Por favor, ¡dejen de mandar correos electrónicos y mensajes de móvil para que nos abstengamos en las elecciones, para clausurar el Senado, para que trabajen gratis los alcaldes o para desahuciar a los diputados de sus escaños! Dejen de una vez de hacer el ridículo a lo Cospedal que abogaba por que los políticos hicieran casi gratis su trabajo y se financiaran, suponemos por los antecedentes de su partido, bajo mano con dinero B procedente de contratas y adjudicaciones impropias. Dejen de ser cursis: la política no es solo para ricos ociosos. Dejen de reenviar mensajes poco democráticos.
El medio millar de parlamentarios que vamos a elegir, en las próximas “oposiciones” electorales, declaran sus bienes y cotizan por ello. Y aunque cobran más que la media, al menos en campaña electoral hacen más horas extras que una teleoperadora. Los diputados y los eurodiputados no son el problema. Son los nombramientos que promueven (algunos retiros pomposos bien pagados) y las políticas económicas que sostienen las que perjudican seriamente la salud de nuestros bolsillos. Deberíamos escandalizarnos del funcionamiento oneroso de algunos consejos de administración de empresas públicas y organismos diversos en cuyas plantillas se suelen acumular enchufados o cargos cesantes de la administración que los partidos no saben que hacer con ellos. Sobre la pertinencia e idoneidad de esos nombramientos sí podríamos aceptar todo tipo de mensajes clarificadores.
Aunque vamos mejorando, ¿saben? En nuestra Comunidad, muchos altos cargos que antes eran nombrados salvajemente a dedo, como Consuelo Císcar al frente del IVAM, ahora son escogidos entre candidatos altamente cualificados y cuyos expedientes son examinados por un grupo de profesionales que asesoran al político de turno. Esa sí es una novedad de la que congratularnos. El que cobra la pasta al menos sabe de lo que se lleva entre manos. Algo es algo.
Repito: el problema grave no es un puñado de dietas o un billete de AVE. Lo gravoso para las arcas públicas y para el ciudadano raso son algunas historias para no dormir como la prórroga en su día del peaje de la autopista (nuestra cartera se resiente), la multimillonaria concesión de resonancias magnéticas o cómo se merendaron algunos el dinero de la dependencia mientras mandaban políticos que hoy viven entre rejas o camino del banquillo. Algunos servicios públicos en manos privadas que huelen fatal (no solo en la recogida de basuras) son la causa de muchas de las fugas indecentes de nuestros presupuestos. Esos contratos están blindados más allá de una legislatura. ¿Por qué no prueban a hacer chistes ingeniosos sobre ello? Seguro que les seguimos la cadena con mucho gusto.
A los que mandan esos graciosos correos electrónicos deberían saber que el problema no es el Audi aparcado en el sótano de un ayuntamiento, la tableta o el móvil del diputado que está en la diana de esos mensajes virales. La ruina está en el gobierno que eligen una mayoría de ellos, algunas de cuyas decisiones son para beneficiar a unos pocos, a los que les pagamos el yate, el exclusivo chalet, las colecciones de arte, los coches de altísima gama, el dinero sucio estacionado en el extranjero, incluso el despido de algunos de sus trabajadores cuando ganan menos de lo que pensaban. Muchos mensajes interminables de WhatsApp no dicen ni mú de atajar esos favores. ¡Deje ya de hacer el ridículo con sus amistades e hile más fino cuando quiera enviarles un mensaje graciosillo! ¡Deje al pobre parlamentario de a pie en paz! Elija bien antes de votar y pase de escudriñar el bonobús, el precio del café en las Cortes Generales o la marca del smartphone. Piense en el exdiputado valenciano Vicente Martínez Pujalte verá lo que nos podemos permitir y lo que no. Los chistes, a veces, los carga la derecha.