos, invitados por la CIA, para recibir orientación sobre los “métodos, material y técnicas de investigación policial que allí se emplean”, según consta en el expediente de Reguengo custodiado en el Archivo del Ministerio del Interior en Madrid y consultado por este diario. La visita, aprobada por el ministro Camilo Alonso Vega, fue una invitación del Gobierno de los Estados Unidos, presidido en aquel entonces por el republicano Dwright D. Eisenhower.
El policía Roberto Conesa realizó, según consta en su expediente oficial, un “curso de capacitación” de la CIA al año siguiente de la visita de su jefe a los Estados Unidos. El viaje a Washington, catalogado como misión de asistencia técnica en el extranjero, duró dos meses en los que Conesa fue adiestrado por la CIA en “sabotaje y anticomunismo”, según dos documentos oficiales distintos firmados por el policía y que constan en su expediente.
El comisario de la Brigada Político Social de Barcelona Juan Creix también viajó a los EEUU para recibir cursos de especialización policial sobre anticomunismo por parte del FBI, desde el 13 de enero de 1958 hasta mediados de marzo, según cuenta el periodista Antoni Batista en La carta, historia de un comisario franquista (Debate, 2010). Los servicios secretos norteamericanos formaron aquel año a varios destacados jefes de la Brigada Político Social, quienes combatían ferozmente a un mismo enemigo común: la izquierda comunista en el sur de Europa.
Conesa recibió cuatro años antes de su viaje a Washington la medalla de oro de la orden de Hamayoun que otorgaba el Sha de Irán, por aquel entonces otro aliado anticomunista. Tras su formación con la CIA, en 1959 al policía le conceden tres meses de licencia sin sueldo y más tarde una excedencia “para atender unos intereses particulares y familiares” y obtiene permiso para “resolver asuntos propios en San Juan de Puerto Rico (Estados Unidos)”, según figura en la documentación de su expediente. “El viaje deberá efectuarlo como particular”, apunta un responsable de la Dirección General de Seguridad.
El año en que triunfó la revolución cubana a pocos kilómetros de la frontera estadounidense, Conesa volcó su experiencia en la Brigada Político Social y la formación que le brindó la CIA en la “policía del dictador dominicano Leónidas Trujillo”, asegura el periodista Gregorio Morán en una de las entregas de su reportaje en Diario 16. Morán alude al ex espía franquista Luis M. González Mata, quien sustituyó a Conesa en la República Dominicana y autor de Cisne, yo fui espía de Franco (Argos, 1977), en el que aborda esta etapa. En 1960, “habiendo desaparecido las causas que motivaron” la excedencia, Conesa vuelve al Servicio de Información de la Policía aunque pierde 1.221 puntos en el escalafón (una decisión contra la que Conesa batallará en el Tribunal Supremo durante años).
La década de 1960 será para Conesa una época de intensa actividad en Europa (fundamentalmente en Ginebra y Bruselas) y la persecución del PCE perderá algo de peso en su currículum frente a ETA y a las nacientes organizaciones de la izquierda radical escindidas del Partido Comunista. En 1963, el ministro de Marina Pedro Nieto Antúnez, cercano a Franco y a Carrero Blanco, le concede la Cruz al Mérito Naval de segunda clase por “los excelentes servicios prestados a la Marina Mercante”. Dos años después, siendo inspector de primera clase, Conesa recibe sendos premios por detener a miembros de la organización Fuerzas Armadas de la III República y del PCE, unos meses después.
En 1966 detiene a varios miembros del PC m-l (“facción pro China”) e inicia así su especialidad en los grupos a la izquierda del PCE que centrará su actividad hasta su jubilación. Dos años después obtuvo tres felicitaciones y premios en metálico por operaciones contra ETA, otra de sus especialidades, y en 1969 fue designado docente de la Escuela de Policía.
Roberto Conesa obtuvo, en 1967, la cruz al mérito policial con distintivo rojo. En aquella época a su sueldo base de 28.800 pesetas se añadían medallas y complementos, alguno por “especialidad y mayor riesgo”, que aumentaban su nómina hasta las 105.740 pesetas (en 1971, una vez resuelto el contencioso en el TS por el escalafón, llegó a cobrar 246.456 pesetas). Viudo de su primera esposa, Conesa se casará con María del Carmen Ferrero Gil (quien recibió una cruz al mérito policial con distintivo blanco en 1974 , según el Boletín Oficial del Estado).
En 1968 pasa de la Sección de Coordinación Operativa y de Enlace a depender directamente de la secretaría del director general de Seguridad hasta que en 1973, siendo ya comisario de segunda clase, Conesa es nombrado jefe de la Brigada de Vigilancias Técnicas del Servicio de Asuntos Especiales de la DGS.
El comisario Roberto Conesa protagoniza a principios de la década de 1970 innumerables operaciones contra el FRAP y contra ETA, entre otros grupos de la izquierda radical. En 1974, la DGS lo designa como representante ante el Instituto Español de Estudios Estratégicos del Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESEDEN) y el 18 de abril de aquel año llega jefe de la Brigada Central de la Comisaría General de Investigación Social.
El comisario Conesa cuenta, según sus superiores, con “cualidades y condiciones adecuadas” para el puesto. Desde su ingreso en la policía franquista, en la inmediata posguerra, el policía ha cultivado el arte de la infiltración, se ha formado con la CIA y tiene en nómina a numerosos confidentes, con los que protagonizará algunos de los episodios más sonados y oscuros de la transición.
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