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El proyecto de Corbyn. Bibliografía para las elecciones en Gran Bretaña

Durante los años 1970 se larvó en Gran Bretaña la larga crisis de la socialdemocracia que condujo al auge del neoliberalismo y a la victoria electoral de Margaret Thatcher al finalizar la década. Un viraje histórico que anticipó lo que se nos vendría encima en el resto de países de la Europa Occidental poco después. Sobre ese periodo se ha escrito mucho y en los últimos años se han traducido en España algunos textos fundamentales para entender lo que ocurrió allí y, ya de paso, lo que nos ha ocurrido aquí también. Pero además mirar por el retrovisor nos puede permitir comprender lo que está en juego hoy en las elecciones generales en Gran Bretaña y la importancia del giro del laborismo encabezado por Jeremy Corbyn.

Uno de esos libros fundamentales es “El Pueblo: Auge y declive de la clase obrera (1910-2010)” de Selina Todd, publicado por Akal en 2018. En él se describe la formación de la hegemonía política y cultural de la clase obrera, la parte sin parte de la sociedad británica, que logró representar el todo, el pueblo. Desde finales del siglo XIX empezó a hacerse evidente la crisis política y económica del liberalismo que se ahondó al precipitarse la I y la II Guerra Mundial. La crisis y la guerra abrieron las instituciones británicas a un grado de intervencionismo, de corporativismo y de socialización sin precedentes en la historia. En 1939 el Partido Laborista entró por primera vez en el gobierno, en un gabinete de guerra encabezado por Churchill y en coalición con los conservadores que permitió empezar a desarrollar ciertos elementos del programa laborista. En 1945, acabada la guerra, ocurrió lo inesperado, el Partido Laborista ganó las elecciones. El desarrollo del Estado socialdemócrata no fue en realidad más que el alargamiento del esfuerzo bélico en tiempos de paz. Por un lado la intervención del Estado en la economía con la nacionalización en bloque de sectores estratégicos de la economía como los ferrocarriles, el carbón y parte de la industria pesada. Por el otro el desarrollo del Estado de Bienestar en el que el Sistema Nacional de Salud y la construcción de vivienda pública representan dos de sus mayores hitos. Durante las siguientes décadas, incluso cuando la izquierda se hallaba fuera del Gobierno -y era la mayor parte del tiempo- tenía una influencia decisiva en el Estado a través de los sindicatos o de las administraciones locales. En el terreno cultural la clase obrera se puso de moda: en el cine, la literatura o la música, los rudos chicos de origen humilde se erguían como protagonistas de la historia.

Vayámonos ahora al final de la historia. GB84, la novela de David Peace publicada también en 2018 por la editorial Hoja de lata. El NUM, el mayor y más poderoso sindicato de Gran Bretaña que reunía a los trabajadores del carbón y que había logrado derribar el Gobierno conservador de Heath, marchó de nuevo a la huelga en 1984 para evitar el cierre de minas programado por el gabinete de Margaret Thatcher. Una larga guerra de desgaste, más de un año de huelga en una situación cada vez más desesperada. Pueblos, ciudades y regiones enteras movilizados. Batallas campales con la policía. Grandes movimientos de solidaridad y apoyo dentro y fuera de las fronteras. El sufrimiento de las familias, las campañas de solidaridad y el apoyo mutuo. Y la derrota. Derrota sin clemencia y sin paliativos. El fin del poder de los sindicatos que jamás recuperarían su posición y su influencia. El principio del reinado de terror del neoliberalismo. La financiarización, la terciarización, la desindustrialización. La apología de las clases medias y el dictado de los brokers y las bolsas.

Por último, El largo camino de la renovación de Stuart Hall, publicado por la editorial Lengua de Trapo este mismo año. El auge del thatcherismo visto a través de las lentes de Antonio Gramsci. La crisis de 1978 fue un golpe demoledor para el keynesianismo. Punto y final a los 30 gloriosos y a las elevadas tasas de crecimiento económico que habían posibilitado el reparto de beneficios entre las élites y las capas populares. La derecha británica rearmada ideológicamente optó por zanjar el pacto social de posguerra y se lanzó a una larga maniobra de cerco y aniquilamiento de los principales estandartes del laborismo. Una ofensiva ideológica que denunciaba la corrosión moral de la sociedad británica por parte de un Estado hiperburocratizado, mórbido y clientelar. Un tapón que obstaculizaba el éxito profesional y la promoción social del individuo al tiempo que pervertía la identidad británica asentada en el respeto a la autoridad, la familia patriarcal y el sacrificio personal. Stuart Hall lo denominó un populismo autoritario. Frente a la impotencia de la izquierda, la nueva derecha supo ofrecer una explicación sobre la crisis económica y un horizonte de enriquecimiento y satisfacción a través del mercado.

A partir de entonces la izquierda se encontró permanentemente en una encrucijada. Cuando trataba ser leal a su tradición histórica usaba códigos obsoletos para predicarle a una sociedad que se había transformado. El mensaje no cuajaba, olía a naftalina, no conectaba con las aspiraciones, las necesidades y los deseos de la base social en la que pretendía apoyarse. La otra vía, la de la asimilación, movió al Partido Laborista hacia la derecha asumiendo buena parte del programa y del marco ideológico de sus adversarios, firmando una derrota que pretendía revestirse de modernización y técnica.

El giro del laborismo en los últimos años bajo el liderazgo de Jeremy Corbyn ha permitido salir de ese impás y sentar las bases de un nuevo proyecto político. Lo que Stuart Hall llamó el realineamiento y que ha cuestionado las bases del neoliberalismo (la desindustrialización, la financiarización, la privatización de lo público) conectando hacia atrás con la tradición de la izquierda británica y hacia adelante con las propuestas de los movimientos sociales ligados al feminismo, el ecologismo o el antirracismo. Uno de los principales logros del corbynismo es la nueva generación de militantes de base en los que se ha apoyado para lograr cómodas mayorías dentro del Partido Laborista y para el diseño de campañas electorales que, como en este caso, han permitido remontar situaciones con una fuerte desventaja de partida. Menos conocida es sin embargo la tupida red de asociaciones y lobbies de izquierdas de los que se ha servido John McDonnell, el Secretario del Tesoro a la sombra, para dotar de una enorme solidez a un programa económico que pasa por ser el más radical y ambicioso de todas las formaciones de izquierda a lo largo y ancho de Europa. Es muy recomendable en ese sentido el artículo de Robin Blackburn, publicado en el número 111 de la New Left Review, bajo el título El proyecto de Corbyn.

Pese a que los laboristas han ido recortando distancias con los conservadores a pasos agigantados en esta campaña electoral, una victoria en las urnas no parece la opción más probable -ojalá lo logren-. Todavía están pagando la fractura de su base electoral por el Brexit y de las constantes maniobras de acoso y derribo contra Corbyn desde dentro y fuera del partido. Sin embargo, el giro producido en el laborismo desde 2015 da muestras de una gran solidez y es de hecho la única estrategia posible para la izquierda tras 40 años de derrotas. Esperemos que, de nuevo, la izquierda británica esté adelantando cambios que deberán llegar más pronto que tarde al resto de Europa.

*Ferran Martínez, diputado de Unides Podem en Les Corts Valencianes