Las reflexiones sobre la culpa son una constante en la literatura y en las relaciones humanas. En cada conflicto buscamos saber, señalar, quién tiene la culpa de qué, quién es inocente y quién lleva un puñal en la mano o un cadáver en el maletero. Sobre distintas ideas de la culpa y la expiación teje sus relatos Purificación Mascarell (1985), autora de Cartilla de Redención (Altamarea, 2021), un conjunto de cuentos atravesados por las dinámicas de poder y los conflictos cotidianos plagado de homenajes metaliterarios.
Una mansión británica al estilo de Conan Doyle con una niñera-institutriz, un politoxicómano llamado Pedro Rojo, una decisión a priori intrascendente que modifica toda la vida componen el mapa de relatos que giran en torno a la expiación. “He trabajado la idea de la inocencia y la culpabilidad y descargo en el lector que en cada relato se cuestione si hay culpables, inocentes, si llevamos la doble condición... es algo muy humano”, expresa Mascarell en una charla con elDiario.es
Mascarell es profesora de Teoría de la Literatura, Literatura Comparada y Estudios Culturales en la Universitat de València y colabora con distintas editoriales en la recuperación de la obra de autoras silenciadas durante el siglo XX. Su tradición literaria bebe de Raymond Carver, Truman Capote, Elena Fortún, las hermanas Brönte o Franz Kafka, a quienes homenajea en sus páginas. “Pretendo que los relatos funcionen como mecanismos de relojería, como una flecha o una bala que va a dar en el blanco, que acompañe al lector en la trayectoria hasta el impacto final. Mis maestros, mis referentes, trabajan el relato como una bala que deja al lector impactado. A partir de ahí él tiene la capacidad de decidir qué interpretación hace ese de relato”, explica.
Fue lo “kafkiano” de encontrarse con una cartilla de redención franquista en una exposición, de un documento para ir anotando los méritos de los presos políticos para su salvación espiritual, lo que llevó a adoptar ese título para su primera obra narrativa de ficción. “Es la típica absurdidad de los sistemas dictatoriales. ¿Cómo se puede llevar la cuenta de la redención en documentos burocráticos?”, se pregunta la autora. Mascarell huye de las explicaciones obvias en su creación literaria: “Es un pacto entre el autor y el lector, carece de sentido si uno no lo lee y le da una interpretación, creo en el papel de hermeneuta del lector, que decide sobre el relato. Me gusta trabajar pensando en que ambos ponemos de nuestra parte y nos encontramos en algún punto. Siempre he visto la literatura como algo abierto a interpretación”.
También huye de un aspecto moralizante de la obra artística. El filósofo, crítico y teórico literario George Steiner se cuestiona en sus ensayos si las humanidades sirven para humanizar y plantea si existe “un vínculo oculto, traicionero, entre el cultivo de la reacción estética y el potencial de inhumanidad personal”. ¿La literatura, la cultura, tienen alguna función? “Es la gran pregunta”, reflexiona Mascarell. “Para mí tiene múltiples funciones, en función de si te acercas para escribir o para leer. Un escritor puede buscar exorcizar sus diablos o puede buscar jugar con la literatura, hacer un homenaje metaliterario. Esta es una línea que a mí me gusta mucho, en la que todos aportamos nuestro granito de arena. Como lectora, yo busco disfrutar y pasarlo bien, que sea una experiencia estética que me proporcione un goce. Que luego me lleve a reflexiones, fantástico, pero para mí la literatura primero es arte, una vía de escape, algo que hace más bella la vida”.
No obstante, la función estética no empaña la lectura política. La autora reconoce que con ciertas obras y ciertos personajes femeninos trazados por escritores, cargados de “estereotipos, prejuicios” o personajes que no resultan creíbles el grado de tolerancia ha bajado, un sentimiento compartido por otras lectoras. “Cada vez detecto más misoginia en los textos y comienza a ser desagradable”, señala como lectora.
Al otro lado, en su trabajo en el mundo editorial, pone en valor el esfuerzo de los sellos pequeños en recuperar obras de mujeres que han sido borradas, sacadas de los temarios o “eclipsadas” por sus parejas varones, la reconstrucción de un canon alternativo, mixto, paritario. “La gente no sabe decir mujeres de la generación del 27”, pone como ejemplo, recordando que hasta que concluyó su tesis doctoral sus estantes estaban repletos de autores varones. Así surge la cuestión ¿Quién decide quién forma parte del canon?¿Quién hace esa selección? “Nosotros estudiamos los programas que estudiamos porque alguien los ha diseñado y concebido de una manera. El canon del siglo XX ha sido construido por hombres desde una mirada patriarcal y machista. Se ha estudiado a Cela y no a Rosa Chacel, se ha estudiado a Lorca y no a Carmen Conde, hemos visto mil obras de Dalí y ninguna de Dehly Tejero”, indica. “Es el borrado de los 40 años de franquismo, pero con la democracia, la universidad y los académicos tampoco recuperan a las mujeres. Ha sido en los últimos cinco años cuando se ha recuperado esa brutalidad de obras” desde los sellos pequeños, apunta. En la construcción del canon alternativo se muestra optimista. “Las editoriales están haciendo un trabajo encomiable. Además, han entrado en la universidad una serie de profesoras jóvenes que intentan cambiar los planes de estudios y están formando a quienes formarán a los alumnos futuros”. Eso se suma a “una sensibilidad general gracias a los movimientos feministas que han hecho que las personas se acerquen a la literatura femenina sin prejuicios, sin considerarla literatura menor”.
Esa falta de referentes femeninos implica un lastre para las mujeres que se acercan a la creación artística. “Los hombres tienen su genealogía muy clara y se inscriben en ella. Las mujeres tenemos que reconstruir esa genealogía en cada generación, descubrir de cero qué estamos haciendo y ahí perdemos mucho tiempo arrancando, reconstruyendo. Es importante dar a las chicas jóvenes la genealogía femenina trazada, señalar que [las autoras] han estado siempre”, apunta.
Corregir estos sesgos de género es parte de su labor docente en la Universitat de València, trabajando las dinámicas de poder, con autores como Jacques Derrida como exponente. Poder entre parejas, entre amigas, entre jefe y empleados, entre hijos y madres. “Trabajamos cómo identificarlo, subvertirlo y destruirlo, hacerlo líquido. Esta cuestión detecto que a mis alumnos les preocupa mucho”, apunta. Cartilla de redención arranca con una dedicatoria: “A mis alumnos, que saben que todo podría ser diferente”. “Es una generación que no tiene compartimentos estancos para los géneros, tengo muchos alumnos LGTB, y ellos me enseñan que las cosas no son como siempre había pensado, me han reventado las costuras. Me han hecho ver que hay otro tipo de vida para las personas que siempre han vivido 'armarizadas'. Pero también que puede ser de otra manera nuestra vida, nuestra economía, que hay alternativa al capitalismo. Ellos saben que todo lo que nos han hecho creer que era lo normal y lo natural, con muchas comillas, puede ser de mil maneras diferentes y todas válidas”, concluye.