Ver visiones. Reinterpretando el presente
Centro del Carmen
C/ Museo, 2. Valencia
Hasta el 13 de julio de 2014
El insigne, y muchas veces maquiavélico, exprimer ministro del Reino Unido, Sir Wiston Churchill, padecía una aversión terrible a las estadísticas. Quizás, la más célebre de sus frases sea: «Hay verdades, medias verdades, mentiras y estadísticas».
Es un clamor que el desempleo y la calidad del empleo son las mayores preocupaciones de la ciudadanía. No haría el falta el apoyo de unas estadísticas aplastantes para corroborar el dato. El barómetro del CIS [Centro de Investigaciones Sociológicas], de abril de 2014, la sitúa en primer lugar de nuestras preocupaciones (80,3%). Normal, en los tiempos que corren, que el trabajo es un bien escaso.
Aquellos y aquellas que nos acercamos a la cincuentena, recordamos a Forges y la muy famosa frase de su personaje, Mariano, a la “macilenta”: «¿Estudias o trabajas?». Pues eran, en aquellos tiempos, incompatibles ambas actividades o al menos no muy habituales. Actualmente, lo habitual es trabajar y estudiar, para poder mantenerse y permitirse la formación.
La labor curatorial de «Ver visiones» ha unido este concepto, preocupante para todos y todas, con las obras de Roberto Mollá (Valencia, 1966) y Jorge Carla (Madrid, 1974). Ya el palabro “visiones”, (y siguiendo al DRAE) contiene la locución adverbial “ver (alguien) visiones” como: «Dejarse llevar mucho de su imaginación, creyendo lo que no hay». Esto es lo que algunos politicos matizan y, queriendo quitar hierro, nos transmiten la idea de que se está generando empleo, por ejemplo, cuando en la realidad se está destruyendo, pues las políticas laborales y fiscales no lo favorecen, más bien al contrario, facilitan su destrucción.
Jorge Carla nos presenta unas burlonas piezas, unos personajes que, cuanto menos parecen monigotes, y que nos presentan, a todas todas, a un individuo alienado, semejante a esos personajes convulsos de Francis Bacon (precursor de los más modernos o actuales morphins) o los más cercanos -estilísticamente- al Art Brut de Jean Dubuffet, elementales y pueriles y, a menudo crueles (se inspiró en los dibujos de los niños, los criminales y dementes), seres infrahumanos, figuras deformes, absurdas y grotescas. Un ser alienado (vendido, comerciado, liquidado, hipotecado) por la desprotección a la que se está sometiendo. Las estructuras en cartón, se asemejan a las de los homeless o sin techo, grupo a la que esa exclase media, ahora desprotegida, que desaparece, se incorpora en dramáticas situaciones.
Jorge Carla examina los sueños o pesadillas con socarronería. No se ha dejado llevar por un falso optimismo. Sus piezas son libertad. Sus personajes son seres desfigurados, no exentos de una fuerte expresividad irónica, entre lo sublime y lo ridículo. De resuelta factura, sus composiciones se resuelven con sencillez y naturalidad. Y sin embargo, nada resulta fácil en su trazo, ni en su compresión. No da lugar a la experimentación, a la duda de la representación, al matiz.
Roberto Mollá, en un punto de vista diametralmente opuesto y confrontándose, sobre papel pautado, cuadriculado, milimétrico, nos parece estar dando certeza matemática, precisa, rigurosa, con unos inquietantes dibujos de tentáculos y organismos entrelazados, superpuestos, contrapuestos con sus geometrías características, en una suerte de abscisas y ordenadas, cartesianismo imposible de un imposible espacio euclídeo.
Participa en eso que se ha dado en llamar la nueva figuración. Una estética, entre surreal y ukiyo-e, que forja sobre papel crema milimetrado sobre el que dibuja, en blancos y negros, con gráficos y geometrías muy coloristas alrededor. Esto fue utilizado, en la década de 1960 y 70, por Manuel Barbadillo, cuya obra estuvo muy influenciada por la tecnología y los computadores. El uso de papel cuadriculado en Roberto Mollá está, en algunos aspectos, relacionado con esto, aunque lo utilizó por primera vez para dibujar imágenes pixeladas. Ve su trabajo como una suerte de investigación científica. La importancia de la gráfica va más allá del significado tecnológico. Sus dibujos surgen del mundo multidimensional de la gráfica. La gráfica actúa como el significante más importante de sus propios pensamientos.
Dibujos a lápiz muy meticulosos en varios estilos, entre el grafiti y la ilustración. La tensión entre todos estos elementos es fascinante. Impecable. De un vistazo, es gráficamente muy potente, pero también posee sutileza y meticulosidad. Deliberada. Simple. Sistematiza los sueños, regula la imaginación. Mezcla entre demencia, ingenuidad, concupiscencia, candor.
Sus numerosas referencias a la historia del arte no actúan como símbolos, en una especie de narrativa, si no como travesura dentro de la gráfica, que actúa como un espacio multidimensional para las exploraciones formales y científicas de tiempo y espacio. Marcadores, que representan las diversas influencias que Roberto Mollá ha adquirido a lo largo de su vida. Si examinamos las filosofías que preocupaban a los artistas vinculados a cada referencia, corresponden a sus propias preocupaciones.
El arte imita la vida, ¿o es la vida la que imita al arte? Representaciones de estos momentos convulsos que vivimos.