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El Consorcio de Museos y la casta

El Consorcio de Museos de la Comunitat Valenciana se creó en 1996 impulsado por la Generalitat junto a las diputaciones de Valencia, Alicante y Castellón y los ayuntamientos de las tres capitales de provincia. El propósito, en teoría, era sumar el caudal de recursos y espacios expositivos de todas esas instituciones para desarrollar una política expositiva común. En la práctica, fue pensado como una herramienta mediante la que su ideóloga, la Sra. Consuelo Ciscar, se atribuía el control total en materia de arte y exposiciones en el territorio valenciano. Y así fue hasta que en 2004 fue nombrada directora del IVAM. La deuda generada por su gestión política al frente del Consorcio de Museos durante ese período fue de unos 14,4 millones de euros. Esta deuda, según las fuentes consultadas, acabará de pagarse en el ejercicio de 2014. Durante estos últimos diez años esa deuda ha mermado los ya reducidos recursos culturales, para satisfacer los excesos maniqueos de aquella gestión.

Pero en realidad el Consorcio de Museos no ha servido para generar sinergias y apoyos entre los territorios que componen la Comunitat Valenciana, sino para desarrollar una política cultural centralizadora que ha situado a Castellón y Alicante en una relación de subordinación y dependencia. Desde Valencia se han decidido durante todos estos años el total o una parte muy importante de las programaciones de los espacios públicos de exposiciones. Ese centralismo intracomunitario, con el tiempo, ha causado graves perjuicios en el tejido cultural y profesional de Alicante y Castellón. Con esta estrategia, toda una plantilla de contratados laborales lleva, en algunos casos, hasta 18 años convertidos en gestores de los recursos públicos con acceso por la “puerta falsa”.

Pero la posibilidad de realizar un análisis crítico de ese tipo de situaciones queda lejos de las órbitas de pensamiento en las que se mueve su actual director. Hay que tener en cuenta que el Sr. Felipe Garín procede de un tiempo en el que los puestos y los cargos se heredaban, del mismo modo que Felipe VI ha heredado la Jefatura del Estado de su padre, Juan Carlos I. Mediante este mismo procedimiento de linaje, el Sr. Felipe Garín ocupó el cargo de director del Museo de Bellas Artes de Valencia cuando su padre lo dejó vacante. Este tipo de perfil, tan alejado de la realidad de esos vulgares mortales que tienen que labrarse el camino desde el primer minuto, se define por una considerable falta de alteridad que se pone de manifiesto siempre que se ofrece la oportunidad. Y la oportunidad se ofrece con demasiada frecuencia.

La asociación de Artistes Visuals de València, Alacant i Castelló (AVVAC) lleva años reclamando un trato digno para los artistas cuando trabajan con las instituciones públicas y, en particular, cuando lo hacen con el Consorcio de Museos. Hasta el día de hoy no se ha logrado una declaración institucional que reconozca la necesidad de remunerar el trabajo de los artistas visuales, como sí lo hace con los profesionales de otros ámbitos de la creación artística y cultural o, simplemente, de la misma forma que remunera a los electricistas y fontaneros que prestan servicios en su sede. Son cambios que no necesitan más que la comprensión y la voluntad de los que mandan; no se trata de más dinero sino de otro reparto de los recursos. Si los de ahora no son capaces de entender y atender cuestiones tan justas y sencillas, será cuestión de esperar unos meses, pero seguramente para entonces la ciudadanía ya no se conforme con unos ajustes, sino que será el tiempo de acabar con esas viejas estructuras y sus insensibles cohortes.

El Consorcio de Museos de la Comunitat Valenciana se creó en 1996 impulsado por la Generalitat junto a las diputaciones de Valencia, Alicante y Castellón y los ayuntamientos de las tres capitales de provincia. El propósito, en teoría, era sumar el caudal de recursos y espacios expositivos de todas esas instituciones para desarrollar una política expositiva común. En la práctica, fue pensado como una herramienta mediante la que su ideóloga, la Sra. Consuelo Ciscar, se atribuía el control total en materia de arte y exposiciones en el territorio valenciano. Y así fue hasta que en 2004 fue nombrada directora del IVAM. La deuda generada por su gestión política al frente del Consorcio de Museos durante ese período fue de unos 14,4 millones de euros. Esta deuda, según las fuentes consultadas, acabará de pagarse en el ejercicio de 2014. Durante estos últimos diez años esa deuda ha mermado los ya reducidos recursos culturales, para satisfacer los excesos maniqueos de aquella gestión.

Pero en realidad el Consorcio de Museos no ha servido para generar sinergias y apoyos entre los territorios que componen la Comunitat Valenciana, sino para desarrollar una política cultural centralizadora que ha situado a Castellón y Alicante en una relación de subordinación y dependencia. Desde Valencia se han decidido durante todos estos años el total o una parte muy importante de las programaciones de los espacios públicos de exposiciones. Ese centralismo intracomunitario, con el tiempo, ha causado graves perjuicios en el tejido cultural y profesional de Alicante y Castellón. Con esta estrategia, toda una plantilla de contratados laborales lleva, en algunos casos, hasta 18 años convertidos en gestores de los recursos públicos con acceso por la “puerta falsa”.