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Amor materno-filial y muerte para alimentar la leyenda negra de los Borgia

EFE

La producción de “Lucrezia Borgia”, la ópera de Gaetano Donizetti estrenada hoy en el Palau de les Arts de València, ha puesto de relieve la ambición y el poder que alimentaron la leyenda de negra de esta familia valenciana, plasmada en esta obra a través del amor materno filial, la venganza y la muerte.

Con Fabio Biondi en la dirección musical y Emilio Sagi como responsable de la dirección de escena, esta producción propia del Palau de les Arts, la primera de esta temporada, ha puesto el acento en las pasiones que oprimen hasta la asfixia a las personajes, hasta convertirlos en unos títeres del destino.

Mariella Devia, una soprano experimentada que mereció los elogios del público, ha logrado plasmar una Lucrezia de antología: apasionada, tierna y atormentada en su relación con Gennaro, su hijo secreto, pero también despiadada, malévola y con sed de venganza con todo aquel que se oponga a sus propósitos o no se someta a sus designios.

En un papel muy exigente, la cantante italiana derrochó facultades y belleza de voz, demostrando agilidad y dulzura, en especial en el aria y cabaletta “Com'è bello, quale incanto... si voli il primo a cogliere”, muy aplaudida por el público.

Correcto estuvo el tenor estadounidense William Davenport, un Gennaro apasionado, fiel hasta la muerte con sus amigos, enamorado de una mujer sin saber que es su madre y atormentado porque siempre sintió por ella un amor filial a pesar de haber sido criado por unos pastores.

Más destacados estuvieron la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé, que encarnó el papel masculino de Maffio Orsini y el bajo-barítono croata Marko Mímica, que encarnó un despiadado y celoso Alfonso d'Este, el cuarto marido de Lucrezia.

Hay que anotar también un guiño a la tolerancia homosexual en el beso sorpresa de Gennaro a su querido amigo Maffio, ya que ambos han prometido mantener la amistad hasta la muerte.

La escenografía de Llorenç Corbellas traslada la acción, situada históricamente entre finales del siglo XV y comienzos del XVI, a una época atemporal, con unos paneles móviles sobre los que se proyectan dibujos abstractos que igual configuran una sala de fiestas futurista de Venecia que un palacio Ducal minimalista de Ferrara, con las letras del apellido Borgia como símbolo visible de ostentación.

A lo largo de toda la obra, los únicos elementos reconocibles son la góndola del prólogo con la que entra en escena Lucrezia Borgia y una reproducción del hombre de Vitrubio, de Miguel Ángel, que constituyen así las únicas referencias expresas a un Renacimiento descrito aquí como un periodo lleno de intrigas, diversión y pasiones mundanas.

La iluminación que Eduardo Bravo reflejaba en los módulos ayudaban a plasmar el estado psicológico de los personajes: el frío gris metalizado dominaba cuando prevalecía la venganza y la muerte; mientras que el cálido dorado prevalecía cuando quedaba de manifiesto la pasión y un amor que iba más allá de lo materno-filial.

A destacar también la iluminación conseguida en la fiesta del Palacio Negroni del segundo acto a base de luces adosadas a tiras verticales que cubrían prácticamente todo el escenario.

Fabio Biondi, que dirigió con eficaz maestría la Orquesta de la Comunitat Valenciana, ofreció una versión historicista, fiel a la partitura de la primera representación de esta obra, en el teatro Alla Scala de Milán en 1833, ya que esta ópera sufrió varias modificaciones para sortear a la censura y evitar el pago de derechos de autor.

El coro de la Generalitat, dirigido por Francisco Perales, tuvo una eficaz intervención, al igual que la Orquesta de la Comunitat, que demostró su versatilidad y calidad contrastada.

El público llenó el aforo de la sala principal del Palau de les Arts, en una sesión a la que, entre otros, asistió el director del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), José Miguel García Cortés, y el propio director artístico e intendente Davide Livormore, repuesto ya de una enfermedad que le ha mantenido de baja unas semanas.