Introducción
La hipótesis es que la combinación de neologismos innecesarios, la ausencia de ejemplos y referentes válidos extraídos de la historia del urbanismo y la preocupación compulsiva por la imagen (replicada ad infinitum por las redes sociales) producen indefectiblemente un pensamiento huero, de baja intensidad y fácil consumo que es lo que hemos venido a denominar pensamiento débil . De ser cierta esta hipótesis solo parece existir un antídoto útil y sensato: despojarse de léxico precocinado y plantear con lenguaje llano y claro propuestas inteligibles y, a ser posible, capaces de generar ilusión y confianza.
La presencia del término “ciudad” en el titulo sugiere que los razonamientos que se exponen quizá sean aplicables a una pluralidad de situaciones (o ciudades). Sin embargo, conviene aclarar desde un principio que el objeto de las reflexiones expuestas es la ciudad de Valencia y, de forma destacada, su centro histórico, ámbito privilegiado de la memoria histórica y termómetro fiable de “alma” de la ciudad y de la autoestima y voluntad transformadora de su ciudadanía. A pesar de la voluntad explícita de primar esta perspectiva, hemos incluido también de forma previa algunos temas que afectan de forma singular y preeminente al conjunto de la ciudad y su área metropolitana, huyendo, eso sí, de la vana pretensión de abordar “el todo”. También, lejos de cualquier tentación de sentar cátedra, nos sentiríamos ampliamente recompensados si estas líneas consiguen sembrar alguna duda e incitar a un sosegado debate.
Tiempos difíciles
Tomar prestado el título del conocido libro de Charles Dickens está sobradamente justificado por la situación de emergencia en la que nos encontramos, situación que, evidentemente, no podemos obviar a la hora de plantear o sugerir líneas de trabajo y/o actuaciones concretas. Las previsiones avanzadas por el Banco de España, el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y diversos servicios de estudios públicos y privados son tan creíbles como desalentadoras y empeoran con el paso del tiempo. Cogiendo como referencia las estimaciones del Banco de España, en 2020 el PIB caerá en torno al 15%, el paro superará ampliamente la tasa del 20%, el déficit se situará entre el 9’ 5 i el 11’2 % del PIB y el ratio deuda/PIB superará el 120%. Una profunda crisis económica que, a pesar de las medidas tomadas para mitigar el impacto, generará una aguda crisis social. La incertidumbre sobre la velocidad de la recuperación en 2021 y 2022 es la nota dominante.
Como es bien sabido, las crisis siempre son “asimétricas”, un eufemismo que se utiliza para subrayar que afecta más a unos territorios que a otros y que las soportan siempre en mayor medida los grupos sociales más vulnerables. En nuestro caso (el País Valenciano) el impacto negativo será superior a la “media” del Estado gracias al empecinamiento en mantener una “especialización” superior en sectores como el turismo , la construcción, la hostelería y la restauración que son intensivos en mano de obra y presentan altas tasas de temporalidad y precariedad. La ciudad de Valencia, directa (por su propia estructura productiva muy dominada por un turismo urbano depredador) e indirectamente (por la disminución de la demanda externa) forma parte de este contexto depresivo y muy previsiblemente el déficit y la deuda local crecerán de forma contundente, reducirán en buena medida el margen de maniobra y constreñirán tanto los gastos corrientes como la inversión.
En estas circunstancias conviene ser consciente de la imposibilidad material de dar la vuelta al calcetín y cambiar a corto plazo los parámetros estructurales. Por escasez de recursos, por el consabido “ahora no es el momento”, pero también por la presión en recuperar tasas de empleo soportables. La prioridad por el empleo, lógica y comprensible, es con frecuencia mala consejera porque incita a volver a los caminos trillados y puede utilizarse como argumento para justificar “flexibilizaciones” varias o atentados medioambientales. A pesar de todo, tanto el inmovilismo como cavar más honda la fosa son actitudes suicidas a medio plazo y por ello cabe insistir en la máxima de hacer de la necesidad virtud, que en nuestro caso puede traducirse en realizar un esfuerzo en definir de forma sencilla i inteligible iniciativas posibles y deseables.
El lenguaje y la opacidad
Unas iniciativas (para el conjunto de la ciudad y, especialmente, para el centro histórico) que hay que definir dejando a un lado neologismos con los que se puede construir un discurso (o relato) políticamente correcto pero carente de fuerza. Ya estábamos, qué remedio, acostumbrados al uso o abuso (también en el discurso urbano) no sólo de los prefijos neo y post (cuando no se sabe explicar los nuevos fenómenos) sino también del alambicado lenguaje del marxismo althusseriano de los 70, la sociedad “líquida”, los crípticos conceptos de Bordieu, el “no lugar” de Marc Augé o la “urbanalización”. Pero en las últimas décadas hemos dado un salto cualitativo y asistimos impávidos al uso habitual de modismos cuyo uso dista mucho de cualificar al sujeto emisor porque, pronunciado el concepto, no parece necesaria mayor explicación. Sólo nos faltaba la aportación de la pandemia con sus eslóganes, oxímoron (la nueva normalidad) y símiles bélicos (la guerra al virus) o arquitectónicos (la reconstrucción).
No es difícil identificar un conjunto no excesivamente amplio de conceptos que proliferan en la práctica habitual: los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), misión, globalización, neoliberalismo, postmodernidad, postindustrial, resiliencia, estratégico, sostenible, proximidad, kilómetro cero, perspectivas de género, especulación, gentrificación, turistificación, urbanismo táctico, participación , transparencia, empoderamiento, cultura festiva... Ese pack conceptual puede aderezarse con algunos eslóganes ad hoc ( Decidim València, Ciudad de Plazas...) antes de escanciar la pócima resultante. Con esos mimbres se pueden fabricar cestas variadas pero ninguna suele soportar la prueba del agua.
Ya hace 25 años que Paul Ormerod escribió sobre el “furioso parloteo esotérico” de los economistas, expresión que puede aplicarse sin forzar el argumento al tema que nos ocupa. La alternativa es (o puede ser) que tanto los análisis como las propuestas sean expresadas en términos sencillos y comprensibles que excluyan al máximo posible el uso de modismos lingüísticos. A veces los árboles no dejan ver el bosque.
Ideas para la acción
Sin olvidar en ningún momento el contexto depresivo en el que nos encontramos, pensamos que es posible formular algunas propuestas que, como decíamos al principio, hacen referencia en primer lugar a algunos temas generales que consideramos de cierto calado y, en segundo lugar, a la situación específica del Centro Histórico de la ciudad de Valencia. Son sólo algunas ideas para el debate que no tienen vocación de recetario y que exponemos de forma un tanto telegráfica para facilitar su sistematización.
Los temas generales
-La actual estructura político-organizativa es escasamente operativa y se convierte en un obstáculo para una gestión eficiente. Fruto del habitual tira y afloja, el gobierno del Rialto surgido de las últimas elecciones de 2019 reproduce los vicios habituales y, en cierta medida incluso los agrava. Con 17 concejales, la estructura de áreas, sub-áreas y servicios ha dado lugar a 45 delegaciones (y bastantes más “asesores”), de forma que la gestión está muy compartimentada. Es normal encontrar concejales que ostentan varias delegaciones con el agravante de que dichas delegaciones son temáticamente heterogéneas. A ello se suma las dificultades derivadas del gobierno de coalición y el hecho que en una misma área pueden haber responsables políticos de diferente adscripción. El resultado, más allá de las declaraciones formales, es la existencia de “cortafuegos” que dificultan bastante la fluidez. La solución es técnicamente sencilla pero, desgraciadamente, políticamente inviable. Si las delegaciones fueran territoriales (los 18 distritos), la gestión podría estar en manos de gerentes de área (funcionarios o contratos de alta dirección) que rendirían cuentas al Alcalde, al Pleno y a la Comisión de Gobierno. Liberada del lastre del exceso de asesores y del juego político- competencial, la democracia y la gestión saldrían beneficiadas.
-No es de recibo que todavía esté en el terreno de los deseos un área metropolitana todo lo flexible y asimétrica que se quiera. El Área Metropolitana de Valencia (AMV) existe de facto pero no de iure. La escala de muchos e importantes temas (el transporte, las redes de servicio, los grandes equipamientos, la planificación territorial, los residuos y el medio ambiente, la promoción económica, el sempiterno y difícil tema de la huerta etc...) es evidentemente metropolitana y no es admisible que las resistencias de Diputación, Generalitat y alcaldes y alcaldesas cortocircuiten una y otra vez una exigencia de estricta racionalidad. Los costes de la no-área metropolitana son inmensos aunque se mire a otro lado. Nadie se atreve a justificar en público esta ausencia y los años pasan.
-Hay, como mínimo, dos temas “metropolitanos” que ejemplifican lo dicho en el punto anterior. En primer lugar, el transporte metropolitano. La Agencia Valenciana de Movilidad Metropolitana ha sido incapaz de constituirse integrando a todos los municipios del área y de poner en la práctica una estrategia ya estudiada y aprobada (el Plan Básico de Movilidad del Área Metropolitana de Valencia). En segundo lugar, la promoción económica del AMV pide a gritos un Pacto Industrial Metropolitano que defina objetivos y mecanismos de colaboración, fomente la demanda de servicios avanzados y utilice los recursos tecnológicos existentes.
-El conflicto del Puerto (ampliación Norte, acceso Norte, ZAL, crecimiento en Puerto de Sagunto…) no puede eternizarse y exige, de nuevo, que la política haga acto de presencia y despeje las incógnitas. A día de hoy, la impresión general es que domina la visión del lobby portuario y que la postura de la Generalitat es tibia y prudente. En otro orden de cosas, sigue sin haber una propuesta mínimamente coherente para el conjunto de la fachada marítima. Los temas (El Cabanyal, ahora Natzaret,…) se abordan por separado y sin una directriz conjunta en la que también habría que integrar el futuro de La Marina.
- La ciudad necesita con urgencia un plan de rehabilitación urbana para los barrios periféricos tanto por razones de equidad como por razones de revitalización económica. En la misma línea una política de vivienda metropolitana habría de fijarse como objetivo la promoción de vivienda en alquiler asequible.
- El proyecto del Nuevo Cauce (que confluye con el Jardín del Turia y el Parque Natural de las Riberas del Turia y que exigiría un corredor verde de unión con El Saler que hipoteca la ZAL) tiene muchas ventajas y pocos inconvenientes, y merecería ser considerado como objetivo prioritario.
- Por último, es obvio que la experiencia de la pandemia exige que el ámbito de la salud y de las residencias de mayores sean objeto de un esfuerzo singular, tanto presupuestario como organizativo.
El Centro Histórico
-La normativa urbanística recientemente aprobada (PEP Ciutat Vella, febrero 2020) constituye ya un corsé inútil e innecesario. Debería ser objeto de revisión urgente como consecuencia directa de los terribles efectos que ha ocasionado y ocasionará la covid-19, especialmente en los usos y actividades económicas previstas por ella para esta zona tan estratégica de la ciudad.
-En un contexto de crisis y reactivación económica tiene sentido valorar cuales son las actividades a promover en el Centro Histórico y ello exige la existencia de una definición previa, clara y precisa del Centro Histórico que se pretende reflotar y actualizar, y de su papel en la gran ciudad (la ciudad de dimensión metropolitana). Una definición que no puede limitarse a actuaciones puntuales, a pesar de su importancia, como es el caso de las plazas de la Reina, del Mercado o del Ayuntamiento. La renovación de las dos primeras está en marcha y, por lo tanto, parece que cambiar ahora criterios urbanísticos es poco aconsejable. Pero en la del Ayuntamiento (ahora en fase “provisional”; recuerden que en Valencia lo provisional se convierte en definitivo por arte de magia) la situación es otra: el espacio simbólico de la Valencia civil (¡¡qué oportuna fue la idea del urbanista Antonino Sancho de trasladar en 1855 la Casa de la Ciudad a los terrenos resultantes del derribo del antiguo convento de San Francisco!!) no puede ser un agresivo nudo viario de transporte público ¿protegido? por innecesarios artefactos de muy dudoso diseño. Debe aspirar a convertirse en un verdadero espacio de tránsito pausado y absolutamente peatonal (nada de motos, coches, autobuses, bicicletas, patinetes,…) para disfrutar de la amistad (ver y ser vistos), de unos buenos comercios y de la arquitectura. ¿Para cuándo una rehabilitación integral de sus edificios, incluidos sus locales comerciales y la publicidad añadida sin ningún tipo de respeto a todos sus frentes ? No es tan difícil urbanizar correctamente una plaza como la del Ayuntamiento. Hay ejemplos en la ciudad (la plaza del Arzobispo, la del Patriarca o la Plaça Redona, aunque en esta última el ¿mantenimiento? y las reparaciones/sustituciones están arruinando una armonía conseguida con mucha inventiva y esfuerzo colectivo), y otros muchos en ciudades mediterráneas o centro-europeas : la romana piazza Navona es un buen ejemplo de espacio en el que es posible plantear multitud de actividades; la triestina piazza Unità d´Italia es un bellísimo espacio casi vacío, solado con un sencillo pavimento de piedra arenisca que potencia la contemplación del Golfo de Trieste y la arquitectura pública y privada que la enmarca; o la calle Graben, una de las más importantes del centro histórico de Viena, un largo recorrido peatonal enmarcado por singulares comercios, restaurantes y arquitecturas renovadas casi todas ellas durante las primeras décadas del siglo XX.
-Otra cuestión son las llamadas “plazas de proximidad”, que deben ser espacios de encuentro para los vecinos, tanto mayores como pequeños y, por ello, los espacios de juego deben compensar, nunca anular, a los dedicados a la reflexión y la contemplación . La nueva plaza de Rojas Clemente es el ejemplo de lo que no se debe hacer en esta obligada compensación; la desolada de Viriato solo se resiste con el ajetreo y la alocada imaginación de los estudiantes de la Escuela de Arte y Diseño; y la de San Sebastián chirría por varias cuestiones: ¿por qué no se ha incorporado a ella la esbelta chimenea de ladrillo? ¿cómo es posible que los nuevos bancos den la espalda a la fachada barroca del templo, la verdadera joya del lugar? ¿quién ha elegido la variedad de árboles?. Recuérdese que está ubicada frente al Jardín Botánico.
-Un elemento central de esta definición guarda estrecha relación con una precisa y renovada valoración sobre el alcance y repercusiones del turismo urbano. La experiencia reciente demuestra que en ausencia de criterios firmes pero operativos, la demanda turística puede afectar seriamente tanto al parque residencial como al actual mercado de alquileres de viviendas y bajos. En realidad, ya le ha afectado de manera muy evidente y negativa: ¿qué vamos a hacer con tanto apartamento vacío? ¿de dónde van a salir sus posibles y deseados habitantes?
-La sustitución de actividades “tradicionales” (la codicia de los propietarios no tiene límites, ¿existe algún procedimiento para limitar estos incrementos de locura?) por otras ligadas a franquicias de todo tipo (jamonerías, pizzas al corte, heladerías, cervecerías, panaderías…) viene siendo habitual. Sangrante es el caso de la sustitución del antiguo Horno de Santa Catalina por la tienda de regalos de Hard Rock Café. Esas inadecuadas sustituciones y la proliferación de comercios dedicados exclusivamente a la venta de recuerdos (¿de dónde?), son algunos de los efectos no deseados en la siempre problemática recuperación del tejido residencial y comercial de Ciutat Vella. Tantos años de abandono y de hacer la vista gorda ante todo tipo de desmanes finalmente se acaban pagando.
-En esta definición debería incluirse el destino de los amplios vacíos urbanos existentes y hacer operativo, de una vez por todas, el Registro Municipal de Solares .Es incomprensible que a estas alturas al pasear por distintos lugares de Ciutat Vella uno tenga que bajar la vista para no ver edificios a medio demoler, solares abandonados a su suerte y vacíos urbanos de considerable dimensión. Vacíos de los que sólo citaremos cinco: Nuestra Señora de las Nieves- En Gordo; Murillo- Carda-Palomar-Moro Zeit; Salinas-Baja; Maldonado-Beata; Na Jordana-Blanquerías- Salvador Giner. Del mismo modo, sería positivo identificar que calles y plazas podrían ser motivo de intervención conjunta (¿para cuándo un circuito peatonal en condiciones que una el pont de fusta con la Estación del Norte?).
-En las intervenciones en el centro histórico, el denominado “urbanismo táctico” debería ser objeto de debate a la luz de las numerosas críticas que suscita, pese a que sus patrocinadores manifiesten públicamente la bondad del método (la plaza del Ayuntamiento es, por ahora, el mejor ejemplo de lo que no hay que hacer, pero pronto llegará la plaza de la Reina y tendremos más de lo mismo). Mejor optar por un “urbanismo de proximidad” meditado y bien ejecutado, a la primera y sin provisionalidad alguna, con tiendas, servicios y ocio situados en ámbitos cercanos o accesibles mediante bicicletas o transporte público. Muchos ciudadanos necesitan el bus para llegar a los lugares de encuentro: museos, mercados, hospitales, bibliotecas, residencias, centros culturales, iglesias…; y los recorridos de la EMT deben estar bien trazados y mallados, cosa que no ocurre en la actualidad (¿a quién se le ha ocurrido modificar el itinerario de la línea 5, ahora renombrada como C1?, sin duda la mejor posible para comunicar los diferentes barrios que conforman Ciutat Vella). Y, además, ofrecer una frecuencia razonable: no puede ser que en las horas finales de la tarde (cuando la gente termina el trabajo y las compras), en la gran mayoría de sus líneas los autobuses se retrasen entre uno y otro más de 15 minutos. Así es imposible potenciar el uso del transporte público, tan necesitado para la movilidad no solo de las personas mayores.
-Está muy bien intentar recuperar la parcelación histórica (¿de qué época?), pero mucho más importante es utilizar las fracturas y cambios introducidos en la morfología de la ciudad para obtener “espacios de proximidad” que incentiven la rehabilitación de viviendas para ser ocupadas por jóvenes y personas mayores que deseen vivir en Ciutat Vella. No tienen ningún sentido las restrictivas alineaciones proyectadas para obtener una raquítica plaza en la parte central de la calle de En Gordo en el barrio de la Xerea o para anular la posibilidad de obtener un necesitado espacio público en la zona limitada por las calles Cambios, Repeso y Numancia en el barrio del Mercat.
-Finalmente, la eliminación de solares y vacíos urbanos, las intervenciones identificadas como prioritarias y la valorización del patrimonio y la cultura (hacia ellas debe volcarse la atención turística de la ciudad), deben estudiarse de manera pormenorizada con el objeto de potenciar y dignificar la capitalidad mundial del diseño que ostentará la ciudad en 2022 (más saltos en el vacío, no, por favor).