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Juan Olivares. Vivir es jugar

  • Juan Olivares. Vivir es jugar
  • Set Espai d’Art
  • Plaça Miracle del Mocadoret, 4. Valencia
  • Hasta el 17 de mayo de 2014

Según David Batchelor en su libro Cromofobia, en occidente se emplea con profusión el blanco y el vacío enérgico e ininterrumpible y se construyen arquitecturas e interiores de apariencia intemporal e inalterable en contraposición a la impermanencia y confusión de la vida contemporánea, imponiendo su orden al desorden circundante. Desde esa formulación se interpreta históricamente que el color representa la corrupción de la cultura y se relaciona con lo femenino, lo primitivo, lo infantil, lo vulgar, lo homosexual o lo patológico. A juzgar por los trabajos de Juan Olivares (Catarroja, 1973) su patología, en caso de requerir diagnóstico, sería la cromofilia.

Su experiencia artística quiere huir de lo trascendente y revelador para zambullirse en la interpretación de la insignificancia cotidiana de lo humano en primera persona. En su pintura se percibe un efecto collage por las capas que le dan forma, como indicador de un proceso creativo relacionado a los ritmos y experiencias de lo vital, generador de sedimento, en el que el transcurso del tiempo es un componente indispensable en el resultado final. Juan Olivares ensalza fragmentos, estímulos y detalles de lo diario para componer escenas que son fruto de su particular agitación de coctelera, encontrando incitación en el cine y la poesía.

Es necesario, para valorar el trabajo de un artista, atender a las fuentes de las que se nutre y las influencias que lo enriquecen. Por otra parte, en nuestra época de cultura híbrida[i], sería impensable defender la postura de la creación aislada del mundo: a salvo del hipertexto y, por que no, de la contaminación derivada de los acontecimientos sociales, mediáticos y creativos de cualquier ámbito de producción artística. Justo por eso –y esto es sólo un apunte- entraña un especial peligro las políticas de extrema mercantilización impulsadas por las entidades de gestión de derechos de propiedad intelectual, pues se corre el riesgo de dejar a los creadores sin bases culturales, sin recursos simbólicos para continuar procesando el desarrollo artístico de la especie.

El cine de Wong Kar-Wai[ii] es una referencia importante en la obra de Juan Olivares, y no porque el artista traslade a los lienzos imágenes o escenas contenidas en la filmografía del cineasta, sino porque emplea en su modo de representación una fórmula equiparable al particular modo de narración que caracteriza las películas de Kar-Wai. En ambos casos el cuidado de la estética es considerable pero, fundamentalmente, el tiempo y el espacio reciben un tratamiento que difiere de los ritmos lineales de lo racional, sufren una alteración que revela la voluntad de constituir un estatus heterodoxo de los sucesos públicos y privados. Juan Olivares superpone capas, solapa diálogos e interrumpe narraciones con una normalidad como con la que en nuestra mente se suceden los pensamientos, nos asaltan las ideas o nos paralizan las dudas.

El trabajo de Juan Olivares viene a constatar que la realidad no es lineal, lo que vemos, como lo que sentimos, es el resultado de una superposición de planos, de capas que, como las emociones, componen una imagen, narran una historia, la nuestra, la de cada uno de nosotros. El tiempo deja de ser instantáneo, se para, retrocede y a veces avanza muy rápido. En nuestra memoria se fijan imágenes, fragmentos de escenas vividas, recuerdos dolorosos, momentos de plenitud. El tiempo, como mostró Hegel, es la alienación necesaria, el medio en el cual el sujeto se realiza perdiéndose a sí mismo, alterándose para convertirse en la verdad de sí mismo. La alienación dominante[iii] es justamente la contraria: la que padece el productor de un presente ajeno. En esta alineación espacial, la sociedad, que separa de raíz al sujeto de la actividad que le usurpa, le separa ante todo de su propio tiempo. Esta alienación social controlada es precisamente la que ha impedido y petrificado las posibilidades y los riesgos de la alienación viva en el tiempo.

[i] García Canclini, Néstor. Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. Paidós, Barcelona, 2001.

[ii] Gómez Tarín, Francisco Javier. Wong Kar-Wai. Grietas en el espacio-tiempo. Akal, Madrid, 2008.

[iii] Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Pre-textos, Valencia, 1999.

  • Juan Olivares. Vivir es jugar
  • Set Espai d’Art
  • Plaça Miracle del Mocadoret, 4. Valencia
  • Hasta el 17 de mayo de 2014

Según David Batchelor en su libro Cromofobia, en occidente se emplea con profusión el blanco y el vacío enérgico e ininterrumpible y se construyen arquitecturas e interiores de apariencia intemporal e inalterable en contraposición a la impermanencia y confusión de la vida contemporánea, imponiendo su orden al desorden circundante. Desde esa formulación se interpreta históricamente que el color representa la corrupción de la cultura y se relaciona con lo femenino, lo primitivo, lo infantil, lo vulgar, lo homosexual o lo patológico. A juzgar por los trabajos de Juan Olivares (Catarroja, 1973) su patología, en caso de requerir diagnóstico, sería la cromofilia.