Una de las actividades más fascinantes en el mundo de la política es la de la clasificación de las diferentes opciones. Todos los esquemas utilizados tienen una marca ideológica, que sus usuarios pretenden ocultar presentando las categorías como puramente asépticas. Utilizar una u otra clasificación dice mucho del que clasifica.
En la política europea se privilegia el eje izquierda-derecha. Es una oposición que muchas veces no agrada a los protagonistas políticos, especialmente a los partidos mayoritarios que intentan recabar apoyo entre los indecisos, y prefieren definirse como “liberales” o “progresistas”, o matizan su posición en el eje con invenciones muy creativas y sutiles como “centro-derecha” o “centroizquierda”.
Ciñéndose a la clasificación originaria y prescindiendo de matices evasivos, la mayoría de los analistas han indicado que la manifestación del pasado domingo fue convocada por la derecha, mientras que los más detallistas apuntan que fueron “las derechas”, la derecha y la extrema derecha. Eso dejaría fuera del bloque de la derecha a partidos claramente conservadores, como el PNV, Coalición Canaria i el PdCAT, que no convocaban. Necesitaríamos pues recurrir a otro esquema también muy utilizado por nuestros analistas políticos, basado en el eje España-nacionalismos. La nomenclatura es evidentemente tramposa puesto que sabiendo que el adjetivo nacionalista tiene connotaciones negativas, sólo se le aplica a aquellos grupos que no tienen España como referente identitario-nacional. Intentando ser más objetivos, deberíamos hablar de nacionalismo español vs. otros nacionalismos. Añadiendo esa corrección diríamos que la manifestación la convocó la derecha nacionalista española.
Los convocantes, sin embargo, huyen de este encasillamiento y proclaman otro esquema, según ellos mucho más adecuado: constitucionalistas vs. anticonstitucionalistas. La Constitución se ha convertido en España, país muy dado a las reliquias, en un objeto sagrado, cuya mera mención cubre todo diálogo con un manto de dogma divino que acaba por impedir cualquier discusión. Más que a la Constitución, los llamados constitucionalistas se aferran a lo que de ella interpreta el sanedrín del Tribunal Constitucional, por muy desatinadas que les parezcan esas interpretaciones a muchos profesores de, precisamente, derecho constitucional... Para los convocantes pues, la manifestación era una exaltación constitucionalista. Sin embargo, eso dejaría fuera al PSOE, que no se cansa de manifestar su voluntad de pertenecer a toda costa a esa cofradía de la que pretenden expulsarle.
Puestos a jugar a las clasificaciones, a mí se me ocurre otra, que desde mi modesto punto de vista aclara mucho mejor el panorama de las opciones políticas en España desde la muerte del dictador Franco: los grupos que condenan el franquismo y los que no. Con este eje tan simple, la manifestación del domingo queda muy clara: fue convocada por los partidos que NO condenan el franquismo; los mismos que se resisten a llamar por su nombre a la sangrienta dictadura colaboradora del nazismo y los que opinan que “no hay que mirar al pasado”. A mi juicio, el presidente Sánchez, y el PSOE en general, deberían fijarse más en este eje y hacerlo prioritario a la hora de buscar aliados para, de una vez, democratizar este país. Porque si se obstina en jugar en el club de los “·patriotas constitucionalistas”, donde es evidente que no le quieren, corre el riesgo de situarse en un fuera de juego permanente que a los demócratas nos puede costar muy caro.
*Jordi Sebastià (Portavoz de Compromís en el Parlamento Europeo)