La obra del artista bilbaíno lñaki Torres que se presenta en la galería Espacio 40 de Valencia gira alrededor de la tierra. No sólo como temática, sino como materia de expresión. De ahí que ‘Amalur’, madre tierra en euskera, sea toda una declaración de intenciones que el artista vasco plasma mediante una serie de trabajos realizados con pintura, serrín, materia orgánica y, por supuesto, tierra, mucha tierra.
De ahí la rugosidad y el relieve de unos cuadros de mediano y gran formato que parecen realizados a modo de fotografías aéreas de paisajes naturales. Paisajes que merece la pena ver, tocar, incluso oler, con el fin de aproximarnos a lo que los místicos establecieron en relación con el alma. Porque en la obra de Iñaki Torres resuenan ecos románticos del hombre enfrentado a la naturaleza, primero claramente exterior, pero luego densamente interiores.
Para subrayar ese carácter orgánico de la exposición, la galería Espacio 40 acompañará la inauguración con una serie de vinos que maridan perfectamente con esa tierra pictórica. Habrá igualmente música de esa tierra vasca de la que procede la obra, con la inclusión de la txalaparta, ese misterioso instrumento de percusión tocado a cuatro manos por Anibal Campo y Salvador Martín (Txalaparta Un Rayo) y cuyo sonido evoca ancestrales ritmos.
Todo dispuesto de manera que el espacio expositivo gravite en torno a esa idea de lo telúrico como paisaje del alma. Ninguna metafísica de por medio. En todo caso, la muy material presencia de la naturaleza como espacio donde lo humano dialoga con lo primigenio.
Que parezcan paisajes capturados desde cierta altura no deja de entroncar con ese deseo de interrogación del ser a partir de la naturaleza que lo constituye. Naturaleza exterior que enseguida va ligándose con la interior de la que emanan esas sensaciones de formar parte de la tierra, la madre tierra, incluso la madre de la que sin duda procedemos. Porque la fascinación por la naturaleza, en esencia, tiene mucho que ver con esa fascinación primigenia por la figura que en origen representa todo, diríase que el Todo, en cuanto fuente de alimento, de seguridad, de confort.
Misterio, atracción y peligro de esa Madre Tierra que, en medianas y grandes proporciones, la galería Espacio 40 acoge como proyección de un artista que también proyecta ese magnetismo telúrico en sus series de rostros o figuras femeninas. Tierra para ver, tocar e incluso escuchar como parte intrínseca del sujeto sometido a los vaivenes de sus ciclos vitales.