Más de 3.000 animales son sacrificados cada segundo en el mundo, contando sólo los países desarrollados que disponen de cifras al respecto. Otros 80 millones mueren al año en el circuito de la industria peletera. Millones de pollitos, desechados por el simple hecho de ser machos, son triturados y convertidos en pienso para otros animales. A una ingente cantidad de criaturas capaces de sentir y sufrir físicamente se les arrebata buena parte de su ciclo vital. Se les condena a pasar su breve existencia cautivos, hacinados, en condiciones deplorables muchas veces, sin permitirles desarrollar sus capacidades naturales como procrear y relacionarse con los de su propia especie. Considerados como materia inerte. Materia prima de la industria alimentaria cada vez más voraz e insostenible. Una auténtica bomba de relojería biológica que puede estallar en cualquier momento, como ocurrió con los casos de las vacas locas y las epidemias de gripe aviar.
En medio del delirio carnívoro existen pequeños remansos de paz, oasis de vida, en los que animales de granja rescatados de la cadena alimentaria pueden vivir en su medio natural y los años que su salud les conceda. Son los santuarios animales. Albergan una cantidad insignificante de animales en comparación con los que son sacrificados, pero su mera existencia ya es una señal de que algo está cambiado. En el mundo occidental existen ya numerosos centros de este tipo, como Farm Sanctuary, en EE.UU, o Farm Animal Sanctuary, en Reino Unido, uno de los pioneros en Europa, con más de 20 años.
El pasado mes de febrero PACMA solicitó a la Consellería de Agricultura la regulación de los santuarios de animales de granja. En el texto presentado se propone su reconocimiento como centros de rescate, recogida, protección y refugio de los animales considerados de consumo, situándolos a un nivel legal similar al de una protectora de animales tradicional de perros y gatos, ya que actualmente los santuarios están regulados por las normativas de las explotaciones ganaderas. El motivo esencial de esta petición “es evitar que se apliquen los protocolos de sacrificio ante zoonosis, una grave amenaza que pesa sobre los animales de los santuarios y que se podría evitar únicamente aislando y tratando a un posible animal enfermo sin tener que sacrificar a todos los animales, tal y como ocurre ahora en las explotaciones ganaderas”, dice Raquel Aguilar, coordinadora de PACMA en Valencia.
‘Con-pasión’ animal
Situado en el término de Enguera, Compasión Animal es uno de los santuarios más grandes de España, con casi 300 ejemplares de distintas especies. Laura y Alberto, una pareja de veganos se encargan de cuidarlos con la ayuda de donantes que se solidarizan con su tarea. “Nos conocimos en el año 2010 y enseguida comenzamos a rescatar animales”, cuentan. “Perros, gatos, conejos, etcétera. Luego supimos de unos patos, luego unas gallinas, unos cerdos, ovejas, cabras. Hasta que decidimos crear Santuario Compasión Animal y dedicar nuestra vida a luchar por los derechos de todos los animales, sin excepciones. En un mundo que decide amar a unos animales y condenar a la muerte o al sufrimiento a otros, queremos mostrar que todos los animales tienen sentimientos y desean disfrutar de la vida con la misma intensidad”.
En estos momentos viven en el Santuario cerca de 300 animales. Todas las semanas reciben avisos de alguno abandonado o víctima de maltrato por todo el país. “Ojalá pudiéramos decir que sí a todos, pero por desgracia las limitaciones económicas nos impiden hacer lo que deseamos”, comentan Laura y Alberto. “Muchos de los casos que nos llegan son abandonos de animales como ovejas o cabras, enfermas o ancianas, inservibles para la industria alimenticia. Así que deciden abandonarlas a su suerte, aunque estén moribundas. Otros casos proceden de decomisos o cesiones de los propios responsables”.
El Santuario se financia con donaciones particulares, ya que no recibe ninguna ayuda ni subvención pública. “La gente que conoce nuestro trabajo decide ayudarnos haciéndose socio/a o madrina/padrino. También organizamos eventos en Valencia y otras ciudades y tenemos una tienda online con camisetas, tazas, bolsas, etcétera del Santuario”.
Laura y Alberto no temen ser tildados de locos. “No hay ni un ápice de locura en dar afecto a un ser vivo”, afirman. “Hacer daño a un animal, sí que lo consideramos un acto de locura. A quien nos tache de chiflados, le pediríamos que muestren a sus hijos lo que hacemos en el Santuario, y luego les muestren lo que ocurre en una granja, en un matadero o en una plaza de toros. ¿A quién llamarían loco esos niños? El mundo ha mejorado gracias a las ideas de unos pocos que se dieron cuenta de las injusticias y quisieron cambiarlas. A ellos también les llamaron locos”.
A los que se hinchan a comer carne les recuerdan que un filete o una hamburguesa, “es el cuerpo muerto de quien deseaba vivir”. “Nos venden una bandeja con carne limpia y la foto de una vaca feliz en un prado verde. Pero no es verdad. La realidad es que las granjas y los mataderos son el infierno para los animales. Son lugares terroríficos y por ese motivo nunca permitirán a un colegio de niños que los visite. Usar animales, encerrarlos y matarlos no está bien. Ellos han convivido en el planeta durante millones de años y no podemos privarles de su libertad. No es justo que nos aprovechemos de nuestro poder. Lo justo es que aprovechemos nuestros adelantos para convertir el mundo en un lugar mejor para todas las especies. Un lugar de paz y de convivencia”, concluyen Laura y Alberto.
‘Empatia’
El pasado 7 de abril se estrenó en 28 ciudades el primer documental realizado en España que aborda sin tapujos las claves para reflexionar sobre nuestras relaciones con los animales. Empatía es un largometraje de 75 minutos dirigido y protagonizado por Ed Antoja, director de publicidad y de la productora La Diferencia. Lo realizó por encargo de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales, entre 2014 y 2016, e incluye numerosas entrevistas a especialistas de distintos ámbitos, visitas a granjas de animales, zoológicos y un santuario de Tarragona. En contraste, el número de personas y restaurantes veganos no deja de crecer.
“El documental se limita a ofrecer una información amplia para que cada cual haga su opción personal sobre comer o no comer carne, usar o no pieles”, dice Antoja. “No le hemos dado un tratamiento patético ni tremebundo, sino entretenido y con sentido del humor”. El propio Antoja interpreta a un escéptico sobre el tema animalista que poco a poco va tomando conciencia de la cruda realidad. “El título refleja el enfoque amable y sintetiza muy bien el objetivo del filme. En este caso, empatía animal”.